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Cambio en las estrategias de negociación de los países endeudados con el FMI

Rebelión en la granja

Fuentes: La Jornada

Después de su exitosa renegociación de la deuda, Argentina está impulsando la conformación de un frente de países endeudados en América Latina. En las últimas semanas, Brasil alcanzó un acuerdo con el FMI en el que logró poner por delante su necesidad de crecer y en Buenos Aires se busca seguir por ese mismo camino. Es un nuevo capítulo de la relación entre las naciones deudoras y sus acreedores.

Gracias a la buena reputación obtenida desde el inicio del gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva y el desempeño de las cuentas públicas de 2004, Brasil cerró el mes pasado un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que permitirá destinar 3 mil millones de dólares adicionales a inversiones en infraestructura en los próximos tres años sin arriesgar el cumplimiento estricto de las metas de ahorro fiscal.

El plan piloto se usará como modelo en un posible cambio en la metodología contable utilizada por la institución financiera, beneficiando en un primer momento a Brasil, a partir de la superación de la meta de superávit fiscal primario de 4.5 por ciento pactada con el FMI el año pasado.

Los mil millones de dólares anuales, que serán destinados a obras, equivalen aproximadamente a 0.25 por ciento del producto interno bruto (PIB) de Brasil. De tal manera que aunque Brasil tenga un déficit programado de 4.25 por ciento, el objetivo estaría cumplido si el resultado fiscal alcanzara 4 por ciento. Así, las inversiones en infraestructura seguirán contabilizadas como gastos, pero se podrá alterar la meta. E incluso si el país finalmente no tuviera un acuerdo con el fondo, el gobierno se compromete a seguir cumpliendo con las metas fiscales establecidas para los próximos años por la llamada Ley de Directrices Presupuestarias, aprobada como forma de demostrar rigor con las cuentas públicas.

En 2003, Brasil propuso la flexibilización de las reglas del fondo para contabilizar inversiones, considerando que éstas impulsan el crecimiento económico y, por tanto, deben tener un trato contable distinto al de los gastos corrientes.

Según el acuerdo entre Brasil y el FMI, los recursos adicionales se aplicarán a proyectos con potencial para generar un círculo virtuoso. La idea es que los proyectos apalanquen el crecimiento, creando una mejora general de las finanzas públicas para reducir su pesado endeudamiento. El área más atendida será la infraestructura vial. Casi 70 por ciento de los recursos serán canalizados para reparar dos terceras partes de los 58 mil kilómetros de rutas federales y a la construcción de carreteras.

La estructura vial de Brasil es considerada uno de los principales obstáculos a la expansión económica. El año pasado las ya importantes deficiencias se agravaron ante la necesidad de transportar una cosecha agrícola récord. Otras áreas receptoras de inversiones serán puertos, saneamiento y energía.

El FMI monitoreará el programa y el gobierno publicará los resultados. Si son positivos, el beneficio podrá ser ampliado a otras áreas de inversión pública. Tras su reunión de primavera, en abril próximo, la dirección del fondo prevé difundir reglas relacionadas con la inversión aplicables en otros países.

El programa acordado entre Brasil y el FMI de cierta manera endosa la visión de que «sólo si crezco puedo pagar», precisamente uno de los puntos que mencionó el ministro de Economía argentino, Roberto Lavagna, durante la presentación de los números de aceptación del canje de la deuda de su país.

Lavagna expresó que en la década de 1990, cuando Argentina era el modelo de buen comportamiento para las instituciones multilaterales de Washington, esa concepción «había sido remplazada por la lógica de que un programa es sustentable mientras tenga financiamiento». Esa lógica permitió que la economía argentina mantuviera un modelo de exclusión social, que tenía como condición un elevado aumento del endeudamiento que se mantenía artificialmente.

Defendiendo la posición argentina de negociación con los acreedores, el ministro sostuvo que «nuestra lógica fue siempre la de que sin crecimiento no hay capacidad de pago durable en el tiempo. Este principio empieza a ser discutido y aceptado a escala internacional y quizás sea el mayor aporte que Argentina pueda hacer a la estabilidad y al desarrollo de los mercados financieros internacionales».

Brasil y Argentina consideran la posibilidad de no renovar sus acuerdos con el fondo, pero uno lo hace con el compromiso de mantener políticas igualmente ortodoxas, mientras el otro quiere liberarse de las injerencias del FMI en la conducción económica.

Para eso, el presidente Néstor Kirchner parece dispuesto a cancelar gradualmente los vencimientos con el organismo. Argentina y el FMI empezaron negociaciones que prometen ser largas y cuyo desenlace es incierto, pues el gobierno quiere evitar interferencias del organismo en temas que considera de ámbito doméstico. Un caso es la renegociación de los contratos con las empresas privatizadas, cuyas matrices en en países desarrollados tienen influencia sobre los principales accionistas del fondo, que a la vez presionan a Argentina a que permita, por ejemplo, una actualización tarifaria que termine con el congelamiento decretado en enero de 2002, junto con el fin del régimen de paridad cambiaria.

Argentina busca articular un frente de países endeudados para negociar con más fuerza con los organismos multilaterales. El último intento ocurrió a principios de marzo, cuando los presidentes de Brasil, Argentina y Venezuela estuvieron en Montevideo para la asunción de Tabaré Vázquez. Allí, el canciller argentino, Rafael Bielsa, declaró que los mandatarios habían acordado articular una estrategia común de negociación con los organismos.

«Es una rebelión en la granja. El FMI está dejando de ser un corral porque los animales empiezan a querer salir», afirmó Bielsa. «Tenemos de aprovechar este momento para fortalecer nuestras posiciones. Tras el canje, Argentina se convirtió en una rubia de ojos azules», ironizó el ministro argentino.

La declaración de los tres gobiernos dice solamente que «los procesos de integración son una necesidad para concretar la idea de presentarse con la misma posición ante los organismos multilaterales regionales e internacionales», sin hacer mención directa al fondo. Quizá no por casualidad, autoridades brasileñas se limitaron a los vagos términos del comunicado y no quisieron comentar las declaraciones del ministro argentino.