El pasado 31 de marzo el directorio ejecutivo del Banco Mundial aprobó por unanimidad la candidatura de Paul Wolfowitz para presidir esta institución, tras un proceso de elección extrañamente rápido y aparentemente sin fisuras, a pesar de la evidente controversia del candidato. El hasta ahora subsecretario de Defensa estadounidense, fue uno de los principales ideólogos de la invasión de Irak y carece de experiencia alguna en materia de desarrollo. La era Wolfowitz en el Banco Mundial empezará el 1 de junio, cuando James Wofensohn deje el cargo tras 10 años.
¿Quién es el futuro presidente del Banco Mundial?
Un pacto de caballeros no escrito establece que el presidente del Banco Mundial debe ser un estadounidense, mientras el director del FMI será siempre un europeo. Haciendo uso de tal pacto, George W. Bush anunció el pasado 16 de marzo la candidatura de Wolfowitz a la presidencia del Banco Mundial. La polémica estaba servida: «La elección de Wolfowitz levantará probablemente controversia, debido a su papel en el impulso de la invasión de Irak por EE.UU. en 2003 y en la formulación de la política de Bush sobre las acciones militares preventivas. Conocido como uno de los halcones que lideran la administración Bush, Wolfowitz se ha ganado la reputación de ser uno de los promotores de las operaciones militares de EE.UU. en el extranjero» (Washington Post, 16 de marzo de 2005). Formó parte, por ejemplo, de la organización «Proyecto por un Nuevo Siglo Americano», donde se forjó la política exterior de EE.UU. de los últimos años. También fue Wolfowitz quien autorizó el mega-contrato para la reconstrucción en Irak a Halliburton, sin una licitación pública previa. Este contrato está siendo investigado por la International Advisory Monitoring Board, organismo que controla el uso del Fondo de Desarrollo para Irak (del que salen parte de los fondos a Halliburton), y que casualmente está dirigido, entre otros, por el presidente del Banco Mundial, es decir, en un futuro próximo, por el mismo Wolfowitz.
El currículum de Wolfowitz, sin embargo, no empieza con la actual administración Bush, sino que su reputación se remonta más atrás. Desde finales de los 70 ha estado vinculado a las diferentes administraciones republicanas, empezando su carrera a las ordenes de Ronald Reagan como vice-asistente del secretario de Defensa. Cuando se le preguntó ante la prensa por su falta de experiencia en materia de desarrollo, Wolfowitz apunto a sus años como embajador de Indonesia. Efectivamente, Wolfowitz fue embajador de la Indonesia del General Suharto entre 1986 i 1989, años en los que prestó apoyo total al dictador, llegándolo a describir como un «líder fuerte y responsable». Según las declaraciones recogidas por Bretton Woods Project de diversos activistas y académicos, Wolfowitz jugó un importante papel en los procesos de privatización y desregulación del sistema bancario de Indonesia (lo que agravó la crisis financiera de los 90) y nunca mostró interés alguno por las denuncias de violaciones de derechos humanos y falta de democracia en el país[1]. Dejó Indonesia para ser subsecretario de Defensa junto a Dick Cheney en la administración de George Bush padre. Durante esos años formó parte del equipo encargado de rediseñar la futura estrategia militar de EEUU tras la Guerra Fría» (BBCMundo, 1 de abril 2005), y jugó un papel clave en el diseño de la primera Guerra del Golfo. Durante los años de la administración Clinton se dedicó a su carrera académica en las universidades de Yale y Johns Hopkins.
¿Quién quiere al lobo feroz liderando la lucha contra la pobreza?
La reacción de la sociedad civil ante tal candidatura no se hizo esperar y, en menos de 10 días, la red Eurodad recogió 1.650 adhesiones de organizaciones e intelectuales de todo el mundo que se oponen a tal elección[2]. Algunas críticas surgieron también de países miembros del Banco Mundial, así como de académicos e intelectuales. «Elegir al general indicado en la guerra contra la pobreza no asegura la victoria, pero elegir al equivocado ciertamente incrementa las posibilidades del fracaso» (Joseph Stiglitz premio Nóbel de economía y ex-economista jefe del Banco Mundial).
En un primer momento se pensó que los países de la Unión Europea, o al menos aquellos que se han mostrado más reacios a la política unilateralista de EE.UU., se opondrían a la candidatura de Wolfowitz. Se especuló incluso con la posibilidad de que llegaran a utilizar el veto en la votación, tal y como hizo la administración Bush al vetar la primera elección de la UE para dirigir al FMI en el año 2000, forzando la posterior elección de Horst Koeller. Pero en esta ocasión se impuso el pragmatismo y la realpolitik. La UE, con Francia a la cabeza, está pujando para que el ex-comisario de comercio Pascal Lamy sea el próximo presidente de la Organización Mundial del Comercio. Por otro lado, Alemania, uno de los primeros países en mostrar apoyo público a la candidatura de Wolfowitz, espera con ello ganar puntos en la carrera por convertirse en uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En la misma línea podríamos situar los apoyos de brasileños o indios. Finalmente, el Reino Unido, espera conseguir en breve la dirección del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para el antiguo ministro de desarrollo británico Baroness Amos.
Así pues, Wolfowitz fue elegido por unanimidad para suceder a Wolfensohn en el Banco Mundial el pasado 31 de marzo, tras un período de menos de 15 días de consultas y entrevistas con los grupos de países miembros.
¿Qué podemos esperar del Banco Mundial en el futuro?
No es la primera vez que un responsable de Defensa estadounidense ocupa la presidencia del Banco Mundial. En 1968 ocupó el cargo Robert McNamara, quien hasta entonces había dirigido el operativo de la guerra de Vietnam desde la Casa Blanca. Los años de McNamara en el Banco fueron los de la gestación de la crisis de la deuda, los años del «prestar a toda costa» sin preocuparse en la viabilidad de los proyectos. Los cinco primeros años de presidencia de McNamara se superó el número de proyectos financiados en los 23 años anteriores, y la deuda de los países empobrecidos con el Banco Mundial pasó de 2.700 millones de dólares en 1968 a 12.000 millones en 1981. Y es que, en el contexto de la Guerra Fría, McNamara concebía el Banco Mundial como un instrumento para luchar contra procesos revolucionarios (con proyectos de carácter más social), y para asegurar los intereses de EE.UU. en la Periferia, con proyectos enmarcados en la llamada «revolución verde» y grandes proyectos de infraestructuras.
Previsiblemente, Wolfowitz, seguirá la estela marcada ya en la década de los 70 por McNamara, utilizando el Banco para los intereses geoestratégicos y económicos de su país. Para algunos , sin embargo, esto no debería ser novedad, ya que el Banco Mundial ha estado siempre, desde su fundación en 1944, al servicio de los intereses de EE.UU..
Para muchos de los críticos de las políticas del BM, las diferencias entre sus diferentes presidentes y las líneas que estos han ido imponiendo a lo largo de los años, se han basado más en la apariencia que en el fondo. Así, Wolfensohn, el presidente saliente, ha conseguido a lo largo de sus dos mandatos hacerle una profunda limpieza de cara a esta institución. Pero el fondo no ha cambiado, el alma del Banco Mundial se sigue debiendo a sus accionistas, y no debemos olvidar que el accionista mayoritario es Estados Unidos.
Veamos como ejemplo una de las últimas grandes operaciones aprobadas por Wolfensohn: la construcción de la presa Nam Theum 2, en Laos. Un proyecto que obligará a desalojar más de 6.000 personas, hundirá bajo las aguas el sustento de más de 120.000 personas, destruirá importantes ecosistemas y producirá electricidad, no para la población de Laos, sino para la rica Tailandia. ¿Es este el Banco de la lucha contra la pobreza? ¿Habrá mucha diferencia entre éste y los proyectos que se aprueben en el Banco de Wolfowitz?
En este sentido podemos esperar de Wolfowitz una presidencia menos marcada por las apariencias y más directa en cuanto a los verdaderos intereses del Banco Mundial. Para George Monbiot, articulista británico de The Guardian, hay tres razones para alegrarse de la elección de Wolfowitz: el proceso de elección ha hecho evidente una vez más lo profundamente anti-democrática que es esta institución y, por lo tanto, ha agravado la crisis de legitimidad en que se encuentra inmersa; también tira por los suelos las esperanzas de los «reformistas», que esperaban que el Banco se pudiera convertir algún día en una institución multilateral al servicio de los más pobres; y finalmente «lo mejor de todo es la posibilidad que los neocons sean tan estúpidos como para utilizar a su nuevo lobo (wolf) para derribar el Banco. Qué tragedia sería. Me secaría las lagrimas de camino a la fiesta» .
Notas:
1 «Wolfowitz era begins», Bretton Woods Project http://www.brettonwoodsproject.org/article.shtml?cmd[126]=x-126-175508
2 Se puede consultar el comunicado y la lista de adhesiones en la página http://www.eurodad.org/articles/default.aspx?id=603
3 Ver los artículos «I’m with Wolfowitz» de George Monbiot (The Guardian, 5 de abril de 2005) y «The Wolf is dead, long live the wolf» de Raj Patel, Focus on the Global South (Voice of the Turtle, marzo 2005). 4 «I’m with Wolfowitz», George Monbiot, The Guardian, 5 de abril de 2005.»