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¡Hay que leer a Hélène Cixous!

Fuentes: Rebelión

Mi vida es breve pero en ella habito pensando en todo lo que he hecho, en todo lo que he dejado, en todo lo que soy. Se es feliz si se es capaz de generar felicidad en nuestras breves vidas. Por contagio colaboramos en la pervivencia de la felicidad que siempre es común. Y por […]

Mi vida es breve pero en ella habito pensando en todo lo que he hecho, en todo lo que he dejado, en todo lo que soy. Se es feliz si se es capaz de generar felicidad en nuestras breves vidas. Por contagio colaboramos en la pervivencia de la felicidad que siempre es común. Y por contagio extinguimos también la esperanza, el deseo de ser felices.

Pienso en los perros de tres patas y auguro comunidades infelices. Los perros de tres patas muerden porque son aquellos que han sido maltratados, aquellos amputados, olvidados. Aquellos.

Hay también colas de perros felices y estos contagian a su vez alegría. Perros alegres que alegran el día. En Faluya los perros tienen la rabia. También en mi vida habré colaborado a hacer infelices aquellos. Yo soy un fenómeno en un lugar, en un contexto. Burbujas de vidas breves hechas de soplos consensuados y entrelazados emocionalmente hablantes. Abiertos. Capaces.

Es siempre más difícil escribir fluido por culpa del miedo. El miedo nos impide, nos mutila. Hablamos con miedo en la inseguridad del que ya ha perdido el hábito de la escritura. Antes se escribían más diarios. Ahora se imprimen muchos periódicos. Siempre el mismo. El periódico lo escriben, es escrito, y escribe las lógicas históricas que servirán para interpretar los hechos. También pueden ser leídos los periódicos. Deben ser leídos para entender los movimientos del adversario. El enemigo de lo público es el capital al servicio de lo privado a costa de la multitud. ¿Y si despertase?

El sueño siempre fue el despertar. El advenimiento de un tiempo de libertad. Se escribe sin prever el final. Como la frase dicha. Haciendo uso de la voluntad. Pero sigue estando el miedo. La censura o la autocensura que es peor. Algún día nos acusarán de terroristas si todos llamásemos a nuestros amigos y colgáramos el teléfono al oír la señal. Compulsivamente. El empoderamiento de la multitud ya es una realidad. También se puede asistir a la fábrica posfordista, a la hora de cada día, fichar y declararse objetor de conciencia, a favor de los desfavorecidos, de los explotados. Negarse a telecomunicarse durante todo el día. A usar la tecnología para relacionarnos. Durante un mes si la causa lo merece. El capital no se desplaza si no se telecomunica. Y si se queda quieto se devalúa. La fábrica posmoderna se esfuma si no nos comunicamos.

En los periódicos se escribe que desaparecerán las Humanidades porque hay que adaptarse a la realidad. ¿Desde cuándo la realidad no es humana? En Bologna se está perpetrando un crimen, y la ONU, débil porque no tiene interés, no dice nada. Un trabajador que tiene un excedente de conocimiento es un trabajador frustrado. Hay que racionar el conocimiento. Por clases. Pagando.

Frases imposibles se escriben para convertirse en verdad. Verdad nublada, o más habitualmente verdad a secas. Dura. Construida a base de hormigón, que no es una hormiga gigante. Es la especulación. La que no nos deja vivir ni en apartamentos indignos. Desdignificados por la maximización de sus beneficios. Si nos emperramos en construir un mundo a base de minimizar los costes habitaremos un mundo de escombros. Un mundo que se hunde como el Carmelo de Barcelona. Como las bolsas en los cracks. Como los lunes negros en que los cuerpos se lanzan al vacío desde un edificio de cincuenta pisos porque se han arruinado. 

Siguen naciendo niños que nunca llegarán a ser humanos porque la plusvalía de los caraduras no lo permite. Los bárbaros deshumanizados también sufrían bajo el Imperio Romano las guerras preventivas.  Hay que crecer aceleradamente. Ya no basta la velocidad. La velocidad es relativa. La aceleración absoluta. Totalitaria. Acelerados no hay necesidad de sistemas de referencia. Se piensa menos. Y sin referencia quemamos abrasivamente los combustibles fósiles, como si de un ritual primitivo se tratara, y montamos carreras de Fórmula 1 para hacer pedagogía y publicidad de la velocidad, de la mentira, del olvido. Quemamos el mundo que nos acoge sin pestañear. Apretando un botón. El que tanto nos asustó en la guerra fría. Ahora hace más calor. En general.  

¿Adónde vamos? Siempre a casa, escribió Novalis.

[Ideas surgidas a raíz de la conferencia que Hélèn Cixous dio en Barcelona el 5 de mayo de 2005,  dentro del ciclo «Disidencias» en CaixaForum]

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