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Argentina: fase pre-resurreccional y ofensiva final contra Kirchner (2ª y última parte)

Fuentes: Rebelión

5. Ofensiva final contra Kirchner El gobierno de Kirchner está enfrascado en una batalla a muerte con las fuerzas más poderosas del sistema internacional: el capital financiero, el capital petrolero y el Vaticano. Y es imposible, que una pequeña nación como Argentina le gane a esos tres gigantes del imperialismo mundial sin el respaldo de […]

5. Ofensiva final contra Kirchner

El gobierno de Kirchner está enfrascado en una batalla a muerte con las fuerzas más poderosas del sistema internacional: el capital financiero, el capital petrolero y el Vaticano. Y es imposible, que una pequeña nación como Argentina le gane a esos tres gigantes del imperialismo mundial sin el respaldo de un Bloque Regional de Poder.

La ofensiva contra Kirchner avanza, esencialmente, en lo económico y lo mediático. Y, como siempre en la historia latinoamericana, desde San Martín y Bolívar hasta nuestros días, los pillos y los tontos andan juntos, a fin de acabar con los proyectos de emancipación de la Patria Grande.

El avance de la ofensiva estratégica se puede medir en las groseras agresiones del capital financiero internacional y sus verdugos estatales que sienten que Kirchner está a punto de ser knockeado. Hace una semana el Fondo Monetario Internacional (FMI) envió una misión a Buenos Aires que solicitó descaradamente que el superavit fiscal del Estado sea aumentado de 3 % a 4.5 %, para poder pagar más a la deuda externa. Esta no es una medida de negociación, sino una provocación destinada a aumentar las protestas sociales en la calle y la unificación de los acreedores de la deuda externa argentina.

Por otra parte, el 11 de mayo, el Departamento de Tesoro de Estados Unidos, criticó duramente el intercambio de bonos de la deuda argentina, aceptado por un 76.15 % de los acreedores sobre un volumen monetario de alrededor de cien mil millones de dólares, demandando que el restante 23.85 % de los acreedores reciba una indemnización y que la «ley cerrojo» argentina que niega la reapertura de las negociaciones, sea anulada.

Y el 12 de mayo, el tribunal internacional del Banco Mundial para dirimir sobre conflictos de inversiones (CIADI) resolvió a favor de una demanda presentada por la transnacional estadounidense CMS Energy, a la cual debe indemnizar el gobierno argentino con 133 millones de dólares por no otorgarles «un trato justo y equitativo». Están pendientes en la CIADI otros reclamos contra el gobierno argentino por más de 13 mil millones de dólares.

El futuro de Kirchner pende de un hilo y ese hilo es la deuda externa. Si Washington hace fracasar los resultados obtenidos hasta hoy por la Casa Rosada, a través de la intervención directa de la Casa Blanca o a través de la Corte de Apelaciones de Nueva York, donde está bloqueado el canje acordado, la economía argentina entrará en una crisis que tarde o temprano llevará a la sustitución política de Kirchner.

Y aquí entra la segunda tenaza de la pinza imperialista-oligárquica: la ruptura de las relaciones entre Argentina y Brasil. Los medios de Brasil han sido caja de resonancia de una fracción chovinista de la clase industrial paulista, cuya cabeza visible y vociferante es el insoportable pedante y antibolivariano Ministro de Industrias, Luiz Fernando Furlan, dueño de la empresa alimenticia «Sadia», que sistemáticamente pretende impedir la reindustrialización argentina y la construcción de un Bloque de Poder Regional entre iguales. El avance de la integración latinoamericana pasa inevitablemente por la remoción de ese sujeto que bloqueará, mientras pueda, la consolidación del eje estratégico Brasil-Argentina.

En Argentina, el diario de la oligarquía, La Nación, junto con el conglomerado Clarín, lleva la batuta en la campaña de ruptura entre ambas naciones. Dado que no existe ningún diario de calidad en Argentina, como, por ejemplo, La Jornada en México, el impacto de las campañas del Clarín —históricamente vinculado al arquitecto del golpe de Estado militar contra Hugo Chávez, el magnate venezolano Gustavo Cisneros y, también al capital financiero estadounidense— sobre la opinión pública del país es fuerte y desestabilizador.

El gobierno de Kirchner sólo es salvable si logra renegociar con Brasil y Venezuela la deuda externa. De ahí, que las demandas de ciertos movimientos sociales y las críticas de los intelectuales dirigidas exclusivamente al gobierno nacional, en el sentido de que «K» debe resolver la deuda, el desempleo, etc., reflejan las limitaciones de un importante sector del pensamiento político argentino actual, que razona fuera de la geopolítica y de la ciencia del mundo, de una manera subjetivista y local que solo puede llevar la nación al desastre.

Una política argentina con visos de triunfar en el problema de la deuda externa, por ejemplo, debe tratar de crear un movimiento argentino-brasileño-uruguayo-paraguayo-cubano-venezolano, que emplace a los Presidentes respectivos a una cumbre social-presidencial, en la cual haya un debate público sobre su disposición de enfrentar como grupo este problema. Hugo Chávez ya dijo en el último Foro Social Mundial que hay que hacer un Cártel de Deudores, pero los intelectuales y las cúpulas de los movimientos siguen en sus planteamientos nacional-electoralistas que no cambiarán nada en América Latina.

En esta situación no ayudan las indecisiones estratégicas de la política interna de Kirchner que coquetea, al mismo tiempo, con las masas y con elementos de la política de la derecha, sin decidir con quién echar su suerte presidencial. Tiene más miedo a las masas que a la derecha, hecho por el cual no quiere ser ni otro Perón ni otro Chávez. Y parece que en la Casa Rosada ha caído en el olvido el dicho popular argentino, de que «no se puede montar dos caballos con un solo culo» y que, de todas formas, la derecha nunca le va a perdonar que haya tocado dos de sus instituciones más sagradas: a la Fuerza Armada, con su actuación en la ESMA, y a la Iglesia, con el desconocimiento del obispo militar clerical-fascista Baseotto.

El Proyecto Bolivariano corre el peligro de ser nuevamente derrotado, tal como sucedió en la Primera Independencia. Esta vez, la explicación de tal derrota no habría que buscarla en las condiciones objetivas, sino en la incapacidad teórica de entender la fase pre-resurreccional de Argentina y América Latina y forjar, en consecuencia, la imprescindible unidad estratégica nacional y latinoamericana.