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Esclavos en la era de la globalización

Fuentes: Deutsche Welle

El acuciante problema del desempleo y el dumping salarial fomentan la explotación de personas, que no se limita sólo a la industria del sexo. En Alemania, 15 mil personas pueden ser calificadas de esclavos.

La mayoría de los alemanes cree que el trabajo forzado es un problema restringido a las naciones en vías de desarrollo. Pero el fenómeno también tiene lugar en la puerta de su propia casa. De acuerdo con un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), titulado ‘Tráfico humano y explotación en Alemania’, 360 mil de los 12,3 millones de seres humanos considerados como esclavos modernos viven en países industrializados. Se estima que habría unos 15 mil en Alemania, un país donde no existe un sueldo mínimo establecido.

Inmigrantes y mujeres

La OIT intenta ahora ejercer presión para formar una alianza global, dirigida a mejorar las leyes y a despertar la atención ante este problema velado, que constituye en muchos lugares un tabú. ‘El término ‘trabajo forzado’ se refiere a la situación en que una persona es explotada contra su voluntad, obligada a realizar un trabajo en condiciones que no aceptaría voluntariamente’, explica Norbert Cyrus, autor del informe. Las víctimas son personas pobres o carentes de recursos para defenderse, que se ven sometidas a la intimidación o incluso a la violencia. En los peores casos registrados en Alemania, se trata de inmigrantes que habitan en alojamientos sin las mínimas condiciones de higiene, hacinados con 20 personas en una habitación, que trabajan 80 horas a la semana por sueldos miserables y que a veces ni reciben paga.

En términos globales, los beneficios amasados anualmente mediante este tipo de explotación ascienden a cerca de 32 mil millones de dólares (25 mil millones de euros). Un 50% de tal suma se genera en los países industrializados. En Alemania, dos tercios de los afectados son mujeres. Aproximadamente el 60% de los casos se registran en la industria del sexo y las víctimas suelen ser chicas de países como Colombia, Gana, Tailandia o Ucrania, forzadas a la prostitución después de haber sido traídas mediante falsas promesas al país y despojadas de sus pasaportes.

Esclavitud en la industria

Otros sectores en los que se ha detectado el fenómeno son la industria procesadora de carne, la construcción, la agricultura, la gastronomía y la industria textil. Por ejemplo, agencias inescrupulosas reclutan trabajadores a lo largo de Europa del Este, tentándolos con la posibilidad de ganar en Alemania más dinero del que podrían obtener en su país. Pero el panorama que les pintan tiene poco que ver con la cruda realidad. Norbert Cyrus señala que muchos aceptan su situación en la creencia de que cualquier trabajo es mejor que ninguno. ‘La esperanza de mejoras y cambios los mantiene en pie’, señala, puntualizando que ‘otro motivo por el cual aceptan trabajar en condiciones inhumanas es la percepción de falta de alternativas, que los lleva al fatalismo’.

En Alemania, en la industria procesadora de carnes impera lo que podría calificarse de trabajo de esclavos, en vista de la implacable guerra de precios entre las cadenas de descuentos, en un mercado ampliamente competitivo y saturado. Cerca de 26 mil personas perdieron su puesto el año pasado en este campo, siendo reemplazadas por trabajadores de Hungría, Polonia, Rumania y Eslovaquia, que ganan menos de dos euros por hora. Cyrus aclara, sin embargo, que la ampliación de la Unión Europea no es la raíz de este mal. Refiriéndose a la necesidad de una ‘globalización justa’, subrayó que ‘el problema no es la libre circulación de servicios en la UE, sino mantener estándares’ aceptables. Las estadísticas indican que hay que mejorar la protección de las víctimas. ‘Necesitamos mejorar su posición legal e informarlos de sus derechos’, afirma Cyrus. La policía identifica a cerca de mil víctimas de tráfico de personas al año. Pero, en general, sus casos sólo son tratados como una infracción a la ley.