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La fuente básica de corrupción del Comité Olímpico Internacional (COI) es estructural

Resaca olímpica

Fuentes: InSurGente

Como si de una sorpresa se tratara, como si fuera algo insólito o aislado, se presentan las sospechas de corrupción que rodean desde sus orígenes a las afamadas Olimpiadas. Las propias concepciones ideológicas del barón de Coubertin consagraron la «participación empresarial» en las olimpiadas desde sus comienzos. Otra cosa es no querer verlo. Si, para […]

Como si de una sorpresa se tratara, como si fuera algo insólito o aislado, se presentan las sospechas de corrupción que rodean desde sus orígenes a las afamadas Olimpiadas. Las propias concepciones ideológicas del barón de Coubertin consagraron la «participación empresarial» en las olimpiadas desde sus comienzos.

Otra cosa es no querer verlo.

Si, para colmo, desde la llegada del ínclito exfranquista Samaranch a la presidencia del COI se «fomenta» por no decir «se suplica» la intervención de los grandes monopolios de la comunicación (NBC, European Broadcasting Union, etc.) y empresariales (Coca Cola, Kodak, Mc Donalds, Panasonic, Visa Internacional, Nike, Adidas….), a la vez que a penas se toca o simplemente se maquilla la estructura organizativa del COI, jerárquica, antidemocrática, hermética, que controla sus asuntos «deportivos» a puerta cerrada, como si de una «finca particular» se tratara; en unas circunstancias como esas, el clientelismo y la corrupción no es que sean casos aislados, son parte estructural del proceso.

Y ahora nos escandalizamos por que Sebastian Coe, el «gentlemen», ofreciera créditos millonarios a cada uno de los países que quisieran entrenar en sus instalaciones, millones en viajes para atletas y técnicos, cheques para llamadas, descuentos de hasta el 50% en restaurantes, tiendas y espectáculos, estancia «gratuita» para familiares… La Comisión de ética del COI actúa y echa tierra encima, y así, las estructuras ni se dan por aludidas.

Ya el aristócrata de origen franco-alemán, el barón de Coubertin, concebía el deporte como espectáculo organizado por «atletas de élite» y la educación como «esencialmente masculina y selectiva» para formar adecuadamente a los «líderes que capitanearían la conflictiva sociedad liberal del S XX».

Con estos mimbres originarios y con la vinculación de las Olimpiadas a las grandes ferias de comercio que fueron las Exposiciones Universales, hasta el punto de que las celebradas en París en 1900, como factor de promoción comercial, se realizaron en el mismo recinto de la Exposición, incluso el evento fue deliberadamente prolongado para ajustarlo a las demandas de los patrocinadores, pues eso con esos mimbres, el lema olímpico «más fuerte, más alto, mas lejos» se acopló sin dificultades al espíritu competitivo del capitalismo industrial.

Suma y sigue.

Las siguientes se celebraron en Saint Louis (1904), en los Estados Unidos, fue la primera ciudad no europea que organizó unas Olimpiadas. El grado de mercantilización que esta localidad del Sur estadounidense imprimió a los Juegos fue tal que hasta el propio Barón de Coubertin terminó escandalizado. De paso, los americanos aprovecharon el encuentro olímpico para convertir la yarda en la medida oficial de los Juegos.

En la fiesta de apertura, los organizadores inauguraron el desfile con un espectáculo llamado Anthropological Day. El desfile estaba compuesto por un grupo de personas que representaba las razas inferiores: negros, indios y mestizos. Ni que decir tiene que esas «razas inferiores» fueron excluidas de la competición oficial, aunque según recogen las crónicas de la época se les permitió participar en unas competiciones paralelas.

«Por si colaba», el atleta «blanco», vencedor del maratón, Fred Lorz, se montó en un carro para concluir la carrera. No tuvo suerte y fue eliminado cuando los jueces descubrieron el fraude.

Si desde sus orígenes los Juegos Olímpicos estaban impregnados de los valores dominantes de su tiempo, en la actualidad han llegado a «reproducir» la estructura de una auténtica empresa multinacional. El negocio olímpico, hay que llamar a las cosas por su nombre, maneja miles de millones de euros, con todo lo que ello implica.

El COI posee su «lista de precios», a partir de la cual ha establecido una peculiar jerarquía. Existen «socios de primera» «copatrocinadores nacionales», «abastecedores» y «tomadores de licencias».

Los 11 «socios de primera» más importantes en Atenas 2004 fueron Coca Cola, Atos Origin de información tecnológica, John Hancock, de servicios financieros, y las conocidas Kodak, Mc Donald’s, Panasonic, Samsung, Sports Illustrated , Swatch, Visa Internacional y Serox.

Aunque el largo historial de vulneración de los derechos humanos de empresas como Coca Cola o Mc Donalds case muy poco con el «espíritu olímpico», estos socios de honor constituyen la columna vertebral de la estructura financiera del Comité Olímpico Internacional. Sus contribuciones a la Institución deportiva a lo largo de los últimos años rebasan con creces los miles de millones de dólares.

En la misma línea (de casamiento con los ideales) Nike o Adidas, abastecedoras habituales de ropa olímpica, son campeones mundiales en la degradación y vulneración de los derechos laborales de los más débiles. Cientos de miles de trabajadores, en su mayoría mujeres y niños del mundo subdesarrollado, fabrican en régimen de cuasi-esclavitud, las prendas que más tarde vestirán los deportistas de elite.

Tampoco escasean otro tipo de «paradojas» Grecia, país que comparte con Portugal los índices más altos de pobreza y la peor distribución de la renta de Europa, invirtió la friolera de 1500 millones de dólares en poner a punto un sofisticado aparato de seguridad destinado a garantizar la seguridad de los deportistas, funcionarios y espectadores, a la vez que aprobó una ambigua ley antiterrorista que facilitaba el ambiente «seguro y agradable» que exigen los multimillonarios inversores. Inmigrantes, refugiados, solicitantes de asilo y personas sin techo fueron detenidos por la policía griega, sin ningún cargo y con total impunidad.

¿Sumamos y seguimos?

Ayer, Josph Blatter, presidente de la FIFA, tuvo la desfachatez de «lamentar la expulsión del búlgaro Slavkov del COI», corrupto pillado «in fraganti», pero que sigue siendo presidente de la federación nacional búlgara de fútbol, pues la FIFA «no interviene en las federaciones nacionales».

¿Sumamos y seguimos?

Ayer, la Comisión médica del COI descubrió que el 10% de los deportistas que se declararon asmáticos en los Juegos de Atenas 2004, para poder tomar medicamentos prohibidos por su carácter dopante, no padecía esa enfermedad.

¿Y mañana?