1. ¿Qué es el socialismo venezolano? «En Venezuela no habrá comunismo» dice categórico el nuevo Ministro de Defensa venezolano, almirante Orlando Maniglia, recientemente nombrado por el Presidente Hugo Chávez. «La constitución es muy clara, dice que somos un país democrático, con libertad de expresión, con derecho a la propiedad, muchas cosas que en el modelo […]
1. ¿Qué es el socialismo venezolano?
«En Venezuela no habrá comunismo» dice categórico el nuevo Ministro de Defensa venezolano, almirante Orlando Maniglia, recientemente nombrado por el Presidente Hugo Chávez. «La constitución es muy clara, dice que somos un país democrático, con libertad de expresión, con derecho a la propiedad, muchas cosas que en el modelo comunista no existen.»
«¿Es socialista o capitalista la nueva ley sobre el Banco Central?», le pregunta el moderador televisivo al diputado Rodrigo Cabezas. Después de un momento de reflexión, el coautor de la nueva normativa contesta: «Es socialista.» Si esta ley es socialista, pienso, entonces Alan Greenspan también lo es, porque la política del Federal Reserve Board es precisamente lo que contempla hacer la nueva ley.
Al recibir la Presidencia pro tempore de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), en Lima, el Presidente Chávez define, que la revolución es «nacionalista, bolivariana y cristiana». Mucha gente piensa que «ya estamos en el socialismo». Sin embargo, el Presidente dice que vamos «hacia el socialismo», lo que implica que todavía no estamos allí. Asimismo sostiene que Bolívar y Jesús serían socialistas en la Venezuela actual y que el socialismo venezolano es socialismo porque prioriza al ser humano, en lugar del capital.
Que nadie piense que estemos «improvisando la transición hacia el socialismo; cada paso está planeado y pensado» precisa el Mandatario en su programa «Aló Presidente» y como prueba muestra su cuaderno de trabajo, en el cual hay esquemas sobre las diferentes etapas de la transición hasta la fase final, la «sociedad global postcapitalista».
El exComandante guerrillero Douglas Bravo, no coincide con el Presidente. Juzga en el diario «El Nacional», que «Aquí no se ha producido la revolución que muchos sectores aspiraban, sino la mayor transformación de la historia a favor del imperio y de la burguesía» y que, «Chávez, desde luego, es el gran neoliberal». Otro exguerrillero, Teodoro Petkoff, dice públicamente que Chávez va hacia un «socialismo militarizado».
El vicepresidente José Vicente Rangel afirma en La Habana que «vamos a pasar de la democracia bolivariana a la democracia socialista, al socialismo del siglo XXI, con nuestros propios recursos, sin manuales, soberanamente, a partir de nuestras realidades, sin mesianismos de ninguna especie, sin voluntarismos». Una proposición muy positiva aunque, como es obvio, ningún socialismo del Siglo XXI se puede realizar sin un fuerte ingrediente de las aportaciones de la cultura mundial, particularmente la ciencia.
Roy Chadderton, exCanciller del gobierno bolivariano, quien procede del partido de la oligarquía socialcristiana (COPEI), abraza el socialismo del siglo XXI porque «no tiene que ver con el socialismo trasnochado y antidemocrático» del pasado. «Cuando veo a mi Presidente hablando de la democracia participativa y del compromiso con los pobres», estoy de acuerdo, porque todo esto «se basa en la doctrina social de la iglesia»: hay un mensaje «profundamente cristiano donde prevalece lo social».
2. Los Grados de Libertad de la Revolución Bolivariana
Las citas evidencian que existe una enorme fragmentación en la comprensión del concepto «socialismo del siglo XXI» que según la intención del Presidente sería el vehículo teórico estratégico para llevar la Revolución Bolivariana hacia la sociedad poscapitalista. Esta fragmentación resulta de varios hechos, entre ellos: a) de la ausencia de una vanguardia nacional y de un estrato de cuadros medios, capaces de explicar a las clases sociales lo que es el socialismo del siglo XXI; b) la distorsión premeditada de la discusión por parte de intelectuales oligárquicos y, también, de sectores antisocialistas y antibolivarianos dentro y fuera del «Chavismo»; c) la falta de asimilación del único paradigma científico existente del Socialismo del Siglo XXI, elaborado por las Escuelas de Bremen y de Escocia, que resulta en un nivel precientífico de comprensión de los grados de libertad -las posibilidades de evolución- de la Revolución Bolivariana.
Tal fragmentación ideológica, por incomprensión o manipulación antirrevolucionaria, imposibilita la formación de un bloque histórico de poder, unificado por un mismo proyecto de liberación, que pueda servir de sostén defensivo y ofensivo al Presidente, capaz de derrotar las múltiples amenazas a la revolución, desde fuera y, también, desde adentro, donde la falange violenta y la nueva clase política -«los hijos de Miquelena» como la llaman algunos revolucionarios- pretender destruir a Chávez y su Revolución.
3. El carácter de clase de la Revolución
La Revolución venezolana necesita, por tanto, de un Sistema de Posicionamiento Global (GPS) teórico que defina con exactitud, hasta dónde ha avanzado y cuál es el camino que le queda por recorrer. Ese GPS teórico solo puede ser la ciencia contemporánea. Y a la luz de esta ciencia, las coordenadas socio-económicas y políticas de la Revolución Bolivariana se pueden determinar sin mayor problema.
Si la Revolución soviética se destacaba por una dualidad de procesos, la revolución burguesa y la socialista, la venezolana consta de una dimensión más: es trifacética. Coexisten, en ella, al mismo tiempo, una revolución anticolonial (contra la Doctrina Monroe), una revolución democrática burguesa y los gérmenes de una revolución socialista. El peso de la política de Chávez descansa sobre las primeras dos columnas, la tercera es apenas incipiente. Esta ponderación se debe a una razón fundamental: es imposible construir el socialismo, sin haber avanzado en las primeras dos dimensiones.
El carácter anticolonial de la revolución es evidente, tanto en las medidas bolivarianas como en el golpe militar de Washington. En cambio, la necesidad de avanzar más en la construcción del Estado de derecho y en el desarrollo de las fuerzas productivas, antes de pasar al cambio de las relaciones de producción de la economía de mercado, no es tan obvia, pese a hechos como el siguiente.
Durante el proceso bolivariano más de 130 líderes campesinos han sido asesinados, sin que un solo terrateniente haya sido condenado a la cárcel. Siendo el asesinato un delito que los fiscales deben investigar ex oficio, su negligencia en la persecución de esos asesinatos constituye en sí mismo un delito, que tendría que ser investigado por el Estado y castigado, mínimamente, con su destitución. Y nada de esto ha sucedido.
El paso hacia la economía socialista se da, a su vez, cuando: a) se sienten las bases para que sectores estratégicos de la economía comiencen a funcionar sobre la unidad operativa del valor (time inputs), descartándose de manera progresiva la unidad operativa del precio y, b) cuando haya una creciente participación de los trabajadores en las decisiones micro y macroeconómicas.
El establecimiento de cooperativas, la cogestión, la regulación del mercado, el trueque y las empresas no-mercantiles, no significan, de por sí, que se esté construyendo una economía socialista. Las cooperativas, por ejemplo, son formas jurídicas de propiedad económica más democráticas que la Sociedad Anónima de Capital Variable y la pequeña empresa privada —y frecuentemente sirven como «salvavidas» económicas para trabajadores sin empleo o empresas quebradas— pero ni ellas, ni la cogestión o el trueque modifican la lógica de la economía de mercado, ni la ley del valor que se expresan a través del principal mecanismo de expropiación de la riqueza social en beneficio de los empresarios, el precio.
En el sentido de la economía política de Marx es imposible hablar de una economía socialista, mientras no se haya sustituido la economía de mercado mediante una economía de equivalencias, basada en el valor y la planeación democrática de las mayorías. La economía de mercado es incompatible con la democracia real de las mayorías. Solo su abolición, después de una primera fase de coexistencia con la economía de equivalencias, garantiza la entrada al socialismo.
4. Delicados escenarios sobre sucesiones revolucionarios en América Latina
«¿Qué haremos en el 2013, cuando el Presidente Chávez ya no podrá ser Presidente?», me pregunta ante setecientos personas en la Universidad UNELLEZ en Guanare, un compañero bolivariano. «Y qué haremos, si en el 2006 el Presidente Chávez, por un problema de salud, un accidente o lo que sea, ya no podrá ejercer las funciones de la Presidencia?», contesto. Silencio en la sala.
Existe en mucha gente la falsa certeza de que el gran líder estará con ella hasta el 2013, porque ganará todas las elecciones respectivas. Modificándose la Constitución, podría inclusive estar más tiempo. Este es el escenario deseable y hay que trabajar para que así sea. Sin embargo, hay otros escenarios posibles, para los cuales los bolivarianos tienen que prepararse, en aras del realismo revolucionario y de la continuidad del proceso, ante las amenazas externas e internas.
1. Si Chávez dejara de ejecutar sus funciones como líder del proceso venezolano-latinoamericano —por enfermedad, accidente o magnicidio— el proyecto colapsa, sin duda alguna. No existe aun vanguardia a nivel de conducción, ni cuadros medios, ni unidad teórica-revolucionaria, ni líder sustituto en Venezuela que pudieran sostener el proceso. Es evidente que hay algunos jóvenes talentos y que, incluso los grandes estrategas latinoamericanos en el Caribe y en Tierra Firme tienen ideas claras sobre sus posibles sucesores, pero los delfines están aún en proceso de maduración subjetiva y objetiva.
2. Si Fidel deja de ejecutar las funciones de la Presidencia de Cuba en algún momento, ¿qué rumbo tomará el proyecto histórico de la Revolución Cubana? ¿Podría seguir la alianza estratégica con Venezuela? Y si no pudiera seguir, ¿sería posible que la Revolución Bolivariana se sostuviera en un solo país?
3. Si el escándalo de corrupción del Partido de los Trabajadores (PT) llegase a debilitar al partido y a Lula a tal grado, que tuviera que disminuir su apoyo a Chávez, para seguir conservando el apoyo de Washington y de los partidos que lo sostienen en el parlamento, ¿podría desarrollarse la Revolución Bolivariana? Es evidente que sin el apoyo de Brasil la hazaña libertadora se volvería muy difícil.
4. Lo mismo vale para Argentina. Néstor Kirchner está perdiendo la batalla contra el capital internacional, cediendo cada vez más espacios al capital español y al gobierno de Zapatero. En su batalla de retirada, con la derrota final anunciada —por el simple hecho de que ningún Estado nacional latinoamericano solo podría ganar esa batalla— llegará al punto, en que Zapatero y el subimperialismo español lo van a entregar a Washington, sustituyéndolo por un neoliberal. Nuevamente, crearía una situación muy seria para el proyecto bolivariano.
28.7.2005