Cada uno debe 145.000 dólares y la factura sigue aumentando a diario. Eso es lo que le costaría a cada estadounidense pagar las promesas a largo plazo que ha hecho el gobierno a sus acreedores, los jubilados, los veteranos de guerra y los pobres.Añada el endeudamiento personal mediante tarjetas de crédito y préstamos hipotecarios y […]
Cada uno debe 145.000 dólares y la factura sigue aumentando a diario. Eso es lo que le costaría a cada estadounidense pagar las promesas a largo plazo que ha hecho el gobierno a sus acreedores, los jubilados, los veteranos de guerra y los pobres.
Añada el endeudamiento personal mediante tarjetas de crédito y préstamos hipotecarios y súmele el enorme déficit comercial que tiene el país. ¿Y los ahorros? Como si todo lo anterior fuera poco, tenga en cuenta que en Estados Unidos, el residente promedio apenas ahorra 1 dólar por cada 100 que gana.
Los hábitos de despilfarro se reflejan en Washington y en el mercado mundial, donde Estados Unidos gasta -1.900 millones de dólares diarios- más en artículos importados que todo el resto del mundo gasta en bienes y servicios.
Una nueva encuesta de Associated Press Ipsos halló que apenas una tercera parte de los consultados reduciría sus gastos para contribuir a reducir el déficit fiscal, y todavía menos accederían a un aumento de impuestos.
Un posible desastre fiscal
Es una combinación explosiva que hace que economistas, funcionarios del gobierno y dirigentes políticos alcen la voz de alarma sobre un posible desastre fiscal, que incluiría un desplome de los precios de las viviendas, un alza en las tasas de interés, pérdida de trabajos y una crisis en los servicios que ofrece el gobierno.
David Walker, interventor general federal, o sea auditor de la contabilidad del gobierno, fue contundente en una entrevista con la AP.
«Creo que la nación enfrenta una encrucijada crítica y que las decisiones que se tomen -o no se tomen- más o menos dentro de los próximos diez años tendrán un profundo efecto sobre el futuro de nuestro país, nuestros hijos y nuestros nietos. El problema se agranda cada día, y la marejada se acerca a velocidad´´.
No hay duda que adquirir deudas no es totalmente negativo: el acceso fácil al dinero ha sido una herramienta vital para levantar negocios en Estados Unidos, desde tiendas familiares hasta multinacionales. Zonas como Las Vegas están creciendo con nuevas viviendas que serán adquiridas con dinero prestado. Pero algo ha cambiado. Una epidemia de deudas se extiende desde el gobierno hasta el mercado mundial.
Los estadounidenses no ahorran
Los estadounidenses solían ahorrar, pero ya no. La tasa de ahorros subió y bajó después de la Segunda Guerra Mundial: primero subió al 11% y después bajó al 7%. Pero en los últimos años, los ahorros han caído verticalmente a apenas el 1,8% el año pasado, y casi cero en los últimos meses.
Incontenible aumento de las deudas de las familias estadounidenses
La falta de ahorros se refleja en un aumento en la deuda. En el 2000, la deuda por familia superó el 18% del ingreso disponible por primera vez en 20 años, lo que significa que la deuda consume casi 1 dólar por cada 5 que las familias en Estados Unidos tienen que gastar después de pagar las deudas con que viven y comen.
En vez de ahorrar, los estadounidenses se han conformado con el valor creciente de sus casas. Pero hay un encendido debate en curso acerca de si el auge de la vivienda se está convirtiendo en una burbuja que puede estallar en algún momento.
«Veo gente más joven que yo con empleos comparables que manejan vehículos nuevos y tienen un bote y una hipoteca y otras cosas´´, observa Jo Canelon, trabajadora social de 46 años en Statenville, Georgia. «Y me pregunto a cuánto ascenderá su deuda´´.
Paralelismo de las deudas con la obesidad
Canelon ve un paralelismo en el aumento de la obesidad: una actitud persistente de conseguir satisfacción inmediata no importan las consecuencias. El pueblo estadounidense parece querer lo mejor de los dos mundos: rebajas de impuestos y servicios del gobierno, a la vez que confían en que los fondos saldrán de algún lado.
Una encuesta de Associated Press Ipsos a 1.000 adultos tomada del 5 al 7 de julio halló que un porcentaje mayoritario -70%- estaba preocupado por la magnitud del déficit federal «algo´´ o mucho´´.
Pero únicamente un tercio -35%- estaban dispuestos a reducir los gastos del gobierno y enfrentar una reducción de servicios para equilibrar el presupuesto. Aun menos -18%- aceptaban aumentar los impuestos para mantener el nivel actual de servicios. Apenas el 1% deseaba aumentar impuestos y a la vez reducir los gastos. La encuesta tiene un margen de error de 3%.
Superávit de 236.000 del 2000 se tornó en déficit de 412.000 millones de dólares en 2004
Hace unos pocos años, las finanzas del gobierno eran las más sólidas que en toda una generación. Pero no duró mucho. El superávit de 236.000 millones de dólares del 2000 se tornó en un déficit de 412.000 millones de dólares el año pasado. El gobierno tuvo que tomar prestada esa cantidad para zanjar la brecha entre sus ingresos y sus gastos, diferencia que se llama déficit federal.
¿La culpa? Podría citarse la burbuja del auge de las empresas de internet y la recesión consiguiente, las rebajas impositivas federales del presidente George W. Bush, los ataques terroristas del 2001 en Estados Unidos y las subsiguientes invasiones de Afganistán e Irak.
De todos modos, el déficit federal no es tan grande en proporción a la magnitud de la economía, como en la época del presidente Ronald Reagan. Algunos notan que la situación está mejorando: los informes más recientes proyectan un déficit de 331.000 millones de dólares para el 2005, casi 100.000 millones de dólares menos que lo anticipado. La deuda -la cantidad de valores y bonos que hay que cancelar- está muy por debajo de lo que estaba a principios de los años 90.
Pero tres preocupaciones mayores rondan en el horizonte
Los tres principales programas de ayuda social -seguro social, seguros médicos Medicare y Medicaid- formulan promesas para el retiro y el cuidado de la salud que conllevan un enorme costo que crece a medida que la población envejece.
Y sigue creciendo: la deuda, el déficit, las promesas de esos programas ambiciosos, las pensiones, el cuidado de la atención de los veteranos de las fuerzas armadas. El total asciende a 43 billones (correcto: 43 trillón en inglés) de dólares, dice Walker, el interventor general federal, que dirige la Oficina de Contabilidad del Gobierno. Es de allí de donde procede la cuenta de 145.000 dólares por cada persona en Estados Unidos.
Los peligros son evidentes para Felicia Brown en Saginaw, Michigan. Son los líderes los que los ignoran, opina la cajera y madre de tres hijos: Nos infunden esta idea de que debemos comprar, comprar, comprar… No estamos ahorrando nada´´.
Algunos, sin embargo creen que la situación no es tan sombría
Ben Bernanke, quien recientemente dejó la Junta Federal de la Reserva para desempeñarse como el principal asesor económico de Bush, sostuvo que el problema no radica en Estados Unidos sino en el exterior, donde la gente prefiere ahorrar en vez de invertir o gastar su dinero. Aunque hace falta equilibrar el presupuesto federal, la clave consiste en estimular a otros países a crear mayor actividad económica, argumenta Bernanke.
Se encaminan este año a gastar 680.000 millones de dólares más en artículos extranjeros
El déficit comercial -la diferencia entre lo que importa y exporta Estados Unidos- es el mayor de su historia, tanto en números absolutos como en comparación con el tamaño de la economía.
Los estadounidenses se encaminan este año a gastar 680.000 millones de dólares más en artículos extranjeros -como ropas confeccionadas en China y teléfonos celulares escandinavos- que lo que los consumidores del extranjero gastan en productos estadounidenses. La catarata de artículos fabricados en Asia recientemente obligó al puerto de Los Angeles a operar 24 horas al día.
Hace casi dos décadas, el país se inquietaba por un desequilibrio comercial equivalente al 3,1% de la economía global, o sea el producto interno bruto. Ahora se ha duplicado con creces, aproximadamente al 6,5%.
He aquí cómo los economistas, desde el ex titular de la reserva federal (banco central) Paul Volcker hasta los analistas en el Fondo Monetario Internacional, explican el peligro que crea:
1-Los estadounidenses se endeudan para llevar una vida más allá de sus medios y gastan dinero prestado para comprar bienes, muchos de ellos del exterior.
2-El gobierno suministra más servicios de los que puede solventar y se endeuda para cubrir la diferencia.
3-Los bancos extranjeros cubren cada vez más esa deuda adquiriéndola, en forma de bonos del tesoro de Estados Unidos, lo que ayuda a mantener bajas las tasas de interés y a los consumidores estadounidenses comprando.
Podría estallar si los bancos extranjeros redujeran su inversión en el dólar
Los expertos consideran que esa relación es insostenible. La situación podría estallar si los bancos extranjeros redujeran su inversión en el dólar, dice Nouriel Roubini, profesor de economía en la New York University.
Los economistas y los líderes empresariales observan atentamente la reciente decisión china de abandonar la relación fija del valor de su moneda, el yuan, con el dólar para vincularlo en cambio con una canasta de diferentes divisas. La medida podría hacer que el dólar se viese menos expuesto a un giro súbito de los inversionistas extranjeros, o quizás podría impulsar a esos inversionistas a buscar otros horizontes y tornar aun más precaria la situación de Estados Unidos.
Lo mismo podría suceder si se produjera alguna de varias posibles conmociones económicas: aumentos todavía mayores en el precio del petróleo, un ataque terrorista de gran magnitud, otra guerra.
A la larga, consideran Roubini, Walker y otros, el desastre puede evitarse, pero va a requerir que el pueblo de Estados Unidos y sus líderes pongan sus finanzas en orden para reducir el déficit federal y el déficit comercial.
Interrogantes temibles:
¿Qué sucederá si el dólar se desploma: caerán también las acciones? ¿Y si suben las tasas de interés, qué ocurrirá con los propietarios de casas y el valor de las viviendas? ¿De qué modo el gobierno mantendrá todas sus promesas?
Bueno, nadie le está pidiendo a cada uno de los residentes de Estados Unidos que extienda un cheque por 145.000 dólares, al menos no por ahora. Pero las presiones están aumentando en todo el mundo, en Washington y en los hogares estadounidenses para arreglar la situación.
«Estamos viviendo más allá de nuestros medios´´, dijo Roubini, «y tenemos que poner la casa en orden».