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Ventajas indudables del TLC

Fuentes: Rebelión

La ventaja indudable del TLC es que asegura que por muchos años la economía peruana será aún más primario-exportadora de lo que ya es, o sea minera y sus complementos: harina de pescado, extracción maderera, cafetalera, etc., y un pequeño sector también recibirá los beneficios de la venta al extranjero de productos industriales ligeros (textiles) […]

La ventaja indudable del TLC es que asegura que por muchos años la economía peruana será aún más primario-exportadora de lo que ya es, o sea minera y sus complementos: harina de pescado, extracción maderera, cafetalera, etc., y un pequeño sector también recibirá los beneficios de la venta al extranjero de productos industriales ligeros (textiles) y agroexportaciones. Tendremos muchos más casos Majaz, Tintaya, Cerro Verde, Yanacocha, Antamina, mientras duren las reservas minerales y los precios internacionales continúen hacia el alza. El lobby exportador que ha demostrado su fuerza en este último año será ganador absoluto. Y algunas personas seguirán creyendo que lo que beneficia a ellos, es bueno para el país.

La ventaja será también que las empresas trasnacionales de Estados Unidos (muchas se nacionalizarán como estadounidenses, como pasa siempre en estos caso) tendrán una protección legal mucho mayor a la que ya tienen. Serán peruanas para lo que les favorece y litigarán en tribunales internacionales de comercio ante cualquier observación del Estado, representado por el gobierno central, gobiernos regionales y municipales. Las comunidades no podrán actuar contra ellas. Por tanto podrán barrerse esos obstáculos al desarrollo que representan la protección ambiental, los derechos comunales y de pueblos indígenas, los reclamos locales y regionales de contribución al desarrollo, las demandas laborales, etc.

Más ventajas: el TLC, nos favorecerá como consumidores de tecnología, productos terminados y alimentos básicos de los Estados Unidos, desplazando una vez más a los productos nacionales. El Perú será un inmenso Wong y una vasta Saga-Fallabella. Para los que puedan pagar, por supuesto. El resto será Mesa Redonda o mercadillo de Juliaca. Gamarra sin productores. San Juan de Lurigancho sin microempresa. Trujillo sin fabricantes de calzado. Ica sin algodoneros. Piura sin arroceros. Huancayo sin paperos. Etc. Seguro que bajarán los precios de las computadoras en las tiendas, pero perseguirán un poco más a los de la avenida Wilson, para que no descubran los secretos de Bill Gates, que hacen ganar tanto dinero. Seguro que comeremos golosinas made in USA, pero no podemos saber que pasará con los empleos que actualmente existen para estos productos. Quienes recuerden cómo quedó el país después de la apertura de los 80 y su amplificación en los 90, cómo se convirtió la avenida Argentina en cementerio de industrias y se le quitó el orgullo al parque industrial arequipeño, podrán hacer el ejercicio mental de imaginar el impacto de la repetición a lo grande de una receta cuyos efectos se saben de memoria.

Otra ventaja: vamos a tener una cantidad mucho más grande de patentes de productos de Estados Unidos reconocidas para que no podamos hacerlos en el país sin pagar regalías a los gringos. En medicina, por ejemplo, las medicinas de marca van a desplazar en unos cuantos años gran parte del mercado de genéricos, por la velocidad de experimentación e innovación de la gran industria. Claro, tal vez bajen los precios de las pastillas y jarabes para quitar dolores o bajan la fiebre. Y se puede hacer la suma de cantidades de estos productos que se venden en el mercado y decir que el impacto es reducido. Pero vayamos a contar eso a los pacientes de Sida, Cáncer, Diabetes, TBC, Hipertensión, etc., enfermedades crónicas cuyas curas están en plena evolución. En el futuro será muy caro para la población enfrentar estas enfermedades e imposible para el sector de menores ingresos.

Los bueno es que cuando Estados Unidos vaya a discutir a la OMC con los que se oponen a que se extiendan los períodos de patentes y que rechazan las barreras para que los países que producen medicinas más baratas (India, Brasil) abastezcan con productos alternativos a los más pobres, mientras se mantienen las políticas de subsidiar exportaciones agrícolas y se empobrece al tercer mundo; podrá decir que ya tiene acuerdos (TLC) con muchos gobiernos que prefieren la medicina cara y el monopolio norteamericano, y que no les preocupa que los subsidios permanezcan. Toledo, Uribe, entre otros. Se habrá desacreditado la exigencia de un comercio mundial más justo, gracias a que hay países que aceptan la injusticia y la presentan como una habilidad para incorporarse a la «globalización».

Una ventaja indudable del TLC es que permite modificar la Constitución y las leyes por fuera del Congreso, evitando que el pozo séptico (Andrés Bedoya), el Congrezoo (Salinas), el colmo de los colmos (Correo), los que juran «por la plata», los violadores de menores, los de la valla para que no entren otros, los que votan sin darse cuenta, etc., tengan otra intervención que no sea la de hacer sonar su timbre para aprobar lo «negociado» por Ferrero-De la Flor, sí o sí. Un TLC, evita referéndums, asambleas constituyentes, debates de congreso, y convierte en permanente el modelo económico neoliberal, con el soporte de los Estados Unidos. Así nos evitamos los riesgo de la política, porque quién sabe si los próximos años se elige a un aventurero, un populista, un socialista, que puede hacernos perder todo lo ganado en la economía. El TLC nos ancla en una política económica y nos libera de tener que pensar en el futuro como organizar nuestra economía. Una verdadera ganga para un país donde los gobernantes suelen evitar el pensamiento.

El TLC garantiza que la economía peruana estará permanentemente abierta y que renunciamos a proteger y apoyar cualquier sector de la economía, en la agricultura, la industria o la generación de tecnología. Lo que no hayamos reservado para liberalizar más adelante, se liberaliza ahora y para siempre. El camino al revés por el que se desarrollaron las actuales primeras economías del mundo. O sea hacemos lo que no dicen que hagamos, y no lo que ellos hicieron cuando empezaban a desarrollarse. También asegura que el Estado no meterá sus narices en la economía y dejará que el mercado lo decida todo. El mercado dominado por grandes empresas, como todos sabemos. Acaba de reportarse el estado de ganancias de la banca y las ganancias son fabulosas para un solo año. También las mineras se la llevan en bolsa grande. La pesca también está dando bárbaras ganancias a pesar que la biomasa está en claro descenso. Hay otros sectores que hacen mucha plata. Pero Toledo y Matuk están empeñados en demostrarnos que «chorreo» significa que se baja de 53.4% de pobreza nacional a 58.2%.

El TLC también refuerza la idea del contrato intocable con las grandes empresas, por el cual Cerro Verde no pagará regalías y otros derechos hasta el 2012, cuando haya mucho menos cobre en la veta que explota. Tintaya seguirá aportando un día de su valor de producción al desarrollo de la provincia de Espinar y le seguirá pareciendo demasiado. Las empresas de petróleo y gas seguirán facturando a precios de Texas, los hidrocarburos que sacan de la selva peruana y los que traen de Ecuador a mucho menor precio. La telefónica seguirá resistiendo los embates para ajuste las tarifas a niveles sudamericanos. Y la electricidad seguirá subiendo cada seis meses a pesar de todos los anuncios de Toledo en sentido contrario. Con el TLC se podrá privatizar el agua potable para meterla en el paquete de los servicios caros. Y habrá un mejor marco para privatizar el riego agropecuario. Es decir el riesgo país estará amarrado al piso, y el único riesgo será que nos quedemos sin país.

La ventaja en cuanto a leyes laborales es que el TLC nos obliga a confirmar los ocho convenios de OIT que Estados Unidos ha ratificado hasta ahora, pero no exige que nuestro socio lo haga respecto a los más de cien que ha suscrito el Perú. Por tanto se protege apenas algunas garantías internacionales y lo demás quedará al descubierto. En materia ambiental que no habrá leyes ni normas de protección que puedan ser aplicadas por el Estado sin consulta con las empresas que puedan considerarse afectadas y el socio de Washington que actúa como su protector. En el aspecto cultural la mayor ventaja es que estamos por fin entendiendo que cultura en realidad es entretenimiento y que entretenimiento son servicios y mercado. En conclusión que si ahora las pantallas de cine están copadas al 95% por productos yanquis, querer normar para que haya una cuota de material peruano es competencia desleal y proteccionismo. Algo parecido para la televisión. Y cualquier porcentaje de programas, artistas, música, motivos nacionales, afecta el libre mercado. Así que también en este sector vamos a tener que pasar de la producción al comercio, con el detalle de que también se afectará creación y calidad artística, identidad y otros conceptos que parecen demasiado sofisticados para nuestros negociadores, que fruncieron el ceño cuando les hablaron de la reserva o excepción cultural que se plantea en otros países, incluidas las potencias capitalistas de Europa.

¿Quieren conoce más ventajas? Bueno todavía no hemos hablado del agro. Y ahí la cosa es seria. Porque vamos a vender espárragos, mangos, alcachofas, uvas, cítricos, quién sabe si lúcuma, condimentos, productos orgánicos, etc. Sólo que esto representa el 3% de la agricultura, frente al arroz, el maíz, el algodón, azúcar, trigo, papa, cebada, que equivalen al 95%. Unos ganan y otros pierden. Como debe ser. Sobre todo si los que deciden eso son un grupo de abogados reunidos en una mesa de negociación. Lo mejor es ganar sin cargo de conciencia por los que pierden, con el soporte de la ideología. Basta decir que el futuro es la exportación, exportar o morir, toda la agricultura se puede convertir en exportable, y luego embolsicarse las ganancias que dejan estas frases hechas. ¡Qué problema hay que el presidente de COMEX esté haciendo ofertas para comprar más tierras en Ica a los algodoneros quebrados para aumentar sus exportaciones y luego escriba que por sus contactos él sabe que el TLC está muy bien negociado!, ¡O que un importador algodonero se pasee por los canales de televisión denunciando que los comunistas quieren parar el TLC para vivir de la pobreza, mientras empobrece a los productores agrarios ingresando fibra subsidiada para venderle a los textileros!.

Y para ponerle al cereza a todo el pastel está el hecho que se acaba ATPDEA y que sus beneficios se prolongarán a través del TLC. Digamos que ATPDEA tiene que ver con el 20% del incremento de exportaciones los últimos años (el 50% son precios) y con unos 50 mil puestos de trabajo (del millón que prometió Toledo), pero también con las metas de reducción de cocales, las medidas de represión que ejecuta el gobierno y el intervencionismo yanqui a través de DEVIDA. ¿Irá el señor Bush a dejar su programa antidrogas en el aire?, ¿no le interesa al gobierno de Estados Unidos tanto como a los de la región andina, mantener los acuerdos en este campo?, ¿alguien cree que ATPDEA fue un regalo? Parece que sí lo era. Por lo menos todos actuamos como si se tratara de otra droga de la que no nos podemos privar. Entonces vamos a dar todo el paquete TLC, por mantener ATPDEA y por añadidura les vamos a mantener la política antidrogas gratis, o como dice Toledo en la «negociación política». Y tal vez otras bagatelas que nos están pidiendo: entrar al plan Colombia, como zona de contención a la guerrilla; votar por excluir a las tropas de EEUU de los alcances de la Corte Penal Internacional; resolver como especiales los casos judiciales que involucran intereses estadounidenses en la justicia peruana; apoyar políticas respecto a Cuba, Venezuela y otros países; etc.

Se puede ver que hay muchas ventajas con el TLC. Lo que pasa es que no ha habido una suficiente comunicación para que nos enteremos del paraíso que nos están construyendo. Por eso el presidente comprometió su nombre en esta negociación. Para que los peruanos de las siguientes generaciones lo recuerden siempre como el que más cerca ha estado de convertirnos en una estrella de la bandera de Estados Unidos.