Los banqueros centrales suelen ser personajes oscuros que permanecen encerrados en instituciones con poca presencia pública, recubiertas de la solemnidad que se confiere a los asuntos serios como son los del dinero y las inversiones que se reservan para los ricos. Su trabajo se envuelve en ritos de la política monetaria, celosamente guardados para los […]
Los banqueros centrales suelen ser personajes oscuros que permanecen encerrados en instituciones con poca presencia pública, recubiertas de la solemnidad que se confiere a los asuntos serios como son los del dinero y las inversiones que se reservan para los ricos. Su trabajo se envuelve en ritos de la política monetaria, celosamente guardados para los iniciados que conocen las entrañas del funcionamiento de la economía, es decir, tratan con asuntos incomprensibles para la inmensa mayoría de la población y desde ahí cuidan bien que así sea.
La economía capitalista funciona a partir del dinero, mediante el cual se hacen todas las transacciones que tienen que ver con la producción, el empleo y el intercambio de las mercancías. Los bancos y otras entidades financieras son esenciales para administrar las corrientes de dinero y de crédito, y es en ese circuito financiero, en un lugar prominente, donde se ubica la autoridad monetaria del gobierno: el banco central.
La manera en que operan estos bancos ha cambiado significativamente en todo el mundo durante las últimas décadas, pues se les ha conferido el rango de independencia frente al gobierno con el propósito de evitar que sea utilizado para fines que pueden generar inestabilidad y hasta crisis financieras, como ocurre con el déficit fiscal. El objetivo principal del banco central es mantener el valor de la moneda, es decir, contener la inflación. En México, esto consta incluso en el artículo 28 de la Constitución.
El asunto de la independencia puede ser controvertido, pues ésta no debería eliminar la exigencia de un esquema claro de rendición de cuentas, puesto que lo que hacen tiene que ver con recursos y servicios públicos. Aquí este tema se mantiene con innecesaria vaguedad.
Quienes dirigen estos bancos no están libres de conflictos políticos. Un caso extremo es el de Paraguay hace un par de décadas, cuando el presidente del banco central estuvo implicado en la desaparición de las divisas depositadas en la bóveda. Está también el reciente caso del presidente del banco central italiano involucrado en tráfico de influencias. Y en nuestro país tenemos la anomalía de que el gobernador del Banco de México (BdM) está vetado para formar parte de la junta de gobierno del IPAB, órgano que protege a los ahorradores de los bancos y que trata el rescate financiero provocado por la crisis de 1994, por supuesta responsabilidad en el mismo.
Una de las figuras más conocidas y llamativas en el entorno de los bancos centrales y de la política monetaria es Alan Greenspan, presidente del Sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed). Su popularidad como banquero central es única. Y lo es porque el dólar es la moneda más importante en el mundo, pero también por la capacidad que se le reconoce para fincar la estabilidad financiera de la economía de ese país. El puesto de Greenspan es clave y dejará su cargo en enero luego de 18 años y medio. Este hecho ha merecido más atención pública en los medios que el nombramiento del nuevo jefe de la Suprema Corte de Justicia, John Roberts.
La Fed cuenta con un instrumento esencial para conducir la política monetaria, pues fija la tasa de interés de los fondos federales que sirve de referencia a todo el sistema de precios de los créditos. Greenspan ha usado esa capacidad para sobrellevar episodios de tensión y hasta de crisis en los mercados financieros, evitando la inflación, las recesiones profundas y manteniendo bajo control el valor del dólar. Cada vez que la Fed fija la tasa de interés es una señal sobre las condiciones del mercado financiero para los agentes económicos de todo el mundo y los demás bancos centrales.
El remplazo de Greenspan ocurre en condiciones económicas de cuidado. Aunque el ritmo de crecimiento de la producción se ha sostenido, aumentan las presiones sobre los precios, lo cual ha provocado que las tasas de interés se hayan elevado de modo constante en el último año. Además, se agrandan el déficit comercial y el fiscal que presionan sobre la actual estabilidad y crean un entorno de creciente incertidumbre. Por mejor que sea negociada políticamente la sucesión en la Fed puede representar cierta inestabilidad en los mercados.
La Reserva Federal consta de 13 bancos que cubren distintas regiones de Estados Unidos y la influencia de sus decisiones monetarias repercute especialmente sobre sus vecinos. Para efectos prácticos los bancos centrales de Canadá y México podrían pensarse como dos más del sistema.
El estrecho margen de maniobra del BdM para ejercer la política monetaria está muy vinculado con la entrada de dólares al país, así como en evitar que salgan en desbandada, y con las decisiones que se toman en Washington respecto a las tasas de interés. Los factores externos predominan sobre los internos y lo que se advierte es una disociación entre la gestión monetaria y el crecimiento de la economía.