La reunión anual del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), celebrada en Washington recientemente, acabó con felicitaciones mutuas y palabras grandilocuentes sobre el gran paso dado por ambas instituciones en pro de la lucha contra la pobreza. El FMI y el BM han decidido, después de algunas dudas, aprobar la propuesta del […]
La reunión anual del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), celebrada en Washington recientemente, acabó con felicitaciones mutuas y palabras grandilocuentes sobre el gran paso dado por ambas instituciones en pro de la lucha contra la pobreza.
El FMI y el BM han decidido, después de algunas dudas, aprobar la propuesta del G8 de cancelar la deuda multilateral que con estas instituciones tiene un grupo entre 18 y 38 países del sur.
‘Los líderes de 38 países ya no tendrán que elegir entre gastar sus recursos en beneficio de sus pueblos o rembolsar deudas imposibles de pagar, que a menudo han sido el legado de gobiernos anteriores’, declaró el presidente del Banco Mundial (y responsable del diseño de la invasión de Estados Unidos a Irak) Paul Wolfowitz. Pero esto está bien lejos de la realidad.
La iniciativa, reafirmada por el BM y el FMI, no es otra que la propuesta -a la cual se le ha dedicado gran atención mediática- de los ministros de finanzas del G8, los cuales se reunieron en Londres en junio de este año, al mismo tiempo que la ratificación de la decisión de los jefes de gobierno del G8 tomada en Gleaneagles (Escocia) en julio último.
Recordemos en qué consiste la iniciativa: el FMI, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo cancelarán las deudas que tienen con ellos los países que hayan llegado al punto de culminación de la Iniciativa HIPC (liberalización de los mercados internos, privatizaciones, exportación a toda costa, reducción de servicios sociales, entre otros).
Hasta ahora hay 18 países que pueden beneficiarse de esta cancelación, aquellos que han implementado con éxito los programas económicos marcados por el FMI en el marco de la Iniciativa HIPC. El número parece que puede crecer en 10 países más, a principios de 2006.
Una decena de países HIPC, clasificados así porque se encuentran en las primeras etapas de la Iniciativa, podrían no llegar a beneficiarse en ningún momento de esta cancelación si no cumplen con las duras exigencias de las políticas económicas restrictivas que ésta impone.
Además, quedan fuera todos los países que no se encuentran bajo la Iniciativa HIPC, países como Haití, Bangladesh o Nepal, entre los más empobrecidos del planeta de acuerdo con las propias estadísticas de esos organismos financieros internacionales.
También están ausentes de esta propuesta países como los que fueron azotados por el Tsunami del sureste asiático en diciembre pasado, o países como Nigeria o Angola que podrían tener un papel destacado en el desarrollo del continente africano.
De hecho, los 40 mil millones de dólares prometidos en cancelaciones suponen tan sólo el 2,5 por ciento de la deuda externa total de los países empobrecidos. ¿Porqué Wolfovitz y De Rato -Director Gerente del Fondo Monetario Internacional- se obstinan en llamarla ‘cancelación del 100 por ciento de la deuda’?
Wolfovitz se equivoca al afirmar que los países beneficiarios ya no tendrán que escoger entre ‘gastar sus recursos en beneficio de sus pueblos o rembolsar deudas imposibles de pagar’, pues el acuerdo hace referencia tan sólo a una parte de las deudas multilaterales, excluyendo las deudas bilaterales y privadas, e incluso las deudas de los países latinoamericanos beneficiarios al Banco Interamericano de Desarrollo. Por ejemplo, un país como Bolivia tan sólo verá reducido el servicio de la deuda en un 24 por ciento, Etiopía en un 29 y Zambia en un 38 por ciento.
Además, los países recibirán cancelaciones tan sólo después de implementar las políticas económicas ‘adecuadas’, de manera que les quedará ya poco dónde escoger, pues estas políticas brindan los presupuestos de los países del sur y limitan enormemente el gasto social.
Nuevamente se trata de cancelaciones condicionadas a la adopción de medidas económicas neoliberales diseñadas desde Washington. Finalmente, hay países como Bélgica que están presionando para que las cancelaciones se hagan efectivas de forma escalonada, a medida que los países beneficiarios vayan cumpliendo con las condicionalidades.
Además, la promesa de cancelación asumida por el BM y el FMI depende de que se hagan realidad aportaciones ‘voluntarias’ de los países donantes a dichas instituciones para sufragar las pérdidas que provoquen estas cancelaciones. Un esquema muy similar al de la Iniciativa HIPC.
En 1999 los países del G8 anunciaron el refuerzo de esta iniciativa, prometiendo hasta 100 mil millones de dólares en cancelaciones, que debían hacerse realidad a medida que los países ricos aportaran recursos al Fondo Fiduciario HIPC del Banco Mundial y el FMI (HIPC Trust Fund) y realizaran cancelaciones bilaterales. Tan sólo poco más de 30 mil millones de dólares han sido cancelados (unos 44 mil millones de dólares comprometidos en total). Quedan más de 50 mil millones de promesas que se desvanecieron en el aire. ¿Quién nos dice que esta vez no va a pasar lo mismo?
En conclusión, lo que los mandatarios de los países ricos presentan como un triunfo y un gran paso hacia la erradicación de la pobreza, no es más que un leve alivio para algunos países empobrecidos y una gran maniobra de distracción y limpieza de cara. Una distracción respecto a cuestiones como la Ilegitimidad de la Deuda o la existencia de Deudas Ecológicas y Sociales que los países del Norte siguen acumulando sin reconocerlo.
El mismo Wolfovitz hacía referencia en sus declaraciones, sin abordar el tema en su justa medida, a las deudas que ‘a menudo han sido legado de gobiernos anteriores’. Estas deudas fueron en gran medida contratadas por regímenes despóticos o por gobiernos corruptos, en ocasiones el dinero fue destinado a proyectos que atentaron contra los derechos humanos, económicos, sociales o culturales, o causaron desastres ecológicos.
La realización de Auditorías Integrales sobre la Deuda Externa, tal y como reclamamos desde los movimientos sociales, podría dilucidar el grado de ilegitimidad de la Deuda Externa. Pero el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional prefieren lanzar alivios insuficientes y condicionados, relegando el problema de la Deuda a una cuestión meramente financiera, antes que afrontar sus dimensiones políticas.