Cuando nos llega la noticia de la futura construcción del Super Muro Norteamericano, inmediatamente se nos venga a la mente el TLC de Centro América, que firmaron los distintos gobiernos de esa región hace sólo meses, así como el TLC Andino, que recientemente rubricó Perú.
Porque ellos no van a buscarte/ Ellos no van a salvarte /Ellos no van, ellos no van, no, no /Tú no la vas a creer. /»Fíjate bien» (Juanes)
La sociedad moderna cada día inventa nuevas formas alucinantes de mantenernos a nosotros los adultos, a nuestros jóvenes, y a nuestros niños entretenidos y embobados. Las máquinas electrónicas de juegos virtuales que a diario se proliferan como hormigas gigantes en manos de niños, adolescentes, y hasta mayores y adquieren una creciente verosimilitud hasta tal punto que llegará el momento en que la realidad de dichos juegos rebasará la de nuestra vida cotidiana; la televisión, el cine, y, por supuesto, el fútbol, el endiosado fútbol que nos hace sufrir y soñar a todos como criaturas, nos mantienen lejos de ponernos a ponderar los últimos acontecimientos nacionales y atar los cabos de los mismos que presagian un desenlace catastrófico para el Ecuador.
Los acontecimientos a los que me refiero son los espásticos e ingenuos intentos del gobierno ecuatoriano por firmar un nefasto y asimétrico tratado de libre comercio con la primera potencia económica y militar del mundo-acontecimientos que, vinculados a lo que ha sucedido en México durante 10 años después de la firma del TLCAN (el TLC entre EE.UU., Canadá y el país azteca), auguran que cosas iguales o más fúnebres caerán como lluvia ácida sobre esta nación andina. En pocas palabras, México se ha convertido en el espejo donde podemos observar nuestro triste futuro. Lo que ellos han sufrido y están sufriendo será también nuestro castigo si claudicamos y firmamos ese horrendo y engañoso acuerdo llamado TLC Andino.
Los norteamericanos tienen un lema estupendo: «The handwriting is on the wall.» Lo escrito a mano reposa sobre la pared. Esta expresión (equivalente a decir: «lo que va a suceder se cae de la mata») viene perfectamente bien al caso y reverbera llena de ironía con respecto al gran muro que Estados Unidos va a construir en su frontera con México, porque allí precisamente está «the handwriting,» la escritura escandalosa, el mensaje fatídico para todos nosotros latinoamericanos garabateado con gran desprecio por parte del Imperio: «Después de que firmen su TLC conmigo, no esperen misericordia ni compasión de parte mía. No voy a buscarles ni voy a salvarles. Les tendré, como baraja debajo de la manga, sólo este gigantesco e interminable muro para mantenerlos distantes, tranquilos y obedientes bajo una nueva esclavización y una recolonización dentro de la tierra que los vio nacer pero que ya no será únicamente suya. Ustedes no lo van a creer.»
La construcción de este enorme cerco doble (que tendrá 1.100 kilómetros de largo y será el muro más largo del mundo, gozando de detectores de movimiento e iluminación nocturna) es parte de una legislación que fue aprobada el 15 de diciembre de 2005 por la Cámara de Representantes de Estados Unidos por 260 votos a favor y 159 en contra y que fue respaldada plenamente por el presidente George W. Bush. El muro, que ya se comienza a comparar con el abominable pero ya derrocado Muro de Berlín y costará un millón de dólares el kilómetro con una factura total de 1.100 millones de dólares, se erigirá en partes de California, Arizona, Nuevo México y Texas. El propósito esencial del Muro Norteamericano es frenar la masiva inmigración de latinoamericanos, presente y futura, hacia EE.UU.
En realidad, no hay que reflexionar mucho ni exagerar demasiado para ver la semejanza entre esta gestión y otras previas similares por parte de EE.UU. y hacer la inmediata conexión con el TLCAN, que ha sacudido a México, con el TLCAUSA (el TLC entre Centro América y EE.UU.), que está en vísperas de causar las mismas o peores convulsiones en los países centroamericanos, y finalmente con el TLC Andino, que está a punto de parir sus fetos trillizos monstruosos (ya dio a luz a uno de ellos, el peruano).
Por eso, decimos que no es pura coincidencia que en el mismo año en que entró en vigencia el TLCAN mexicano, es decir, en el 1994, arrancó un gran operativo de vigilancia fronteriza estadounidense contra los indocumentados mexicanos, maniobra que llevó el nombre de «Operación Guardián» y que incluyó la inicial construcción de muros y una creciente militarización y paramilitarización de la frontera.
Estas medidas no lograron detener el torrente de emigrantes mexicanos que llegó a alcanzar la escalofriante cifra de 650 mil al año y que arriesgaban la vida para cruzar la frontera estadounidense y escapar el desempleo, el hambre y la miseria que iba dejando el TLCAN como estelas en su invasión virulenta del país azteca. En el campo fue donde más golpeó este cáncer. Allí, según la Secretaría del Trabajo (STPS), desde la vigencia del tratado se han perdido 1.780.000 empleos, 600.000 de los cuales están relacionados con los granos básicos. Los salarios de aquellos afortunados que pudieron mantener un empleo también se desplomaron, bajando el salario mínimo un 23% en términos reales (de su poder adquisitivo) y el salario contractual reduciéndose un 12% desde la vigencia del TLCAN. Para éstos también se les encareció la vida. Por un lado, los precios de la canasta básica treparon un 257%, y, por el otro, los de las medicinas se fueron por las nubes, de tal manera que hoy por hoy México tiene los medicamentos más caros de América Latina.
Después de la oprobiosa negociación que dio paso al cierre del TLCAN, a la cual no le faltaron promesas vacías por parte de la representación mexicana de proteger los cultivos «sensibles» y estratégicos del país, el gobierno de la nación azteca fue más allá de ser cómplice apátrida de los gringos e infamemente echó sal a honda herida ya hecha en el pecho del Agro mexicano, eliminando sin necesidad, a los dos años de haberse firmado dicho tratado, los aranceles pactados para la importación de productos agrícolas estadounidenses, perdiendo el gobierno mexicano miles de millones de dólares por no cobrar los aranceles, calculados en US $2.9 miles de millones para el maíz y unos US $77 millones para el fréjol, y, por consecuencia, volviéndose los agricultores de México mucho menos competitivos.
Por esa razón, cuando el jefe negociador ecuatoriano Manuel Chiriboga dice que habrá subsidios para los productos «sensibles» nuestros, nos causa una sonri