Los artefactos explosivos colocados en el arcén de las carreteras ya no son las únicas amenazas que afrontan los soldados norteamericanos en Iraq. Un francotirador, al que le han adjudicado el alias de Juba, lleva camino de alcanzar un estatus similar. También para sus enemigos. Juba se ha convertido en una buena baza propagandística para […]
Los artefactos explosivos colocados en el arcén de las carreteras ya no son las únicas amenazas que afrontan los soldados norteamericanos en Iraq. Un francotirador, al que le han adjudicado el alias de Juba, lleva camino de alcanzar un estatus similar. También para sus enemigos. Juba se ha convertido en una buena baza propagandística para la insurgencia.
Hace seis meses, The Guardian publicó el primer artículo en la prensa occidental sobre la existencia de Juba. Varios soldados norteamericanos confirmaron que eran muy conscientes del peligro que suponía.
«Es bueno», contó al diario británico Travis Burress, que también es francotirador. «Cada vez que bajamos [del blindado o del humvee], estoy seguro de que todos estamos pensando en él. Supone una grave amenaza para todos».
Nunca lo han visto. Nunca han estado cerca de capturarle, entre otras cosas porque no asume riesgos. Nunca dispara más de una vez. Cuando los soldados están buscando el origen del disparo, Juba ya está buscando una escapatoria.
Hablan de él en singular, pero nadie sabe si es una sola persona o si son varias, lo que es bastante probable. Su existencia se ha visto adornada con todo tipo de detalles. Se dice que ha dejado en alguna ocasión una nota para que la descubrieran los soldados que decía: «Lo que se roba con sangre sólo puede recuperarse con sangre. El francotirador de Bagdad».
Algunos sospechan que se trata de un ex soldado del Ejército iraquí que tiene preparación militar y que sabe cómo disparar a larga distancia. Otros creen que todo es propaganda y que Juba no es un tirador especialmente llamativo.
En un foro, un soldado destinado en Iraq confirmó su existencia, pero comentó que hay muchos como él y siempre acaban eliminados:
«Él, o ellos, es real. Mi unidad se ha ocupado de él, o de ellos. Hemos acabado con algunos de ellos. Cualquier tipo con un AK (kalashnikov) que dispara desde un edificio, da a alguien y huye puede ser confundido con Juba. Acertar a 200 metros con un AK con mira telescópica no es tan difícil. ¿Va a conseguir ganar la guerra y expulsar a los ‘infieles’ de Iraq? De ningún modo. ¿Es iraquí? Probablemente, no. No son tan buenos. Probablemente sea checheno o sirio. Algunos dicen que quizá sea un israelí que intenta que los americanos maten a más iraquíes. Lo dicen por lo de llevar una cámara de vídeo montada sobre el fusil. Chorradas. Cualquier capullo puede ponerle una cámara a un fusil».
Las acciones de Juba podían haber terminado siendo tan sólo los rumores o noticias conocidas por unos pocos que circulan en todas las guerras. Sin embargo, la insurgencia ha descubierto en él un buen arma propagandística.
En una guerra en la que algunos misiles llevan cámaras de vídeo, los abusos de Abú Ghraib son registrados por las cámaras fotográficas de los propios torturadores o los secuestradores filman el asesinato de sus rehenes, no es extraño que Juba ya tenga su propio ‘producto’ en el mercado, un vídeo con un montaje que incluye muchos de sus ataques.
En el vídeo aparecen una veintena de acciones de Juba. La escena se repite en casi todos los casos. Un soldado ha bajado de un blindado y vigila la calle. Lleva el arma en la mano, pero parece confiado. Se oye un disparo y el objetivo es alcanzado. A veces cae a plomo, muerto o gravemente herido. O resulta herido y se arrastra hasta un lugar menos expuesto. O el disparo falla y los soldados se ponen en guardia intentando encontrar el origen del ataque.
Algunas imágenes pueden haber sido grabadas por una cámara instalada en el fusil, pero no todas. Casi siempre, el cámara es otra persona que está muy cerca del francotirador. Eso demuestra que la distancia a la que dispara Juba (o los Jubas) no es muy grande. Nunca más de 200 metros, muy por debajo de lo que son capaces de hacer los francotiradores profesionales.
El vídeo intenta extender el mensaje de que los soldados no son invencibles. Eso no es precisamente una novedad en una guerra que se ha cobrado ya la vida de más de 2.200 militares norteamericanos.
Los norteamericanos también cuentan con sus propios francotiradores. Uno de ellos incluso batió un récord. El sargento Jim Gilliland mató en Ramadi en septiembre de 2005 a un enemigo que estaba a 1.250 metros de distancia. Es el impacto más lejano obtenido con munición de 7,62 milímetros, un calibre habitual en los fusiles de asalto.
Algunos de los diez francotiradores que dirige Gilliland han llegado a matar a diez personas al mes. Estos expertos tiradores han sido especialmente activos en el apoyo a la infantería cuando se ha tenido que desplegar en lugares tan peligrosos como Faluya o Ramadi.
Gilliland y Juba son dos herramientas bélicas muy diferentes. Es poco probable que veamos los disparos del primero. Matar es el principal negocio de la guerra, pero en los países occidentales no hay un gran interés en ver lo que los soldados están obligados a hacer. Por el contrario, las imágenes de Juba serán celebradas por sus seguidores y repartidas como la mejor propaganda posible para la causa de la insurgencia.
Tanto en Google Video como en You Tube, pueden encontrarse muchos ejemplos de montajes realizados por soldados.
Graban lo que hacen en Iraq para enseñárselo a sus amigos. Algunos muestran cómo se dispara con una pieza de artillería pesada, otros montan sus fotos favoritas con la música de «Welcome to the jungle» (Guns & Roses) o lo cerca que estuvieron de una explosión.