La eliminación de barreras puede perjudicar a algunos países pobres, según un estudio
Ya lo había advertido el director de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Pascal Lamy, en una reciente entrevista en La Vanguardia. «La liberalización no traerá beneficios económicos de forma automática». Sin embargo, un reciente estudio del reputado instituto Carnegie Endowment for Peace va mucho más allá: la llamada ronda de Doha, que propone eliminar las barreras comerciales en todo el planeta, puede provocar pérdidas económicas en determinadas zonas del globo. Habrá vencedores y vencidos.
Bajo la dirección de Sandra Polaski, antigua funcionaria del Departamento de Estado norteamericano, el estudio afirma en sustancia que, en caso de acuerdo comercial en el seno de la OMC, se generarían unas ganancias modestas a escala global, lo que correspondería a un incremento de tan sólo un 0,2% del PIB mundial. De ser así, años de esfuerzos negociadores habrían parido un ratón. La región del África subsahariana sería uno de los grandes perdedores de la ronda comercial, ya que vería sus riqueza – de por sí ya escasa- reducirse alrededor de un 1%.
Según el estudio de Carnegie, el verdadero problema es la liberalización agrícola. «Muchos países pobres son importadores alimentarios netos y gozan de preferencias especiales. Si se elimina esta protección, los productos de subsistencia de estos campesinos no serán competitivos en los mercados globales. En particular, Bangladesh y el África oriental y subsahariana acabarían afectados por cualquier escenario de liberalización. También Oriente Medio, Vietnam y México sufrirán pérdidas», reza el informe.
La tesis es que estos países tendrían menores ingresos fiscales al aplicar menores aranceles. Además, tendrían que soportar costes para adaptar su sector a los cambios, que serían también de orden administrativo. Los precios en los productos agrícolas pueden subir con la liberalización hasta un 6,5%, básicamente porque, al destinar menos ayudas a sus campesinos, los países ricos producirán menos. Pero el problema es que este repunte no compensaría lo suficiente de las pérdidas económicas a los países más pobres.
En cuanto a las repercusiones en el sector de bienes industriales, el libre comercio podría causar desequilibrios sociales. En efecto, según el estudio, la liberalización aumentará la demanda de trabajo poco cualificado en muchos países pobres, que disponen de gran cantidad de mano de obra barata. Pero esto no se traduciría en una mejora de sus salarios, debido a que los precios de estos bienes manufacturados en el comercio global tenderán a bajar. Resultado: los trabajadores menos cualificados de la industria acabarían perdiendo con un mercado más abierto.
En el seno de la propia OMC, oficialmente prefieren no hacer comentarios. En los pasillos se dice que se trata de «un estudio más entre muchos, todos con resultados bastante diversos, todos basados en sus propios supuestos». Pero las partes negociadoras han hecho declaraciones. El comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, reconoció que el estudio «nos recuerda que los beneficios de la liberalización agrícola se limitan a los países ricos y a un grupo muy competitivo de países de exportadores como Argentina, Brasil y Sudáfrica». Por ello, insistió el comisario, «las auténticas ganancias para los más pobres proceden del comercio de los bienes industriales, en especial en calzado y textiles». En cambio, el representante comercial estadounidense, Rob Portman, rechaza el informe y lo tacha de incompleto. «Una de las razones por las que los beneficios de la ronda de Doha no son mayores es porque no se incluyen en las estimaciones el crecimiento económico que generaría la apertura de los servicios», ha dicho. «Ahora bien – agregó Portman-, existe la necesidad de proporcionar una asistencia a determinados países para que se ajusten al libre comercio. Y es lo que nosotros hicimos al duplicar la ayuda económica en cinco años».