La  extraordinaria popularidad de las telenovelas en América Latina nos plantea el  tema del melodrama como género literario favorito en estas tierras  americanas. Habría que atribuir a Cuba la dudosa gloria de haber sido la  pionera del estilo. «El Derecho de Nacer» constituyó en la década del  cuarenta una de las mas difundidas novelas radiales, al extremo que   aquella Isla se paralizaba en el horario nocturno en que se emitía la serie.  Cada vez que se ha reproducido en diversos países de América Latina  ha tenido un éxito similar. Llegó a hacerse  una telenovela y una película de asombrosa popularidad. Es un fenómeno socio   cultural que trasciende las fronteras: la misma demanda funciona en  Mesoamérica y en el Cono Sur. ¿Por qué?  
En  Cuba existió una edad de oro del melodrama antes de 1959, cuando las firmas jaboneras lograban aumentar sus ventas según el  éxito que tuviesen los folletines que  patrocinaban. Ocurría igual en Estados  Unidos, donde calificaron a los episodios radiales como «óperas  jaboneras». Las grandes trasnacionales  Procter & Gamble y la  Colgate-Palmolive-Peet mantenían un combate de corporaciones y lo trasladaron a Cuba en el enfrentamiento entre sus subsidiarias Crusellas y  Sabatés. Los  melodramas eran una parte del arsenal utilizado en esa guerra. Fue la época de  la Novela Palmolive, la Novela del Aire y   el Folletín Hiel de Vaca. Fueron los tiempos en que dos  campeadores combatieron por la atención pública: Goar Mestre y Amado   Trinidad,  protagonizando  uno de los más singulares combates  empresariales de nuestra historia. El público creado por las agencias  publicitarias desbordó las fronteras nacionales y la CMQ fue capaz de enviar  asesores, libretistas, artistas, técnicos a toda América  convirtiéndose en la meca del   melodrama continental. 
Sobre este período Reinaldo González ha publicado un excelente libro,  «Llorar es un placer», y se encuentra escribiendo un estudio sobre Félix B.  Caignet, quien ha sido uno de los más distinguidos cultores del género,   desde  sus episodios iniciales de La  serpiente roja, en 1937, hasta su  extraordinario éxito de El derecho de nacer, en la década del  cuarenta. Fue acumulando un público devoto que lo convirtió en uno de los   más atendidos autores de América Latina. Hazaña similar habría que  buscarla en los folletinistas franceses del siglo diecinueve. Otro gigante  del género fue Caridad Bravo Adams.   No olvidemos que Alejo Carpentier escribió melodramas radiofónicos   cuando regresó de Francia, y antes de radicarse en Caracas, entre 1940 y  1944.  A ellos se unen los nombres de  otros escritores no menos estimables como Félix Pita Rodríguez y Dora Alonso.  
 Las telenovelas han ocupado en  nuestro tiempo el papel que las novelas de caballería desempeñaban en el siglo   dieciséis y el folletín literario, en el siglo diecinueve. Un avance  tecnológico ha servido de base en cada caso. La difusión del Amadís de   Gaula debe mucho a la invención de la imprenta. La propagación de las novelas por  entregas de Zola no hubiera sido posible sin la estereotipia. No podemos   olvidar que no hay desarrollo cultural posible sin medios masivos de   comunicación. 
El   melodrama ha sido definido como una obra dramática donde predomina la acción  y la emoción. Otros lo han definido como un drama sentimental, con una  trama irreal, sobre las vicisitudes de los virtuosos por causa de los   malvados, que siempre termina con la virtud triunfante. Lo más importante en  el melodrama son los incidentes sensacionales y la escenificación  espectacular. Los personajes deben ser planos y esquemáticos  y no debe buscarse una profundización de la  idiosincrasia humana. 
En  las telenovelas se dan los elementos esenciales del melodrama: la progresión  de un héroe que avanza hacia un futuro promisorio acrecentando su fortuna,  armonizando su vida emocional o triunfando en algún difícil ascenso.  Segundo: conflicto de intereses, rivalidad  de objetivos antagónicos, enfrentamiento de capas sociales, lucha contra  prejuicios, emulación, resentimiento, desafío. Tercero: el héroe vence   obstáculos y allana riesgos, supera conflictos y termina destruyendo a sus   enemigos
 En 1916 Georges Polti redujo a  treinta y seis las situaciones dramáticas fundamentales que solían   atraer al espectador. Entre ellas estaban el adulterio, la venganza, el  crimen, la rebelión, los enigmas, los celos, la ambición, el  arrepentimiento, la locura, la enemistad. En América Latina se da con   frecuencia ese sentimentalismo hipertrofiado que constituye el caldo de   cultivo de la telenovela. Aquí se manifiesta más evidentemente una cierta  frustración del destino individual, un posible intento de compensar las   intenciones malogradas en un proyecto ajeno triunfante.   
 Al  actual fenómeno se le ha dado en denominarlo contracultura, o cultura de  masas. El salto que hemos dado ha sido  posible por  la democratización que ha situado a las mayorías en una   disposición receptiva a los valores de la cultura.