Me preguntan muchas veces si estoy en contra de la razón y en consecuencia de la ciencia y su tecnología. Lo he respondido de muchos modos pero lo voy a repetir intentando ser más explícito. Les voy a pintar un escenario, un paisaje humano cotidiano en toda América. No hace falta que vayamos más lejos. […]
Me preguntan muchas veces si estoy en contra de la razón y en consecuencia de la ciencia y su tecnología. Lo he respondido de muchos modos pero lo voy a repetir intentando ser más explícito. Les voy a pintar un escenario, un paisaje humano cotidiano en toda América. No hace falta que vayamos más lejos.
Vertederos de basura y familias completas escarbando en los desechos para obtener su alimento del día. ¿Cómo ves reflejada tu humanidad en tal paisaje? Frente a tal imperio de circunstancias y necesidades, seguimos escuchando elocuentes discursos y promesas electorales.
Sanear economías, crear condiciones de estabilidad para atraer capitales, inversiones, único modo de crear más puestos de trabajo. En otras palabras a necesidades urgentes e inaplazables de alimentación y salud, (no hablemos ya de dignidad, libertad, igualdad), se dan respuestas mediatas y a largo plazo.
En Venezuela se ha declarado la pobreza una condición social, no natural. O sea, intencional, una sociopatía resultante del tipo de organización social que nos damos, y por ende un problema de Estado. El gobierno junto con los Comités de Protección Social y los profesionales de cada área, se encargan de recoger, diagnosticar y dar respuesta a estos casos.
Se recorren las calles y vertederos de basura, se invita a todos las personas y familias en tal condición, así como a los que sufren adicciones al alcohol o drogas, a recibir alimentación, atención, tratamiento médico y sicológico, así como un lugar de reposo gratuito.
A los que lo desean, (la gran mayoría), se les da la posibilidad de acudir a un centro de rehabilitación, educarse, capacitarse para producir en distintas áreas de su elección. Se les garantiza su reinserción social, su condición humana digna. Ya se han entregado viviendas a gran parte de las familias que se van recuperando de tal situación de indigencia.
Los nombres de estos centros de rehabilitación y reinserción social hablan por si mismos; «El manantial de los sueños». Antes que nada el amor, el calor y hospitalidad social. El «sueño» de estos centros, es recuperar los sueños que ya se creían perdidos. Recuperar nuestra humanidad, la de ellos y la propia.
En consecuencia, la razón es insuficiente. Necesita la guía de la sensibilidad. Necesita sentir los umbrales de tolerancia, los tiempos de las respuestas a dar. No se puede responder a la urgencia inmediata con un «veremos, puede ser, depende, vamos a hacer lo posible». La razón necesita la guía de la sensibilidad y la fuerza de hechos que concreten sus palabras.
Eso es lo que significa experimental o existencialmente, la democratización política, económica, social, ética. Una dirección concreta y apropiada de respuesta a las necesidades sociales, humanas, a todo nivel. El lenguaje al que estamos habituados ha sido organizado como vehículo de expresión de nuestras conclusiones racionales. Nuestra razón ha intentado superar las condiciones de desigualdad y herencia natural.
Hoy paradójicamente, la acumulación histórica de conocimiento, la densa y compleja superestructura intelectual, se convierte en resistencia, contrafuerza, impedimento de la intención inicial. Hoy el conocimiento no digerido intermedia nuestras relaciones, crea un abismo entre tú y yo.
Ese es justamente el motivo, la función y la justificación de una revolución económica, cultural y sicológica. Es decir integral, estructural. Por eso si miras alrededor verás cual contracara todo tipo de sociopatías, homofobias, discriminaciones generacionales, de género, raza, clase, religión.
Todo un tejido social que se desestructura cual resultante de una razón desconectada de la sensibilidad, que intermedia toda relación. A eso le llamamos burocracia, corrupción, impunidad. Son todos desvíos de la intención inicial de la razón. Son disfunciones entre la razón y la sensibilidad que la impulsaba originalmente.
También puedes ver como toda represión contra la sociedad se justifica por «razones de seguridad». Puedes apreciar como falsimedia manipula todos los hechos, aún aquellos de los que hayas participado, convirtiéndolos en lo que sea que ellos quieran, por el simple hecho de infundirte miedo. Es decir de alterar tus estados de ánimo.
A eso le llamamos hipocresía. Es decir vestir, disfrazar los propios intereses de razones y argumentos. Justificar nuestra insensibilidad. Después nos preguntamos ingenuamente donde nace, de donde proviene la irracional y desproporcionada violencia que hoy irrumpe en los espacios públicos. No nace amigo, simplemente desborda la privacidad y se muestra.
Porque, una vez más, la razón es muy buena ejecutando planes, pero no tiene dirección propia. Es la sensibilidad emocional, la intuición la que la guía. La que la orienta o desorienta. De no ser así está sujeta a los instintos o a principios tan variables como el viento. Por tanto termina traicionando sus propias intenciones iniciales y produciendo exactamente lo contrario.
Ampliemos un poco el escenario a la noticia de la salida de Venezuela de la CAN, (Comunidad Andina de Naciones).
Dijimos que la organización de la economía social se desvía y desvirtúa sus intenciones iniciales, produciendo tensión, violencia, desorden interno. Delincuencia, guerrillas, guerras civiles. Del mismo modo se enfrentan los sistemas de intereses internacionales. Las organizaciones de las fuerzas productivas de dos pueblos, operan cual fronteras diferenciadoras y desembocan en una guerra fratricida.
Hoy los paramilitares colombianos supuestamente desmovilizados y desarmados, irrumpen cual bandas organizadas en la frontera con Venezuela. Oleadas crecientes de secuestros, sicariato, asesinatos, tráfico de drogas, etc., sacuden a las poblaciones fronterizas.
Mientras tanto la hipocresía diplomática pretende adaptar las reglas internas de la CAN, para meter de contrabando el TLC que firmaron Colombia y Perú. Ecuador, también sujeto a la compleja problemática fronteriza con Colombia, está desesperado por no perderse esa excelente oportunidad. Ellos firman encantados la pobreza del 50% de su población. Los venden como mano de obra barata, fácilmente explotable al bajo precio de la necesidad.
¿Y qué se espera y supone que haga Venezuela? «Discutir razonablemente», diplomáticamente, hipócritamente. Negociar por cuanto está dispuesta a vender su propia disponibilidad de mano de obra barata. Buscar la forma de la menor pérdida posible negociando. Buscar el modo de traición que pase más desapercibido, más impune.
Por si estás en la duda, te mandan dos destructores con cientos de naves de guerra y miles de marines, a hacer maniobras enfrente a tus costas. Para ayudarte a decidir. Así a cada paso de intento de profundizar la revolución, se actualizan las lacras y taras del pasado a superar. Las direcciones erróneas de acción a reconocer y corregir.
Una vez más preguntamos entonces, ¿qué se supone que deba hacer Venezuela? Esta es la pregunta del billón de dólares, euros o yuanes, según la preferencia. ¿Cómo un tierno brote de cambio, un niño apenas concebido, que inevitablemente nace en medio de poderosos sistemas tensiones e intereses, puede abrirse camino, florecer sin ser abortado?
¿Cómo David puede vencer al Goliat de la inercia de viejos hábitos acumulados y limitantes? La razón sujeta al imperio de los instintos o a principios acomodaticios a los intereses de turno, no puede responder a esta pregunta. Si observas atentamente la verás oteando atemorizada el horizonte, buscando el modo de salvarse, esperando lo peor, el propio Apocalipsis.
Estamos en tierra de profundas y generosas entrañas. De ella ha brotado el oro negro que es el movimiento, la dinámica acelerada de nuestros tiempos, y también la ambición que ciega a algunos. Pero además han brotado visionarios y libertadores geniales, que vieron el futuro del mundo, que rompieron con las cadenas de su tiempo, pensándolo como una patria grande.
Almas grandes y generosas que pusieron su vida al servicio de esas visiones enaltecedoras del ser humano. Y cuando digo que «dieron sus vidas» no me refiero a «abrazaron la muerte». Sino a que renunciaron a un pasado insatisfactorio que resultaba estrecho y asfixiante a la grandeza de su visión, y convirtiéndose en vehículo del sueño se lanzaron en pos de su realización.
Ya que estamos en tierra de riquezas subterráneas, tal vez esa sea la mejor analogía para explorar la respuesta a la pregunta planteada. Para buscar el petróleo primero tenemos que sospechar su existencia. El primer encuentro con él puede ser frustrante, porque contamina nuestras puras fuentes de agua y nuestro tranquilo y romántico transcurrir pastoril.
El siguiente paso es horadar la superficial corteza en profundidad. Tras mucho tiempo y arduo intento, en el que hemos de ir produciendo herramientas aptas para tal trabajo, borbotean las primeras erupciones mezcla de líquido y gas.
De repente irrumpe inesperadamente ante nuestra sorprendida mirada, impulsado por la enorme diferencia de presión entre las entrañas y la superficie, un poderoso chorro que se eleva hacia el cielo tal vez a la misma altitud de la profundidad proveniente.
Primero sale una confusa e impura mezcla de residuos, de la que el gigante que hemos despertado de su largo sueño se va desprendiendo. Hasta que finalmente ya luce desnudo en su pura esencia, entonces lo entubamos para darle la dirección deseada y comenzar a multiplicar la velocidad de movimiento del mundo. Hasta romper la fuerza de gravedad y hender la atmósfera despegando hacia el ilimitado futuro del espacio cósmico. El ser humano pasea ahora entre soles y estrellas. El universo es su jardín, su paisaje.
Horademos ahora en profundidad la corteza superficial de nuestros tiempos, las entrañas de nuestra historia, en búsqueda de las raíces mismas de la revolución. Desde el mismo advenimiento de lo humano a lo natural, surge la mítica pérdida del paraíso. Su contracara es el sueño y la búsqueda de la nueva tierra, del nuevo hombre.
Desde los patriarcas bíblicos, Abraham, Moisés, pasando por Colón, de quien cuentan que buscaba la mítica ciudad de El Dorado, siguiendo con los astronautas que llevan la búsqueda de nuevas tierras y vida a lo extraterreno, llegando a nosotros que presentimos e intentamos el nuevo y mejor mundo posible.
Dentro de este contexto podríamos decir que tales sueños y búsquedas colectivas que renacen cíclicamente, son la fuerza motora y el guión esencial, subterráneo de la historia. Así como la civilización y sus obras son su añadidura o valor agregado.
La revolución sería entonces el modo moderno en que concebimos ese destino histórico, o el encuentro con el objeto de esa búsqueda. El modo o las herramientas mediante las cuales imaginamos e intentamos implementar ese acontecimiento presentido, intuido.
Lo esencialmente humano es entonces esa intención de mejorar el mundo al que nacemos o abrimos nuestros ojos. La especie y en consecuencia su historia, se renuevan, (sustitución de lo viejo por lo nuevo), mediante las generaciones. Cada generación cumple su parte, es un eslabón de tal cadena histórica, temporal.
Pero allí comienza el problema. Porque cada generación se encuentra con otra en el poder. Cada generación nace a un mundo diferente al que nació la generación anterior, justamente porque aquella ya ejerció su acción transformadora del mismo.
Y cuanto más conocimiento acumulamos, cuanto más poderosa es nuestra tecnología para transformar el entorno, cuantos más complejos son los modelos sociales que podemos darnos, más acelerados son los cambios y mayor es la transfiguración del mundo al que cada generación nace. Por tanto su visión del mundo y su intención de mejorarlo, necesariamente es diferente a la de la generación que la antecede y ejerce el poder.
Es esta intensificación y aceleración del poder de transformar nuestro entorno natural e histórico, lo que genera el sistema de tensiones o violencia interna social, que no comprendiendo su origen estructural hemos llamado «problemática adolescente y creciente abismo o brecha generacional».
Es el poderoso motor de la historia, las poderosas herramientas transformadoras de que disponemos, lo que acelerando los ritmos y la presión evolutiva, choca con la inercia y el ritmo de las anteriores generaciones en el poder. Entonces la intención de mejorar el mundo se desvirtúa lamentablemente en lucha por el poder. No se trata de etéreas e intangibles leyes que regulan el mercado, ni de la maldad natural del ser humano. Sino de estructuras mentales y fisiológicas, de conflictos de intenciones en creciente dinámica.
Este modelo mental, con asiento fisiológico, opera tanto en lo familiar como en lo social, nacional e internacional. El adolescente se enfrenta a su padre y maestro, pero esa generación se enfrenta a la que está en el poder. Y estos a los poderes internacionales. Este complejo tinglado solo puede comprenderse y resolverse, yendo a la raíz de tal sistema creciente de tensiones, violencia, conflicto de intereses e intenciones.
Nuestro presente escenario es estructural y paradójico. Sufrimos la impresión de estar atrapados en un modelo socioeconómico sin salida. Cuando en realidad es el poderoso motor evolutivo histórico, el que nos propulsa poderosamente haciéndonos estrellar contra la inercia de nuestras limitantes instituciones, hábitos y creencias.
La demostración más evidente es que el intento de imponer un modelo hegemónico es justamente lo que actualiza las resistencias y los sueños de un nuevo mundo posible. Es como cuando brota el chorro de petróleo mezclado con todas sus impurezas. El intento de imposición y la resistencia libertaria son estructurales, crecientes y equilibrados.
Son el sistema de tensiones, la llama que mantiene el agua en ebullición, el espíritu revolucionario encendido. Hasta que se consume la inercia e impurezas del pasado. Hasta que se transforman en el nuevo hombre y la nueva tierra. Pero atentos; la revolución está naciendo.
Recién comenzamos el camino mediante el cual despertaremos a la realidad de que no somos zurdos ni derechos, blancos ni negros, cristianos ni musulmanes. Esas solo son formas de organizarnos y darnos dirección a futuro que elegimos explorar, del mismo modo que entubamos el poderoso chorro de petróleo cuando aflora a la superficie por diferencia de presión.
Formas de organización que pueden resultar temporalmente superadoras del momento anterior, pero que jamás serán una cárcel insuperable para lo que renace desde lo profundo una y otra vez, en los lugares y momentos más inesperados e increíbles.
Lo que real y esencialmente somos, es el mayor misterio de la existencia. Somos simple y maravillosamente: «SERES HUMANOS»