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Chile, el invitado de piedra a la propuesta bolivariana de integración

Fuentes: Rebelión

El hecho de que la presidente chilena Michelle Bachelet no dedicara más de 5 de los 90 minutos de su discurso del 21 de mayo a la política de integración regional, sorprendió a la mayoría de los países vecinos (Texto completo). Más aún cuando el mes anterior, en una visita a Brasil, había mostrado un […]

El hecho de que la presidente chilena Michelle Bachelet no dedicara más de 5 de los 90 minutos de su discurso del 21 de mayo a la política de integración regional, sorprendió a la mayoría de los países vecinos (Texto completo). Más aún cuando el mes anterior, en una visita a Brasil, había mostrado un importante interés en las relaciones regionales.

Sin duda que para despejar estas dudas, dos días después del discurso presidencial, Bachelet citó a los medios extranjeros a una conferencia de prensa. En esta reunión expuso la postura chilena. Primero, Chile ratifica su voluntad de impulsar la integración regional. Segundo, el rol del país en este proceso será de «articulador» entre las diferentes posturas, facilitando la superación de las diferencias existentes en las visiones bolivarianas y libreaperturistas. Tercero, Chile no tiene intenciones de cambiar su categoría de socio a miembro pleno del MERCOSUR y cuarto, pidió respeto para aquellos países que decidieran firmar tratados de libre comercio por separado. (Colombia y Perú con Estados Unidos).

Como podemos deducir de estas declaraciones, la intención de la política chilena es mantener una posición centrista en la discusión, aún cuando claramente la política de inserción internacional chilena tenga mas que ver con la estrategia liberal.

Desde comienzos de la democracia post dictatorial, la Concertación se ha visto obligada a negociar sus iniciativas legislativas con la derecha. Una serie de mecanismos legales y un sistema binominal de elección de parlamentarios han dado a la segunda fuerza política del parlamento (los partidos de derecha, RN y UDI) la cuota de poder para hacerse indispensable en cualquier discusión legislativa.

Quizás sea esta costumbre de consensuar con posturas opuestas lo que explique el aparente centrismo de la posición chilena. Sin embargo las tendencias bolivarianas de integración van haciendo cada vez más difícil consensuar la postura nacional entre el discurso y la política real. Pese a que la estrategia chilena es difícilmente conciliable con la promovida por Caracas (Chile mantiene desde hace años un arancel efectivo a las importaciones inferior al 2% y ha firmado TLCs con Estados Unidos, México, Canadá, Centroamérica, el EFTA, Corea y China y en estos días se encuentra en negociaciones con Japón), el gobierno chileno no parece enfrentarse a la iniciativa bolivariana.

Lo que ocurre es que Chile cree en el modelo de apertura bilateral e incluso unilateral. El gobierno chileno está convencido que sigue el camino correcto y que sus esfuerzos deben orientarse a obtener mejores condiciones de intercambio con países ricos más que a organizar un bloque común en la región.

Esta línea de comercio ha llevado a una mayor diversificación del destino de las exportaciones. Es así como a fines del 2005 sólo el 5,9% del valor total de las exportaciones se dirigían a Brasil y Argentina (menos del 1,3% a Bolivia y Venezuela). Entre los 7 primeros destinos sólo figura un país latinoamericano, Brasil (en el sexto lugar) y entre los 5 destinos principales destinos, tres son países asiáticos (Japón, China y Corea del Sur) que concentran el 28,1% de las exportaciones (junto a Estados Unidos suman el 44,8% del total).

El resultado del fomento exportador es que a fines del año pasado la balanza comercial chilena tuvo un saldo positivo de 10 mil millones de dólares, es decir, una cuarta parte del valor de las exportaciones.

Sin embargo, esta aparente independencia regional en el ámbito comercial no es tal. Argentina sigue siendo el principal origen de las importaciones, seguida de Estados Unidos y Brasil, de modo que entre los dos países latinoamericanos suman casi el 30% del total importado.

Pero más que el valor total, es el contenido de las importaciones lo relevante de este comercio.

El 18,8% de lo que se importa de Argentina es petróleo y el 10,9% gas natural. Algo similar ocurre con Brasil, que después de Argentina y Angola es el tercer país de origen de las importaciones del combustible. En suma, el 51,7% del petróleo importado por Chile proviene de Sudamérica (37,7% de Argentina y 14,4% de Brasil).

Es en esta dependencia donde la política exterior chilena se conecta con lo que está pasando en Venezuela y Bolivia, dueños de las principales reservas regionales de petróleo y gas natural, respectivamente. Tanto Brasil como Argentina son importadores de gas natural desde Bolivia y en sus contratos de importación tienen la obligación de utilizar este suministro sólo para uso doméstico. De esta manera, una reducción de las exportaciones de gas natural a la Argentina implica necesariamente un desabastecimiento nacional como ya ocurrió en 2004 y como sigue ocurriendo en la actualidad. Pese a que la ministra de minería y energía chilena, Karen Poniachik, descartó hace unos días el racionamientos a los residentes durante el presente año, reconoce que el flujo de gas argentino continuará disminuyendo.

No se puede esperar un apoyo chileno al área bolivariana pero sí se puede prever una actitud pasiva ante el desacuerdo de estrategia de integración, al menos mientras se mantenga la dependencia energética. Esto el gobierno lo sabe bien y con este objetivo inició a fines de 2004 una búsqueda de fuentes alternativas. A través de la ENAP (Empresa Nacional de Petróleo) contactó proveedores en Trinidad y Tobago, Indonesia y Australia. Sin embargo parece que la solución vendrá, al menos en una parte, del autoabastecimiento. En esta línea, a principios de este mes se ha hecho público el interés de varias empresas transnacionales, entre ellas Petrobrás y British Gas, para iniciar la exploración de gas natural en diferentes lugares del país.

En resumen, todo parece indicar que la postura chilena en materia regional irá de la mano del abastecimiento energético más que de una concepción de desarrollo geopolítico. La integración chilena tiene nombre y precio.

Mauricio Matus ([email protected]) es economista e investigador de la Universidad de Málaga