El ingreso de Venezuela abre una nueva fase en la vida del Mercosur, más política y como motor de la integración regional, a partir del espacio económico común establecido en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Los presidentes Néstor Kirchner, de Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, Nicanor Duarte, de Paraguay, y Tabaré Vázquez, de Uruguay, y su anfitrión Hugo Chávez, firmaron en la víspera en Caracas el protocolo de la incorporación venezolana, con el mandatario boliviano Evo Morales como invitado.
El arribo venezolano al bloque «es un verdadero punto de inflexión para consolidar nuestro proyecto de integración: la patria grande latinoamericana es absolutamente posible», proclamó Kirchner el 5 de julio en el parlamento de este país anfitrión, donde fue orador de orden con motivo de un aniversario de la independencia.
«Más que un acuerdo comercial o un bloque económico, el Mercosur es ahora un instrumento político y social que tiene en la democracia, la paz y los derechos humanos sus principios básicos y normas de convivencia», añadió el mandatario argentino.
El Mercosur (Mercado Común del Sur) congrega ahora a unos 255 millones de personas sobre 12,8 millones de kilómetros cuadrados, con un producto bruto de alrededor de un billón de dólares y un comercio exterior de 300.000 millones de dólares anuales.
Potencia agrícola global y polo de desarrollo industrial, el Mercosur suma con Venezuela una de las mayores reservas de petróleo y de gas natural en el planeta.
Sin embargo, la cita en Caracas no se volcó sobre esas materias, pese a que se proyecta un gasoducto para llevar el fluido combustible desde el mar Caribe venezolano hasta el Río de la Plata, sino al enfoque político de los propósitos del Mercosur.
Lula dijo durante la recepción del nuevo socio que espera repetir el acto en un futuro cercano en La Paz, ampliando el bloque a Bolivia.
Hablando con tono patriarcal, el gobernante brasileño se dirigió al anfitrión y le dijo «mi querido Chávez, la diversidad económica y la pluralidad política no deben afectar la unión de América del Sur».
Ello porque el ingreso venezolano se produce apenas unas semanas después de que Chávez decidió separar a su país de la Comunidad Andina de Naciones, que integró por tres décadas con Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, con el pretexto de que Bogotá y Lima habían pactado sendos tratados de libre comercio con Washington.
Aunque Vázquez lo ha negado repetidas veces, incluso en Caracas, se ha hablado mucho sobre la posible negociación de un tratado de ese tipo o similar entre Uruguay y Estados Unidos.
Más aún, los fundadores del Mercosur han rechazado los términos de un acuerdo de ese tipo con Washington y del Área de Libre Comercio de las Américas también promovida por Estados Unidos.
Empero, no se ha trabado un entendimiento mismo con la potencia del norte de América, de la que abomina Chávez en su búsqueda de una estructura de poder mundial «multipolar».
Duarte también puso el acento en lo político: «Más que un arancel común, necesitamos un proyecto común, una voz para decir al mundo industrializado que la región no necesita donaciones sino más trabajo, tecnología y desarrollo».
«Si sólo miramos nuestro crecimiento económico, sin el deseo de mayor bienestar para todos, no creo que finalmente se materialice nuestro sueño de integración», remarcó el presidente paraguayo.
También, según Kirchner, «el comercio libre no garantiza nuestro desarrollo como región; la integración es mucho más que liberalizar el comercio, es convivir una gran comunidad política».
Vázquez saludó el ingreso de Venezuela –visto como un posible factor de equilibrio entre las grandes economías de Argentina y Brasil y las más pequeñas de Paraguay y Uruguay– y exhortó a «buscar caminos de solidaridad y justicia» dentro del bloque.
El Mercosur «debe ser más cualitativamente, buscando un mejor proceso de integración regional», para lo cual «es necesario potenciar las riquezas de los países del grupo, no quedarse en la sumatoria de los recursos», apuntó Vázquez, en clara referencia a las severas críticas hechas por Vázquez al Mercosur en las últimas semanas y que abonaron la severa crisis del bloque.
La cita de Caracas posibilitó, además, un publicitado abrazo entre Vázquez y Kirchner, cuyos gobiernos se enfrentan a raíz de la decisión uruguaya de construir dos plantas de celulosa en la margen oriental de un río cuyas aguas comparten y que es rechazada en el lado argentino por razones ambientalistas.
«Era un clamor popular que buscáramos un camino para distender las algo tensas relaciones. Con esa imagen damos una clara señal de que estamos dispuestos a transitar caminos de diálogo», dijo Vázquez al explicar el abrazo con Kirchner, aunque aclaró que el tema de las plantas de pasta para fabricar papel no se trató en la reunión de Caracas.