Al pensamiento mísero nunca le sabrá bien el pan hasta que otro pase hambre. Luis Britto García Este es el título con el que la edición digital del diario español La Vanguardia informa el domingo 27 de agosto sobre las necesidades de inversión que tendría la industria del petróleo y el gas de Oriente Medio […]
Al pensamiento mísero nunca le sabrá bien el pan hasta que otro pase hambre. Luis Britto García
Este es el título con el que la edición digital del diario español La Vanguardia informa el domingo 27 de agosto sobre las necesidades de inversión que tendría la industria del petróleo y el gas de Oriente Medio y Norte de África, 40.000 millones de dólares anuales (unos mil euros por segundo), para mantener la capacidad de extracción con las que afrontar la creciente demanda y mantener los precios bajos.
Hasta aquí nada extraordinario, salvo las coletillas que acompañan el artículo.
Dos de ellas lógicas: «si las inversiones se aplazan, habrá pérdidas billonarias (sic) y un encarecimiento de los hidrocarburos» y «los países de la zona podrían ralentizar deliberadamente la capacidad extractiva para elevar precios». No sé si con la expresión billonarias el autor se refiere al billón castellano (un millón de millones) o tuvo un lapsus anglófono (mil millones), en realidad no importa pues en cualquier caso representan valores que costarán asimilar a una mente que no pueda aspirar a otra cifra que la representada por el salario mínimo.
La tercera coletilla es la trascendente «en algunos países, los gastos sociales pueden limitar el flujo de capital hacia el petróleo y el gas». Es decir, este dinero no puede malgastarse en mejorar las condiciones de vida de los pobres, o de la población en general, si no que debe emplearse en aumentar la producción para que el empleado de la Boeing, citado en otro artículo de la misma edición, no tenga que seguir sacrificando su semana de pesca en un lago porque el galón de gasolina cuesta ya 3 dólares.
Mientras, en países como Nigeria, uno de los mayores productores africanos de petroleo, la gente literalmente tiene que robar el combustible que las multinacionales del petróleo extraen y exportan a Europa y EE.UU mientras mantienen a la población local en la más abyecta miseria y sin acceso al recurso natural que produce en gran cantidad su país.
Siguiendo con Nigeria, nadie debe olvidar lo sucedido en Biafra a finales de los años 60 del pasado siglo. Esta es la zona de mayores reservas de petroleo del país además de tener una población cristiana en contraste con el resto de Nigeria de mayoría musulmana. Pero el conficto no estalló por diferencias religiosas o étnicas, habituales en África como consecuencia del arbitrario reparto colonial, si no por el intento de Biafra de independizarse de un país dominado por la corrupción y la incompetencia fomentadas por las empresas que explotaban y siguen explotando el petróleo, especialmente British Petroleum y Royal Dutch Shell.
El ejercito nigeriano, armado y apoyado principalmente por Gran Bretaña, acabó con el intento independentista, junto con centenares de miles de vidas, muchas por hambre al punto que todavía se utilizan expresiones como «hambre biafreña» o «aspecto de niño biafreño», las cuales no requieren más explicaciones, especialmente para aquellos que tengan edad para recordar esos años y los posteriores. Es evidente que los principios e intereses que mueven a las grandes empresas petroleras, y a los estados y gobiernos que tienen detrás o delante, no han cambiado en absoluto pasados más de 30 años desde lo de Biafra.
Tenemos el ejemplo diario de Irak y otros más disfrazados, como el de Chad. Porque la motivación de estas empresas y de los gobiernos que las respaldan está en el lucro desmesurado y la verdad es que el pretender que no suban demasiado los precios del combustible no es para beneficiar realmente al consumidor norteamericano o europeo si no para que éstos no disminuyan su capacidad de consumo.
Realmente, la tragedia para las petroleras, y aparentemente para La Vanguardia, está en que el empleado de la Boeing dejará de gastar muchos litros de gasolina yendo a pescar, no en que Nigeria, Chad o cualquier otro país pobre pero rico en recursos no pueda mejorar las condiciones de vida de su población. Pero es que los africanos no pueden pescar por diversión, sólo para malvivir, y si alguna vez a alguno se le ocurre que quiere tener su propia caña que se arriesgue a cruzar el mar para llegar a Europa; la experiencia le servirá, además, para conocer algo de navegación en barca.
Aquí podría empezar a filosofar sobre el hecho de que si los pobres lo dejan de ser entonces podrán aumentar su capacidad de consumo, lo que se beneficiaría todos, consumidores y productores, pero debo acabar con el comentario del artículo pues no pude leer más del mismo dado tenía que pagar para ello.
Lo lamento, también por su autor Mariano Marzo, quizá en la parte de pago matizaba en forma menos avariciosa lo que exponía al principio. En cualquier caso, no me cabe duda de que la Vanguardia sigue fiel a la ideología que defiende.
Para opiniones y comentarios: [email protected] Pere Batlle