BRUSELAS – La propuesta que se discute aquí sobre la creación de una nueva corte europea de patentes tiene el apoyo de Microsoft Corp., Siemens AG y muchos otros gigantes de la industria. Pero, ¿podrá sobrevivir al ataque de Hartmut Pilch?Pilch es un lingüista alemán de 43 años que habla chino, japonés y un idioma […]
BRUSELAS – La propuesta que se discute aquí sobre la creación de una nueva corte europea de patentes tiene el apoyo de Microsoft Corp., Siemens AG y muchos otros gigantes de la industria. Pero, ¿podrá sobrevivir al ataque de Hartmut Pilch?
Pilch es un lingüista alemán de 43 años que habla chino, japonés y un idioma artificial llamado Lojban, que busca eliminar la ambigüedad y que es promovido por algunos programadores.
Pilch es el líder inesperado de un movimiento de nerds computacionales que quieren derribar el plan de patentes. «Patentar el software significa que cualquier programador puede ser demandado en cualquier momento», dice Pilch, un traductor simultáneo que escribe software para su propio uso y como pasatiempo para relajarse.
En julio del año pasado, después de leer una convocatoria en el sitio de Internet del grupo de Pilch, unos 200 programadores fueron al Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia, ondeando pancartas que exigían el derecho de intercambiar libremente códigos de programación. «Fuera a las patentes de software de Estados Unidos», decía una pancarta en inglés sostenida por dos jóvenes franceses.
El parlamento estaba a punto de aprobar una ley que creaba las patentes de software en Europa, el mercado de consumidor más lucrativo después de Estados Unidos. La industria tecnológica había contratado un barco para cruzar el río junto al parlamento, donde habían pegado un cartel en el que urgían a los diputados a actuar. Los programadores arrendaron canoas y las llevaron cerca del barco, con su propia pancarta que decía: «Las patentes de software matan la innovación».
El presidente del parlamento dijo después que el incidente había sido una «batalla naval». El resultado fue poco satisfactorio para las grandes tecnológicas: un parlamento asustado que súbitamente rechazó una ley en la que los gigantes de la industria habían gastado varios años y millones de dólares en lobby: «Fueron el volumen y el número de personas», dijo el británico Sharon Bowles, miembro del parlamento y abogado y aliado de la industria. Los ganadores sorpresivos de la jornada fueron las empresas estadounidenses de software Red Hat Inc. y Sun Microsystems Inc., las únicas empresas grandes que públicamente rechazan la ley de patentes.
La batalla se ha transformado en un esfuerzo por crear una corte especial de patentes que se encargaría de manejar apelaciones de toda Europa. Empresas como Microsoft apoyan la idea, en gran parte porque muchos tribunales nacionales actualmente rechazan las patentes de software, con base en la legislación de la oficina de patentes europea.
Pilch quiere mantener el status quo de patentes antisoftware. Con él están los programadores europeos y los estudiantes que pertenecen a su grupo, la Fundación para una Libre Infraestructura de Información (FFII, por sus siglas en inglés). El grupo está comprometido con la idea de que el lenguaje de las computadoras debe ser tan libre como el lenguaje de los seres humanos.
Pilch dice que su misión es vital para mantener a Europa libre de las demandas judiciales que, él dice, obstaculizan la innovación en Estados Unidos. El software ya está protegido contra robo con las leyes sobre derechos de autor, dice Pilch.
Los opositores a Pilch comparan a la FFII con un montón de comunistas que no quieren que las empresas obtengan utilidades sobre sus creaciones. «Parecen más cercanos a Carlos Marx que a Adam Smith», dice Mark MacGann, director ejecutivo de una asociación de empresas europeas entre las que se encuentran Philips Electronics NV, SAP AG, Microsoft y otras 70 compañías que apoyan las patentes para el software.
Pilch responde: «Eso no es verdad. Yo también quiero ganar dinero». Admite, no obstante, que se entusiasmó tanto con la causa el año pasado que olvidó cobrarles a los clientes de su pequeño negocio de traducciones, que opera desde una oficina en Munich. Pilch creó la FFII en 1998 como algo un poco más grande que un sitio de Internet. A medida que se supo de su organización, empezó a recibir donaciones de programadores y pequeños negocios.
En 2002, la Comisión Europea propuso una ley que provocó la ira de la FFII. Buscaba elevar la oficina europea de patentes y sus ideas en favor del software por encima de las cortes nacionales. El argumento de la Unión Europea era que un sistema simple y unificado de patentes haría más competitiva la economía europea. Pero Pilch emitió un comunicado diciendo que la propuesta «abría el camino al control global de la sociedad de la información por parte de las multinacionales», especialmente las tecnológicas estadounidenses.
En abril de 2004, el debate se agudizó cuando varios cientos de manifestantes de la FFII marcharon alrededor de las oficina de la Unión Europea en Bruselas con camisetas amarillas que decían: «No a las patentes de software». Se izaron pancartas contra Microsoft.
Con la ayuda de US$61.000 en donaciones del multimillonario George Soros, la FFII envió un ejército de estudiantes a hacer lobby ante legisladores de la Unión Europea. «Algunas veces ellos rompen la puerta y exigen una reunión», dice Bowles. «Otros no parecen entender el concepto de hacer una cita». El movimiento de base tuvo éxito: en 2005, los miembros proempresa del parlamento abandonaron la propuesta de ley.
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