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¡No, la historia no ha terminado!

Fuentes: Dentelladas Nº 9

Traducido para Rebelión por Guillermo F. Parodi

La semana pasada, todos hemos sido testigos de tres momentos mágicos : en Nueva York, los discursos de Hugo Chávez y de Mahmoud Ahmadineyad, y en Beirut, el discurso de Hassan Nasralá en ocasión del «Festival de la Victoria Divina».

Esos tres hombres, el venezolano, el iraní y el libanés, son los exploradores del inmenso ejército de sombras, que a través del planeta, se forma para enfrentar al Imperio, dirigido por los Cuatro Jinetes del Apocalipsis (Bush, Cheney, Rumsfeld y Condoleezza).

No, con todo respeto por Fukuyama, la historia no ha terminado y el american way no es la única solución para la humanidad.

Los discursos pronunciados por los tres nuevos héroes de nuestra época, apuntan a la misma dirección: es necesario -y podemos- combatir la pretensión del Imperio de dirigirlo todo, de controlarlo todo, de decidirlo todo. Y esos discursos no son palabras en el aire: se apoyan sobre una realidad visible a simple vista.

Esta realidad es que el Imperio va de derrota en derrota : en Afganistán, en Iraq, en el Líbano y en Palestina, en los últimos tiempos solo cosechó fracasos. Frente a la resistencia de Venezuela, de Bolivia, de Irán, se rompió las narices. Por tirar demasiado de la cuerda con sus «aliados» europeos, va a terminar rompiéndola. Además tiene algunas dificultades para imponer sus puntos de vista a Rusia y a China, países dirigidos por verdaderos zorros. En pocas palabras, los Jinetes del Apocalipsis están cada vez más aislados en el plano mundial y pronto ya no podrán contar con el Caniche en Jefe, Tony Blair, que en poco tiempo va a dejar Downing Street, para reunirse con Berlusconi y Aznar en el basurero de la historia. Y no será con las Islas Marshall, Polonia, Ucrania, Dinamarca y Albania como podrán continuar con su proyecto de hegemonía total.

El mundo ha entrado en un nuevo período revolucionario. Y la revolución que avanza tiene el perfil de un «extraño soldado», como dice una vieja canción italiana. Ese soldado no corresponde a ninguna de las categorías anteriores: no es ni nacionalista, ni comunista, ni islamista. Es todo eso y nada de eso a la vez.

El nuevo soldado comprometido contra el Imperio está apegado a su tierra natal o de adopción pero al mismo tiempo se considera un ciudadano del mundo, conectado en tiempo real con el resto del planeta.

El nuevo combatiente habla su lengua materna pero además conoce por lo menos otra.

El nuevo combatiente defiende las tradiciones de su pueblo, pero es consciente de que existen otras, y que en consecuencia es necesario construir «un mundo que contenga a todos los mundos».

El Festival de la Victoria, que tuvo lugar en Beirut el viernes 22 de setiembre, lo ilustra bien: se congregaron en el evento un millón de libaneses – o sea, un cuarto de la población del país- , los había de todas las comunidades (17) y tendencias que forman el puzzle libanés: chiíes, sunníes, cristianos de diversas confesiones, drusos, pero también comunistas, nacionalistas, nasseristas y otros.

Resulta que el nuevo combatiente no pertenece a una vanguardia autoproclamada, que se supone que va a aportar la verdad al pueblo. En cambio el combatiente escucha a su pueblo, ya que surgió de la multitud. Y sabe que la columna guerrillera debe avanzar al ritmo del miembro más lento.

Está claro, aún el Imperio conserva una capacidad considerable para dañar y destruir. Los estrategas del Pentágono preparan desde hace años sobre la estrategia y la táctica más convenientes frente a la nueva revolución mundial en marcha, en la manera de adaptar las teorías de la guerra contra insurreccional a la nueva situación de este comienzo de siglo. Militares usamericanos e israelíes mantienen intercambios intensivos sobre sus experiencias respectivas en: Yenin, Nablús, Gaza, Faluya, Bakuba, Basora y Bagdad. Inventaron el concepto de «cabo estratégico»: un soldado polivalente y bardado de electrónica, que esté en condiciones de intervenir en el marco del «MOUT» (Military Operations in Urban Territory), adaptándose a circunstancias muy rápidamente cambiantes. En resumen, una mezcla de Robocop y guerrillero.

Pero hagan lo que hagan, siguen encerrados en sus esquemas y su pesadez burocrática y no serán nunca capaces de oponer respuestas eficaces a una resistencia muy móvil, multiforme, enraizada en la población y conectada con el resto del mundo.

El Imperio ciertamente no está muerto, pero el Emperador, de hoy en adelante ya está desnudo. Ya nadie cree en su democracia impuesta por bombas de fósforo, de uranio empobrecido, de fragmentación. Y su irrisoria propaganda contra «el islamofascismo» tiene cada vez menos efecto sobre las multitudes. Lo ideal sería evidentemente que el Imperio muriese simplemente de ridiculez, lo que nos ahorraría mucha sangre y lágrimas. Pero, ¿el ridículo puede matar? Los dejo reflexionar sobre esta cuestión.

¡Feliz semana, de todas formas!

¡Que la fuerza del espíritu los acompañe!

Guillermo F. Parodi es traductor de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de mencionar al autor, al traductor y la fuente.