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FMI: Cambios para que nada cambie

Fuentes: Argenpress

La reunión del Fondo Monetario Internacional efectuada durante septiembre en Singapur aumentó el peso de las mayores economías en su estructura. El acuerdo constituyó la primera modificación de su composición desde su fundación en el año 1944, en la conferencia efectuada en Bretton Woods (EEUU), diseñada con la activa participación de John Keynes y Harry […]

La reunión del Fondo Monetario Internacional efectuada durante septiembre en Singapur aumentó el peso de las mayores economías en su estructura. El acuerdo constituyó la primera modificación de su composición desde su fundación en el año 1944, en la conferencia efectuada en Bretton Woods (EEUU), diseñada con la activa participación de John Keynes y Harry Dexter. El cambio introducido aumentó la participación porcentual en las cuotas de China, Corea del Sur, México y Australia.

La resolución se aprobó con un 90,6% de los votos, contando con la oposición del conjunto de países latinoamericanos (exceptuando a México) y numerosas naciones asiáticas, encabezadas por India. El rechazo en lo fundamental tuvo su origen en la postergación de la discusión sobre la modificación de los criterios básicos utilizados para establecer las cuotas y, por tanto, los porcentajes de votación. La propuesta del director ejecutivo del Fondo, Rodrigo De Rato, fue revisar la fórmula de cálculo en la siguiente asamblea general en abril próximo, para aplicar las modificaciones un año después, o sea en abril de 2008. Argentina y Brasil manifestaron -fundadamente- que los cambios en la composición del Fondo «en lugar de aumentar, reduce la voz y el poder de los países en desarrollo» (10/09/06).

De Rato con el cambio de composición bloqueó la propuesta de correcciones más profundas presentada por los países latinoamericanos, India y Egipto, pero no modificó la imagen negativa que el organismo internacional proyecta a nivel mundial. EEUU mantiene su derecho a veto ya que para futuras modificaciones se requiere un 85% de los votos y la Casa Blanca dispone de 17,4%. Conjuntamente con el resto de los países desarrollados, tienen una amplia mayoría absoluta.

Desde sus inicios el FMI utiliza una formula para determinar las cuotas que descansa en cuatro variables: el PIB de cada país, su volumen de reservas internacionales, su grado de apertura exterior y la volatilidad de los flujos de capital que recibe. En los 62 años transcurridos, la correlación económica mundial se ha modificado. Las reservas internacionales se acumulan prioritariamente en Asia. Las ventajas de abrir las economías se encuentran fuertemente cuestionadas, en particular después de la crisis del sudeste asiático. Los cambios se seguirán dando a futuro. De acuerdo a estimaciones de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) las llamadas economías emergentes representarán hacia el año 2025 un 60% del PIB mundial. Se está produciendo un realineamiento mundial. «Hasta 1820 -escribió el editor de Financial Times, Martin Wolf-, Asia representaba alrededor de un 60% del PIB mundial, así como en los tres mil años previos. Hoy esa fracción -agregó- es de sólo 35-40%, pero en diez años llegará a 54%. Estamos volviendo -concluyó- a lo normal»(18/09/06).

El potencial de crecimiento de China e India es aún muy grande. «Hoy el PIB per cápita de China -señaló Wolf- es de un sexto del de EEUU, lo que es menor a la situación de Japón en los cincuenta, cuando inició sus veinticinco años de milagro. En India -añadió- es la mitad del chino». El listado de las diez mayores economías por su producto inevitablemente se irá modificando y el desfase entre la composición de las estructuras del FMI y la realidad se hará más profunda.

La cita de Singapur no propuso políticas claras de cómo enfrentar los grandes desequilibrios económicos globales, entre los cuales destacan los elevados déficit fiscal y en cuenta corriente de EEUU -generándose como contrapartida elevados superávit de esta última en otras partes del mundo- y la volatilidad de las paridades cambiarias, reflejada en el curso del año ante todo por la devaluación del dólar en los mercados mundiales. El déficit en cuenta corriente de EEUU alcanzó un nivel -si se proyecta a cifras anuales su saldo negativo del segundo trimestre- de U$S 873.600 millones. Este déficit es financiado desde el resto del mundo. Es una de las grandes «anomalías de la globalización -como ha escrito recientemente el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz- : el dinero debería fluir de los países ricos a los países pobres, pero, en los últimos años, lo ha estado haciendo en dirección contraria» (24/09/06). «El promedio de ingreso per cápita de los países con excedentes en cuenta corriente -sintetizó The Economist- es ahora mucho menor que el de los países con déficit. El más notable -subrayó- es el déficit de Estados Unidos, que es en gran parte financiado por países pobres, que compran los bonos del Tesoro» (11/09/06).

El gobierno norteamericano constata la existencia de sus profundos desequilibrios. Sin embargo, le resta importancia partiendo del supuesto que sus saldos en rojo continuarán siendo financiados desde el exterior, especialmente por aquellos países que como China, naciones del sudeste asiático, Arabia Saudita y Rusia, así como otros grandes exportadores de petróleo, han acumulado gigantescas reservas internacionales. La Casa Blanca sostiene que la acción central del FMI debe concentrarse en presionar más agresivamente por la revaluación del yuan, que lo ubica como causa central de sus problemas.

En la cita de Singapur esta demanda fue expresada también por la Unión Europea y se extendió asimismo a otros países asiáticos. Desde julio de 2005, cuando China puso fin al tipo de cambio fijo entre el yuan y el dólar, ha permitido una revaluación de su moneda en un porcentaje que Washington y el G-7 consideran muy insuficiente. El mecanismo cambiario vigente en el país asiático permite una variación diaria de 0,3% -que nunca hasta cerrar el tercer trimestre se produjo- a partir de un rango medio que es establecido por su Banco Central. En los últimos días de septiembre este curso revaluatorio se acentuó, coincidiendo con el viaje a Beijing del secretario de Tesoro estadounidense.

Rodrigo De Rato, expresó en los días previos a la reunión del «riesgo de una adaptación desordenada a los desequilibrios económicos internacionales. Hoy -añadió- hay más nubes que el año pasado en el horizonte» (10/09/06). En Singapur, la preocupación -como es habitual en las formulaciones del Fondo- se concentró en los peligros de un rebrote inflacionario a nivel mundial. El presidente del Comité Monetario y Financiero del FMI, el ministro de Finanzas británico Gordon Brown, manifestó la preocupación porque «la inflación está creciendo, con revisiones al alza en más de la mitad de los países». Ante ello, De Rato planteó la necesidad de que EEUU, el Banco Central Europeo y Japón subiesen sus tasas de interés, destacando que la mayor economía mundial, ante su claro proceso de desaceleración, enfrenta el peligro de una estagflación (estancamiento con inflación), al igual que en la década de los setenta del siglo pasado.

El síntoma más claro de la desaceleración estadounidense se está produciendo con la explosión de la burbuja inmobiliaria, una de las claves -junto con el aumento de la productividad- de la superación rápida de la recesión en 2001 y de la expansión en los años recientes. Un estudio publicado por la Caja de Madrid constató que por cada dólar que aumentaba la riqueza inmobiliaria en EEUU entre 5 y 10 centavos se destinaron a consumo. A consecuencia de ello, del aumento total en el consumo privado desde 1997 a la fecha entre el 14% y el 28% fue resultado de los incrementos en los precios de los bienes inmobiliarios. La riqueza de las familias estadounidenses se encuentra, en primer lugar, en viviendas, representando un 38,7% del total, según cifras de la Caja de Madrid para el año 2004. En EEUU, el consumo privado representó en 2005 un 70% del PIB, un porcentaje muy superior a la Unión Europea, Japón y China.

En agosto, el número de viviendas iniciadas se redujo en doce meses en un 20%, llegando a su nivel más bajo desde febrero de 2003. A su vez, los permisos de construcción descendieron en agosto por séptimo mes consecutivo, algo que no sucedía desde la fuerte recesión de 1980. En julio, el número de vivienda sin vender alcanzó una cifra récord. Según el banco de inversiones Goldman Sachs, la desaceleración económica está siendo dos veces más veloz de lo que se anticipaba. El «enfriamiento gradual» esperado por la Reserva Federal es puesto en duda por estos antecedentes. En Singapur, el secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson, manifestó a los demás miembros del G-7 que no se preocupasen por un eventual colapso del sector inmobiliario norteamericano, minimizando así la magnitud del proceso desacelerativo.

De Rato, y el informe sobre «Perspectivas Económicas Mundiales» que publica el FMI, señalaron que la desaceleración estadounidense será compensada por las altas tasas de crecimiento de China y otros países asiáticos, la «recuperación» de Japón y la Unión Europea y el acontecimiento nuevo que representa la mayor actividad de los «países pobres de Africa», habitualmente dejados de lado en sus estudios sobre la evolución económica universal.

La esperanza del FMI es muy discutible. Nouriel Roubini, ex asesor de Bill Clinton, en una entrevista publicada en Le Monde calificó este supuesto de «aberrante», considerando los profundos lazos comerciales mutuos. «La recuperación económica de Europa -enfatizó- es además muy frágil. La confianza de los consumidores en Alemania está en su más bajo nivel en cinco años. La recesión de EEUU (cuya probabilidad en 2007 la considera de un 70%) -añadió- afectará directamente a Europa por varias vías y especialmente por la divisa. Con una baja del dólar (corolario de la recesión) -ejemplifica Roubini-, el euro va a subir y ello frenará el crecimiento europeo…»(04/09/06).

La estrategia de mediano plazo del Fondo diseñada en Singapur es absolutamente general. Fortalecer su labor de análisis y monitoreo, incrementar el seguimiento de los efectos macroeconómicos de los principales países desarrollados, facilitar la discusión para la cooperación entre los países que tienen efectos importantes en la estabilidad mundial y fortalecer su autoridad en la prevención de crisis.

El fracaso de la reunión de Singapur hace muy actual una formulación de Joseph Stiglitz. La forma de la globalización debe cambiar, asegura. «El interrogante es si el cambio será impuesto por una crisis o será el resultado de una deliberación y un debate ciudadano y democrático. El cambio impulsado por la crisis -añade- corre el riesgo de producir un coletazo contra la globalización, o una reformulación fortuita, planteando así el escenario de más problemas en el futuro. Por el contrario -concluye Stiglitz-, tomar el control del proceso plantea la posibilidad de reformular la globalización, de modo que, al fin, cumpla con su potencial y su promesa, mejores estándares de vida para todos en el mundo» (24/09/06). Se ve cada vez más improbable que estas formulaciones provengan de las reuniones del FMI o del G-7.