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Venezuela y el «equilibrio» informativo: lo que no van a contarle ni antes ni después de las elecciones presidenciales.

Fuentes: Rebelión

A menos de un mes vista para que tengan lugar las elecciones presidenciales en Venezuela, el periódico El País, como no podía ser de otra forma, ha comenzado su ofensiva mediática contra el presidente Chávez mediante un amplio reportaje el domingo cinco de noviembre bajo el titular «La nación partida de Chávez». En esta ocasión […]

A menos de un mes vista para que tengan lugar las elecciones presidenciales en Venezuela, el periódico El País, como no podía ser de otra forma, ha comenzado su ofensiva mediática contra el presidente Chávez mediante un amplio reportaje el domingo cinco de noviembre bajo el titular «La nación partida de Chávez».

En esta ocasión concreta -ya veremos en las próximas aunque imagino que no se distanciarán mucho en el tono y en las formas de a la que hoy me refiero-, el ataque pasa por intentar transmitir una imagen autoritaria de Chávez por diferentes vías: una, a partir de las declaraciones de alguno de sus adversarios políticos, concretamente, del socialdemócrata Teodoro Petkoff quien opina que Venezuela vive «en un régimen autoritario y personalista»; otra, cuestionando algunas de sus formas de actuar como el que trabaje hasta altas horas de la madrugada -como si eso fuera producto del capricho-o que pueda llamar a cualquiera de sus ministros a horas intempestivas; una más, preguntando a su vicepresidente, José Vicente Rangel, si cabe la posibilidad de disentir de sus opiniones o, incluso, de advertirle sobre sus errores; y una última, identificando un régimen profundamente presidencialista con el despotismo y trasladando la pregunta al autor de una biografía sobre Chávez, Alberto Barrera Tyszka, publicada por la editorial Debate, editorial que pertenece al mismo grupo que El Nacional, periódico de marcada tendencia antichavista y abierto defensor del golpe de estado del 12 de abril de 2002.

Para tratar de disimular el tono del discurso, pero con la intención de reforzar la imagen de que Venezuela es un país escindido en dos desde que Chávez gobierna, las críticas anteriores se modulan mediante referencias indirectas al apoyo que la mayor parte de la población presta a su Presidente. Si bien, en este caso, las opiniones recogidas -más allá de la de Rangel- no superan la barrera del anonimato y se identifican con términos como «irracional» o «histeria».

El equilibrio desequilibrado.

Esa dinámica de tratar de ofrecer una imagen de equilibrio informativo cuando los argumentos que se sitúan en ambos lados de la balanza son, a veces, de muy diferente peso y, otras, no mantienen ningún tipo de conexión entre sí está presente a lo largo de todo el artículo. Cualquier elemento positivo resaltado en el discurso a favor de la gestión de Chávez es inmediatamente contrarrestado con opiniones en sentido contrario que se pretenden de mayor magnitud.

Y, así, cuando se habla en el texto de los efectos tan beneficiosos que han tenido los programas sociales denominados «Misiones» sobre la población más pobre, enseguida se matizan diciendo que «todos esos programas tienen un reverso tenebroso que los antichavistas llevan tiempo denunciando» y se recurre de nuevo a Petkoff que no duda en afirmar que «las misiones sólo llegan a quienes son amigos de la causa y se han convertido en nidos de corrupción y despilfarro».

Parece como si él no supiera que cualquier persona puede beneficiarse de los precios más reducidos de los productos de la canasta básica que se venden en Mercal; o de la asistencia de los médicos cubanos de la misión «Barrio Adentro»; o de las tres comidas al día que los niños reciben en las escuelas bolivarianas y que han permitido una reducción drástica del absentismo escolar.

Pero, aún así, habría que advertirle a Teodoro Petkoff que esos programas no estaban pensados para sus hijos -si es que los tuviere, que no lo sé- ni para los hijos de todas las familias de la oligarquía y la alta burguesía venezolana. Estos niños, como sus familias, afortunadamente ya tienen esas necesidades más que cubiertas, si no en Venezuela fuera de ella.

Resulta absurdo atacar un programa social porque llega precisamente a sus destinatarios; a quienes lo necesitan; a quienes no sabían leer; a quienes no gozaban de asistencia médica básica; a quienes no podían enviar a sus hijos al colegio porque éstos tenían que contribuir, trabajando o mendigando, a la economía familiar y a su propia subsistencia; a quienes no veían por problemas oftalmológicos perfectamente subsanables. En definitiva, resulta absurdo criticarlo porque llega a los desheredados de Venezuela.

Pero vayamos con otro ejemplo igual de significativo del peculiar concepto de equilibrio informativo que tienen en El País.

Así, el autor del artículo hace referencia a una de las prácticas sancionadoras cotidianas del Seniat (la agencia encargada de la recaudación impositiva): clausurar durante varios días los establecimientos que no tienen en orden el pago de sus impuestos o violan derechos laborales o sociales de sus trabajadores. Esta práctica debemos entender que le resulta acertada y para ello recurre a las declaraciones de Vicente León, director de la agencia Datanálisis, y a su afirmación de que «esa parte del Ministerio de Finanzas está funcionando muy bien; está a cargo de un chavista moderno que trabajo con eficacia».

Pero, claro está, esa concesión al chavismo debía parecerle excesiva e, inmediatamente, pasa a matizarla afirmando que «el reverso de la moneda es que la ciudad está inundada de comercios ambulantes, ilegales, que no pagan impuestos y que funcionan como un Estado paralelo al oficial» (sic).

El autor del artículo, Francisco Peregil, demuestra, en este caso, su ignorancia supina con respecto al origen y la proliferación del empleo informal en Venezuela y pasa atribuírsela al excesivo celo que demuestra la agencia tributaria venezolana en el cumplimiento de su función. Por no hablar de eso que él llama un «Estado paralelo al oficial», ¿a qué se estará refiriendo con esa expresión?

Peregil debería saber que el aumento en el empleo en el sector informal en Venezuela se produjo como consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales -entre otros por un ministro llamado Teodoro Petkoff- durante las décadas de los 80 y los 90. De hecho, el 70% de los puestos de trabajo creados de 1990 a 1998, antes de que llegara Chávez a la Presidencia, lo fueron en el sector informal. Es más, en 1980 había 1,85 millones de trabajadores en el sector informal y en 2000, el número ya se había elevado a 4,7 millones.

Pero, claro, Peregil de esto parece no saber demasiado o, puestos a pensar mal, sí que lo sabe pero prefiere decir que el empleo informal lo creo Chávez… Él sabrá por qué.

Pues bien, estos son dos ejemplos de lo que El País, «Diario independiente de la mañana«, y todos los que no se definen tan pretenciosamente como él pero son iguales de tendenciosos en sus informaciones sobre Venezuela, entienden por equilibrio informativo: una de cal y diez de arena…

Lo que no van a contarle.

Más allá de presentarles una información que se presume equilibrada pero que se encuentra manifiestamente escorada a favor de los intereses económicos y políticos del grupo empresarial al que pertenezca el periódico en cuestión -singularmente evidentes en el caso del grupo PRISA-, la otra vía por la que estos medios ofrecen a sus lectores una imagen distorsionada de Venezuela es la de ocultar a sus lectores cualquier noticia que pudiera reflejar una imagen positiva del proceso de transformación social que allí está teniendo lugar.

De hecho, durante las últimas semanas se han producido varias de esas noticias positivas que han sido silenciadas; cosa que, evidentemente, no hubiera ocurrido de haberse podido utilizar contra el proceso bolivariano.

Por un lado, hay que destacar que el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela hizo públicos hace unas semanas los últimos datos sobre la pobreza en aquel país y en donde se ponía de manifiesto una significativa reducción de la misma.

Así, el aumento que experimentó tanto el número de personas como de hogares pobres tras el periodo de inestabilidad política y económica a que fue sometido el país a lo largo de 2002 y 2003 parece que ha llegado a su fin y la tendencia que muestran los datos es manifiestamente positiva.

En este sentido, y como consecuencia de los efectos del golpe de Estado, del paro petrolero y de la huelga empresarial, los porcentajes de hogares que vivían en situación de pobreza y de pobreza extrema en el primer trimestre de 2001, antes de todos esos acontecimientos, pasaron del 39% y el 14%, respectivamente, al 55,1% y 25% a finales de último semestre de 2003.

Esa escalada de la pobreza, producto de la criminal campaña de desestabilización contra el gobierno venezolano, no sólo ha sido superada sino que, además, está siendo revertida: los últimos datos de fines del primer semestre de 2006 indican que esos porcentajes han vuelto a reducirse hasta el 33,9% y el 10,6%, respectivamente.

Unos porcentajes que, por otra parte, son sensiblemente inferiores a los que se encontró Chávez cuando alcanzó la Presidencia: 42,8% de hogares pobres y 16% de hogares en extrema pobreza en el primer semestre de 1999.

Todo esto indica que, desde 2004 y una vez retomada la senda del crecimiento económico quebrada tras los referidos episodios, el esfuerzo por mejorar las condiciones de vida de las personas más desfavorecidas se ha acentuado y los resultados son expresivos de un éxito que difícilmente puede cuestionársele al gobierno de Chávez.

Idénticas tendencias y éxitos se observan para el caso de las personas que viven en situación de pobreza o de pobreza extrema. Si cuando Hugo Chávez llegó al poder había en Venezuela un 55,4% de personas pobres, de las cuales un 24,7% vivía en condiciones de extrema pobreza, los acontecimientos señalados elevaron esos porcentajes hasta el 62,1% y el 30,2%, respectivamente.

Sin embargo, en la actualidad, el porcentaje de personas pobres es del 39,7%, siendo especialmente significativo que el porcentaje correspondiente a las personas en situación de extrema pobreza haya caído hasta casi la mitad del existente al inicio del mandato, el 12,9%.

Quiere decirse con ello que durante todo el mandato de este gobierno, y frente a la idea que tan tradicional como falazmente suelen transmitir los medios de comunicación masiva, la pobreza no sólo ha sido combatida en Venezuela sino que también empiezan a manifestarse esperanzadores indicios de que podrá ser derrotada en un futuro no muy lejano. Expectativas tanto más robustas cuanto más elevado se mantenga el precio de los hidrocarburos y, sobre todo, la voluntad del gobierno de redistribuir las rentas del petróleo a los más necesitados.

Pero, si sobre la reducción de la pobreza en Venezuela difícilmente habrá recibido algún tipo de información tampoco se asombre si no ha visto publicado en ningún lugar que hasta el Fondo Monetario Internacional ha reconocido en un informe que Venezuela ha aumentado el nivel de empleo en 2005 y la primera mitad de 2006, reduciéndose la tasa de desempleo formal casi a la mitad desde 2003.

De esta forma, la tasa de desocupación se encuentra en estos momentos en Venezuela en el 9,5%, habiéndose reducido desde principios de año en un 3,4 % y desde el inicio del mandato de Chávez en un 7,1%.

Por otro lado, si tomamos como referencia los porcentajes de población ocupada en los sectores formales e informales de la economía, los datos nuevamente vuelven a ser favorables a la gestión del actual gobierno.

En este momento, la tendencia muestra claramente un progresivo incremento del porcentaje de trabajadores ocupados en el sector formal de la economía (un 54,8%) frente al que lo está en el sector informal (45,2%). Esta tendencia positiva viene registrándose desde el año 2003 y, en conjunto, hay que destacar una caída del 7,2% en el empleo informal a lo largo del periodo 1999-2006 según datos del Ministerio de Trabajo venezolano.

Y, finalmente, tampoco se asombre si a lo largo de los próximos días a usted nadie le informa de que el último Informe sobre el Desarrollo Humando del PNUD, de muy reciente publicación, muestra que Venezuela ha mejorado tres posiciones en la ordenación de países que elabora el PNUD en función del valor del Índice de Desarrollo Humano y ocupa, en estos momentos, el puesto 72 a nivel mundial.

Además, esa mejora es especialmente significativa si se tiene en cuenta que el Índice de este año se ha elaborado con datos de 2004, año en el que se dejaban sentir aún los efectos de la grave crisis política y económica a la que había sido empujado el país con la intención de expulsar a Chávez del poder.

La ley del silencio.

De nada de lo anterior tendrá usted noticia ni antes ni después de las elecciones presidenciales porque nada de lo positivo que está ocurriendo en Venezuela es objeto de atención y espacio en los medios de comunicación.

¿Se imaginan qué hubiera ocurrido si a un mes vista de las elecciones hubiera aumentado el desempleo o la pobreza en Venezuela? ¿Sospechan qué hubiera pasado si el Índice de Desarrollo Humano del PNUD hubiera empeorado a menos de un mes de las elecciones? ¿Intuyen cuál hubiera sido la reacción de esos medios de comunicación?

Nada de esto último ha ocurrido y sí lo contrario. Sin embargo, de nada de ello se nos ha informado a pesar de que tenemos tanto derecho a saber lo que está mal como lo que va bien en un país de cara a formar nuestro propio juicio sobre el mismo. Con este comportamiento, los grandes grupos de comunicación sacrifican nuestro derecho a una información veraz en aras de sus intereses y al amparo de la sacrosanta libertad de empresa desde la que tan confortablemente tratan de controlar nuestras conciencias.

En cualquier caso, algo sí nos queda claro. Es tiempo de elecciones en Venezuela y parece que el previsible vencedor no es del gusto de los poderosos. Así que, utilizando el más antiguo de los principios mafiosos, la ley del silencio, callan sobre lo que no les interesa difundir no vaya a ser que a alguien le dé por pensar que Chávez lo está haciendo bien en Venezuela.

Alberto Montero Soler ([email protected]) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y colaborador habitual de Rebelión.