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Tras la «marea roja»: Nuevos retos para Venezuela revolucionaria

Fuentes: Rebelión

Con el 78.31% de las actas escrutadas por Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, se perfila como vencedor de los comicios de ayer, 3 de diciembre del 2006, el Presidente Hugo Chávez, con el 61.35% de los votos, sobre su rival más cercano, Manuel Rosales, quien recibió el 38.39%. En la contienda participaron un total […]

Con el 78.31% de las actas escrutadas por Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, se perfila como vencedor de los comicios de ayer, 3 de diciembre del 2006, el Presidente Hugo Chávez, con el 61.35% de los votos, sobre su rival más cercano, Manuel Rosales, quien recibió el 38.39%. En la contienda participaron un total de 14 candidatos apoyados por 79 agrupaciones electorales, 24 de las cuales apoyaron a Chávez, y 43 a Rosales. Ninguno de los demás candidatos alcanzó el 1% (http://www.cne.gov.ve/divulgacionPresidencial/resultado_nacional.php). De esta manera, el reelecto mandatario comenzará en Febrero del 2007 su segundo término de seis años bajo la Constitción de 1999.

Los resultados hasta el momento reflejan la participación del 75.31% de los electores registrados, en comparación al 69.92% que participó en la más reciente votación en la cual estaba en juego la Presidencia de la República, el referéndum revocatorio de agosto del 2004. Dicho nivel de participación también refleja la tasa más baja de abstención en unas elecciones presidenciales venezolanas desde 1988, cuando Carlos Andrés Pérez resultó electo con la participación del 81.2% de los electores. Vale recordar que votar fue compulsorio en Venezuela hasta 1999 y que el universo electoral se ha expandido enormemente desde que Chávez fue electo por primera vez en 1998 (de 11 a casi 16 millones), gracias en parte a un esfuerzo masivo para registrar nuevos electores (http://www.cne.gov.ve/estadisticas/e006.pdf).

Queda de esta forma derrotado el abstencionismo como estrategia electoral, promovida por ciertos sectores de la oposición, notablemente el casi difunto partido Acción Democrática, que una vez dominara la vida política venezolana por casi 40 años. También aparentaría, aunque debe confirmarse en próximos eventos electorales, haberse reversado la tendencia de los últimos veinte años hacia la creciente apatía política de los venezolanos.

A pesar de no alcanzar la meta anunciada de los «10 millones» de votos (curioso y poco realista eslogan de campaña que recuerda la fracasada zafra cubana de los 10 millones de 1970), el Chavismo consigue así su mayor cantidad de votos hasta el momento, aumentando tanto en términos absolutos como porcentuales sobre su desempeño en el referéndum del 2004, en el que obtuvo el 59.09% de los votos. La oposición organizada, por su parte, vio levemente reducido su porcentaje con respecto del referéndum (http://www.cne.gov.ve/referendum_presidencial2004/). Lo que esto significa, en términos políticos, es que la oposición se compone de prácticamente los mismos sectores que hace dos años, que conforman un «núcleo duro», mientras el Chavismo, por su parte, si bien no ha logrado penetrar estos sectores, no ha perdido fuerza en los últimos dos años. Por el contrario ha ganado nuevos espacios, aunque pequeños, probablemente entre sectores de la llamada clase media que se han beneficiado de las políticas del gobierno.

Chávez ganó en cada uno de los 24 estados del país, incluyendo, aunque por estrecho margen, en el estado petrolero de Zulia, gobernado por su contrincante (http://www.aporrea.org/oposicion/n87448.html).

Las dudas existentes en cuanto a cual sería el comportamiento de la oposición se disiparon en cuanto Manuel Rosales reconoció la derrota, aunque insistió en que el margen real era menor al anunciado por el CNE. Teodoro Petkoff, el ex-guerrillero convertido en economista neoliberal y otrora aspirante presidencial que fungió de manejador de campaña de Rosales, se mostró «satisfecho» con el procedimiento electoral. El periodista del canal privado Globovisión, Rafael Poleo, había hecho recientemente un llamado a los simpatizantes de la oposición, a Rosales y al alto mando militar, a alzarse en los días siguientes a las elecciones en manera similar a la «Revolución Naranja» que en el 2005 sacó del poder a Viktor Yanukyovich en Ucrania tras alegatos de fraude, ya que alegadamente Chávez sería declarado ganador «sin importar lo que realmente digan los números».

Interesantemente, la firma encuestadora estadounidense Penn, Schoen & Berland, conocida por su nebulosa injerencia en las elecciones de paises como Ucrania, Serbia y Bielorusia, fue una de tres firmas (las otras dos tienen lazos directos con la oposición venezolana) que publicaron encuestas anunciando un supuesto «empate técnico» entre Chávez y Rosales en las semanas previas al evento (http://www.counterpunch.com/maher11252006.html).

Sin embargo, todo parece indicar que la oposición de derecha, tras repetidas derrotas de su estrategia insurgente, ha optado finalmente por una institucionalidad que apenas comenzó a contemplar inciertamente al participar en el referéndum del 2004 (recordemos que nunca reconocieron como válido el resultado de esa votación, a pesar del visto bueno de observadores internacionales como el Centro Carter y la OEA, y que incluso se retiraron a última hora antes de las elecciones parlamentarias del 2005, permitiendo así que el Chavismo se apoderara de la Asamblea Nacional para seguir cuestionando su legitimidad).

Sin duda esto se debe en gran parte a la falta de interés del gobierno de los Estados Unidos en promover la confrontación en Venezuela en estos momentos, tras el fuerte debilitamiento de la administración Bush y el Partido Republicano en las pasadas elecciones legislativas de ese país. Las mansas declaraciones del nuevo Subsecretario para Asuntos Hemisféricos, que contrastan tanto con las de un Otto Reich o un Roger Noriega, así lo confirman (http://www.aporrea.org/venezuelaexterior/n87457.html). Esto implica que, a menos que haya un cambio de fuerzas significativo y repentino a nivel internacional, durante los próximos seis años se puede esperar que la extrema derecha desestabilizadora se encuentre cada vez más aislada y que la oposición «institucional» vaya adquiriendo más coherencia organizativa e ideológica en la medida en que asuman el rol de oposición seria.

Consolidado finalmente el Chavismo en el poder, tras años de incertidumbre e intentos de desestabilización, la gran interrogante entonces es ¿Qué depara el futuro para la Revolución Bolivariana? Sin duda los próximos meses serán de intensos debates internos. En su discurso de victoria, Chávez llamó a «la batalla contra la contrarrevolución burocrática y la corrupción» (http://www.aporrea.org/actualidad/n87427.html). En el discurso político venezolano actual, ello implica la profundización de la democracia participativa a través del traspaso de poderes a los recién creados Consejos Comunales y a las organizaciones populares, así como el avance de la autogestión y co-gestión obrera y el desarrollo de las empresas de producción social. También implica, sin embargo, la confrontación entre los sectores más radicales del Chavismo y aquellos que opinan que ya se ha avanzado lo suficiente.

El conflicto central entre estos dos sectores gira en torno a si la «revolución» consiste en reformar las instituciones existentes o crear un aparato estatal paralelo. Durante los pasados años ha habido espacio para ambas estrategias, ya que el enquistamiento del antiguo régimen en muchas de las instituciones existentes (la UCV o el Colegio de Médicos, por dar dos ejemplos importantes) no dejaba más remedio que ir construyendo las instancias paralelas que ya han adquirido gran visibilidad a través de las bien conocidas «misiones» sociales, como la Universidad Bolivariana y los famosos «módulos» atendidos por médicos cubanos que pueblan cada esquina de los barrios de Caracas. Sin embargo, en cuanto este obstáculo pierda relevancia, según la oposición se normalice y comience a acatar e incluso a reclamar espacios dentro de la nueva institucionalidad, se hará evidente la contradicción entre una visión de las nuevas instancias meramente como una cura temporera que puede y debe operar bajo las mismas premisas que las instituciones viejas, y una que plantea que el propósito de estas es precisamente servir de pie forzado para ir transformando el estado y la sociedad.

Por lo pronto, a nivel de retórica, todo el mundo dice apoyar la línea oficial de «democracia participativa» y el «socialismo del siglo veintiuno», frases que sólo hacen sentido desde una perspectiva transformadora. En la práctica, sin embargo, el comportamiento de muchos funcionarios «Chavistas» dista mucho de tal visión, poniéndole mil trabas a la formación de los Consejos Comunales (por dar un sólo ejemplo). El malestar popular hacia estos funcionarios es evidente, y se manifiesta en la crítica expresada libre y abiertamente, todos los días, a través de los diversos medios alternativos y comunitarios que se han reproducido aceleradamente en los barrios durante los últimos años. Este elemento de organización y comunicación popular autónoma, tan subestimado por muchos analistas, seguramente jugará un papel decisivo en el debate.

Dos temas que seguramente figurarán en este debate mucho más amplio, y que han causado algo de consternación en la izquierda internacional, son
1) el planteamiento de consolidar un partido «único» de la revolución (http://www.venezuelanalysis.com/news.php?newsno=2072), y
2) de revisar la Constitución para permitir la reelección indefinida de Chávez (http://www.endi.com/noticia/mundiales/noticias/chavez_creara_comision_especial/119603).
Las dudas que han surgido en cuanto a las posibles implicaciones anti-democráticas de estos planteamientos son legítimas. Sin embargo, la realidad es que los medios de comunicación los han sacado de contexto.

El primer planteamiento simplemente significa un llamado a la fusión de la maraña de partidos que conforman el «Chavismo» electoral en la actualidad, siendo las más importantes el Movimiento Quinta República (MVR), Por la Democracia Social (PODEMOS), Patria Para Todos (PPT), y el Partido Comunista de Venezuela (PCV). Aunque se podría argumentar que tal movida centralizaría el poder y reduciría la diversidad al interior del Chavismo, no es menos cierto que la mayoría de estas organizaciones hace tiempo se comportan para los efectos como una sola, y las diferencias, incluso ideológicas, entre ellas son casi nulas.

La propuesta no implica, en lo absoluto, la criminalización de los partidos de la oposición y demás que optaran por no adherirse a la nueva estructura. Es muy probable, por ejemplo, que otras organizaciones que apoyan el proceso, como el trotskista Partido Revolución y Socialismo (PRS; no participó como partido inscrito en estas elecciones), ligado a la actual tendencia más poderosa y numerosa dentro de la Unión Nacional de Trabajadores (el sindicato nacional pro-Chávez), la Corriente Clasista, Unitaria, Revolucionaria y Autónoma (C-CURA), no se integre al «partido único» ya que este ha declarado que a pesar de su apoyo al proceso no desea ser considerado «oficialista» (http://www.revolucionysocialismo.org/actualidad/39.html).

Por otra parte la coherencia organizativa que traería la creación de una estructura partidista más sólida posiblemente logre contrarrestar incluso algunas de las tendencias que más preocupan a los observadores internacionales de Chavismo, como el creciente personalismo alrededor de la figura de Chávez, ya que facilitaría la formación de cuadros medios capaces de asumir posiciones de liderato, y así aminoraría la dependencia sobre una persona. La consolidación del nuevo partido también implicaría, en toda probabilidad, un ultimátum a aquellas personas que en la práctica están obstaculizando el proceso: o se alistan, o se pasan a la oposición.

En cuanto al segundo tema, si bien podría plantearse que representa un paso atrás en cuanto a la democracia en su sentido estrictamente procesal, tampoco se sale de los límites de las reglas del juego democrático. Lo que se plantea es una enmienda constitucional, que tiene que pasar el cedazo de la aprobación en referéndum popular (Art. 341; http://www.defensoria.gov.ve/lista.asp?sec=150009) y que no sancionaría la perpetuidad en el poder, sino sencillamente permitiría la reelección por más de los dos términos consecutivos permitidos en la actualidad.

Hay varias razones posibles para hacer el planteamiento. Se sabe que en el pasado, Chávez ha sugerido la medida para prevenir que la oposición se retire de las elecciones, como lo hicieron en el 2005, y es posible que lo haya vuelto a hacer poco antes de las elecciones por el mismo motivo. No es menos cierto, sin embargo, que existe cierto clamor popular, alimentado por el propio Chávez en sus declaraciones, por que Chávez se quede en el poder «hasta el 2021» (que es la fecha en que según Chávez la Revolución habrá cumplido su tarea histórica). Si surgiera una iniciativa popular que contara con las suficientes firmas, o entre un sector de los legisladores Chavistas, el proceso de enmienda entraría automáticamente en movimiento y dependería finalmente de la aprobación por la mayoría del electorado.

En todo caso, el planteamiento de quienes apoyan la medida es que Chávez juega el doble papel de muro de contención, que aguanta el embate de la derecha para darle tiempo a la organización popular, y de guía didáctico imprescindible en la profundización de la revolución, comunicando al pueblo la necesidad de auto-organizarse. La apuesta, entonces, es que al no existir un liderato capaz de reemplazar a Chávez en ese sentido, este debe seguir jugando ese papel hasta que las organizaciones populares estén los suficientemente fuertes para defenderse solas contra los enemigos de afuera y de adentro.

No hay duda de que es una apuesta riesgosa en muchos sentidos, pero por el momento parece haber pocas alternativas. En todo caso, no es en manos de Chávez sino del pueblo y los trabajadores venezolanos seguir organizándose para la toma cada vez más directa del poder. De su éxito depende si la frase «socialismo del siglo veintiuno» resulta ser sólo otro eslogan más, o un proyecto real capaz de transformar las relaciones sociales y productivas en beneficio de toda la humanidad.

*El autor es puertorriqueno y estuvo recientemente en Caracas haciendo trabajo de campo para su tesis doctoral sobre la organización comunitaria y participación popular en Venezuela.