Quien ha sido hasta hace unas semanas el principal asesor económico del presidente Zapatero y actualmente es el candidato a la alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián, se despedía de su cargo elogiando al Gobierno «menos intervencionista de las últimas décadas». Y es que hay personas que cuando hacen declaraciones públicas se encuentran tan satisfechas de […]
Quien ha sido hasta hace unas semanas el principal asesor económico del presidente Zapatero y actualmente es el candidato a la alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián, se despedía de su cargo elogiando al Gobierno «menos intervencionista de las últimas décadas».
Y es que hay personas que cuando hacen declaraciones públicas se encuentran tan satisfechas de sí mismas que ni siquiera piensan realmente lo que están diciendo ni sus consecuencias. Digan lo que digan les parece que sus afirmaciones van a pasar a los anales de la historia y, por ello, las llenan de palabras altisonantes y comparaciones superlativas tratando de envolverlas en una capa de solemnidad que contribuya a hacerlas imperecederas.
Este es uno de esos casos. Las palabras de Sebastián son dignas de pasar a la historia; pero, mal que le pese, deberían entrar en la del disparate.
Porque digo yo que, de entrada, Miguel Sebastián estaba en buena posición para realizar esta afirmación con fundamento y conocimiento de causa. Es decir, que debía saber mucho y bien de lo que hablaba.
Y si, efectivamente, este gobierno ha sido el menos intervencionista de las últimas décadas eso equivale, simple y llanamente, a que ha debido ser el más liberal durante ese periodo. ¿O me falla mucho la lógica?
Todo lo cual no viene sino a demostrar, una vez más, que a este gobierno lo de socialista, al menos en lo que a política económica se refiere, le viene grande.
Así vive la gente en España
Pues bien, a los pocos días de que Miguel Sebastián se ufanara de haber contribuido con su asesoramiento a que este gobierno fuera el más liberal de las últimas décadas, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicaba los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida de la Población para el año 2005.
En ella se recoge una serie de datos que no está de más examinar para, seguidamente, valorar en su justa medida la afirmación de Sebastián y sus consecuencias.
Así, según el INE, en 2005 el 19,8% de la población se encontraba por debajo del umbral de pobreza relativa, es decir, uno de cada cinco residentes en nuestro país era pobre.
Pero, además, esa pobreza no afectaba a todos los colectivos por igual sino que se cebaba especialmente en aquéllos que se encuentran más desprotegidos. Así, por ejemplo, las personas de 65 ó más años presentaban una tasa de pobreza del 29,4%; y si, además, éstas vivían solas el porcentaje llegaba hasta casi la mitad de dicha población (el 47,3%). Esto último se traduce en que había más de tres millones de personas que subsistían con menos de 530 euros al mes que es el valor del umbral de pobreza para ese año.
Otra población especialmente afectada es la de los menores de 16 años con una tasa de pobreza del 24,2%, es decir, casi uno de cada cuatro niños o adolescentes padecían esa situación.
Una situación que para muchos de ellos será muy difícil revertir si se tiene en cuenta que la Encuesta también pone de manifiesto que casi el 20% de las personas que cuando eran adolescentes vivían en hogares con dificultades económicas continuadas se encontraban, actualmente, en condiciones de pobreza relativa. Un dato expresivo de que existe una elevada transmisión intergeneracional de la pobreza y que, por lo tanto, quienes han vivido de jóvenes en un ambiente pobre tienen una probabilidad más elevada de ser pobres en su edad adulta; no digamos ya en su vejez.
La pobreza, además, tiene rostro femenino puesto que es mayor en el caso de las mujeres (casi 21%) que en el de los hombres (18,6%). Cosa que no es de extrañar si, como también desvela la Encuesta, el salario bruto mensual de los varones es un 36,7% mayor que el de las mujeres, mientras que el salario bruto por hora lo es en un 15,3%.
Las dificultades que tienen esas personas para atender sus necesidades básicas puede expresarse más gráficamente si se recurre a dos datos relacionados con su cotidianeidad. Así, un 9% de los hogares españoles no pueden mantener su vivienda con una temperatura adecuada en las épocas de frío por problemas económicos y un 2,5% de los mismos carece de ingresos para permitirse comer carne, pollo o pescado al menos cada dos días.
Pero la Encuesta no sólo aborda cuestiones relacionadas con la pobreza también revela información alarmante sobre el medio ambiente en el que vivimos.
De esta forma, y gracias a ella, descubrimos que el 16,6% de los hogares están situados en zonas con problemas de contaminación u otros problemas medioambientales; que el 18,7% de los mismos se encuentran en zonas afectadas por la delincuencia y vandalismo; o que casi el 29% de los hogares españoles padecen contaminación acústica.
Si ante la contundencia de estos datos, que sitúan a España entre los países de Europa que mayor tasa pobreza relativa presentan junto con Grecia, Irlanda, Portugal y Eslovaquia, el principal elogio que Miguel Sebastián dirige a este gobierno es que ha sido el menos intervencionista de las últimas décadas es que algo va mal.
El gobierno de Zapatero anda muy equivocado si pretende que esas personas salgan de su situación de pobreza por sí mismas o si cree, por otro lado, que el diferencial de ingresos entre hombres y mujeres puede ser corregido desregulando cada vez más el mercado de trabajo y no obligando a las empresas a remunerar a los asalariados en función del trabajo realizado y no del género del trabajador.
El ejecutivo socialista elude sus responsabilidades si considera que la mejora de nuestro entorno vital no es algo de su incumbencia o si cree que es socialmente justo que muchas personas que nacen en un entorno pobre carguen con ese estigma durante toda su vida.
Y, en definitiva, este gobierno está faltando a sus obligaciones básicas con la ciudadanía si cree que los desequilibrios que genera el mercado pueden y deben ser corregidos por los propios mecanismos de mercado, sin intervención pública.
Así que menos mercadotecnia del talante, que sale barata, y más compromiso real y, sobre todo, financiero con los valores de la justicia social cuando de pobreza y necesidades básicas de la población se trata.
Alberto Montero Soler ([email protected]) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y colaborador habitual de Rebelión.