El presidente de El Salvador, Elias Antonio Saca pese a sus discursos halagüeños en referencia a la economía del país, que no se corresponden con la realidad, ahora esta preocupado con la entrada de Nicaragua en los acuerdos de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) que echan por tierra sus alabanzas al Tratado de […]
El presidente de El Salvador, Elias Antonio Saca pese a sus discursos halagüeños en referencia a la economía del país, que no se corresponden con la realidad, ahora esta preocupado con la entrada de Nicaragua en los acuerdos de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) que echan por tierra sus alabanzas al Tratado de Libre Comercio para Centroamérica y República Dominicana (TLC), diseñado por Washington.
Si en un relativo período de tiempo el gobierno sandinista de Daniel Ortega logra llevar la salud, y la educación a la mayoría de su empobrecido pueblo; incrementar la construcción de viviendas, estabilizar la demanda eléctrica a bajo costo y dar pasos firmes hacia la eliminación de la pobreza que hoy abarca a más del 70 % de sus habitantes, no solo Saca, sino los otros firmantes del TLC (Honduras, Guatemala, Costa Rica y Dominicana) junto a Estados Unidos, se verían descalificados para continuar imponiendo en Centroamérica el libre comercio y la neoliberalización que en las últimas dos décadas solo han traído a Latinoamérica hambre, miseria y desigualdades.
En sus recientes discursos, el presidente salvadoreño que se ha convertido en uno de los voceros de las supuestas bondades de los TLC con Estados Unidos, ha enfatizado que la economía del país avanza por caminos seguros mientras que a la par ha criticado a sus homólogos de Venezuela, Hugo Chávez y de Bolivia, Evo Morales, por impulsar en la región «experimentos estatales que llevan a los países a la bancarrota».
«Creo en las economías abiertas, en el libre comercio, y los experimentos estatales terminan llevando a los países a la bancarrota»…»Nosotros en El Salvador tuvimos una reforma agraria que fue un desastre y una adquisición de bancos enfangada por la corrupción», enfatizó al periódico británico Financial Times.
La realidad es que en esa nación centroamericana nunca ha existido una verdadera reforma agraria pues los latifundios de adinerados hacendados nacionales y extranjeros proliferan por todo el territorio.
En cuanto a los bancos, los analistas indican que ha sido funesta la política de privatizaciones que han llevado adelante desde hace 15 años los gobiernos de la Alianza Republicana Nacional (ARENA) cuando en 1989 tomaron el poder tras los acuerdos de paz, después de doce años de guerra civil.
Esa política se incrementó en los últimos mandatos de Francisco Flores y de Antonio Saca pues las ventas proliferaron en beneficio de los grupos pudientes salvadoreños que acumularon más fortunas al vender sus acciones a las transnacionales Citigruop, Scotiabank, Banistmo, Bancolombia y Hong Kong & Shangai Banking, entre otros.
En estos años de globalización indiscriminada se ha demostrado, como también aseguran los economistas, que esas acciones debilitan a los Estados y la falta de regulaciones llevan al país a una subordinación total con respecto al capital extranjero.
En pocas palabras, se pierde la soberanía de la nación pues las compañías transnacionales indicarán por su fuerte control financiero, los derroteros sociales, económicos y hasta políticos a seguir según sus intereses, que siempre irán en contra de las mayorías pobres.
En contraposición a los adelantos económicos destacados por Saca, el Obispo Auxiliar capitalino, Gregorio Rosa dijo al diario La Prensa Gráfica que hoy en día «los salvadoreños están más dolidos con el desempleo, el alto costo de la vida y la inseguridad ciudadano.
Rosa enfatizó que la única forma de obtener una paz viable en el país es «reconstruyendo el tejido social que han desgarrado la pobreza, la marginación, la exclusión social y la falta de oportunidades».
En el mismo sentido se manifestó el opositor Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en un documento sobre la situación económica presentado a la ONU: «Lo que tenemos ahora, quince años después de los acuerdos de paz, es que se masificó la pobreza, la gente emigra permanentemente, va al Norte (Estados Unidos), manda remesas que ayudan grandemente a que el sector financiero se enriquezca mas. Es un modelo viciado».
La delincuencia alcanza a todos los departamentos del país y deja como promedio diario 11 homicidios, lo que convierte a El Salvador en uno de los países más violentos de América Latina, debido fundamentalmente a la falta de políticas sociales a favor de su población.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señaló que el 46 % de los 8 millones de salvadoreños son pobres, el desempleo alcanza al 18 % de la población y el subempleo al 40 %.
Con la entrada en vigor del TLC, en el primer año se suprimirán los aranceles al 99,8% de las exportaciones industriales de El Salvador, (que son pocas y no tienen la mejor calidad para competir en el mercado estadounidense) mientras se beneficiarán con similar medida el 78 % de las exportaciones norteamericanas.
El beneficio es casi nulo para la pequeña nación pues desde hace años el 90 % de sus mercancías no pagan aranceles porque gozan de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe que Estados Unidos otorga a los productos de las maquilas y otros bienes.
Las mercancías electrodomésticas, calzado, alimentarias, plásticos y de todas las variedades procedentes del norte inundarán El Salvador con la consecuente quiebra y posterior venta de sus pequeñas y medianas fábricas.
Los documentos del TLC imponen que las compañías transnacionales operarán e invertirán con todas las facilidades de la ley en las naciones que firmen el Tratado. A la vuelta de pocos años, con el abundante capital de que disponen y las prerrogativas que se les otorgan, esas compañías tendrán en sus manos el control de la economía salvadoreña, como ya lo ostentan sobre los bancos.
En cuanto al agro, 400 000 personas se dedican a la producción de arroz, maíz y frijol. Los granjeros norteamericanos, que cuentan con enormes subsidios para sus producciones, pueden vender de inmediato 68 000 toneladas de arroz sin pagar el 40 % del arancel. Lo mismo sucederá con el maíz (en el 2003 importó del Norte 230 000 toneladas) y con el frijol, pues debido a las áreas de siembra, rendimiento y costos por manzanas, no son competitivos.
El informe de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos en El Salvador indica que «En 1992, el 20 % de los hogares más ricos percibió el 54,3 % del ingreso nacional y el 20 % más pobre el 3,2 %. Diez años más tarde, el 20 % de las familias más adineradas había aumentado su participación en el ingreso nacional a 58,2 %, y el 20 % más necesitado lo disminuyó a 2,4 %».
La pregunta será ¿Persistirá Saca en llevar a su país hacia una República Bananera como las que proliferaron por América Latina en las décadas del 50, 60 y 70 del pasado siglo, controladas y dirigidas desde Estados Unidos?. Pero la realidad es que ya esos experimentos han caducado en la región.