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En Iraq hay unos 100 000 mercenarios, contratados por el gobierno estadounidense o por empresas transnacionales

Escuadrones de la muerte en Iraq made in USA

Fuentes: Rebelión

¿Souvenir para un amigo? ¿Para la amada? En todo caso, un recuerdo en la peor pesadilla que cualquier iraquí haya conocido. A diario, desde hace varios meses, por cualquier parte de Iraq aparecen cadáveres con los ojos vendados, maniatados, con muestras de torturas y hasta cercenados. Muchas veces la prensa destacada en el país árabe […]


¿Souvenir para un amigo? ¿Para la amada? En todo caso, un recuerdo en la peor pesadilla que cualquier iraquí haya conocido.

A diario, desde hace varios meses, por cualquier parte de Iraq aparecen cadáveres con los ojos vendados, maniatados, con muestras de torturas y hasta cercenados. Muchas veces la prensa destacada en el país árabe ocupado, controlada por el ejército y los censores estadounidenses, culpan de esos hechos a la resistencia iraquí.

Pero la verdad, aunque se trate de ocultar, fluye por encima de esas mentiras. En Iraq se encuentran unos 100 000 mercenarios, contratados por el gobierno estadounidense o por empresas transnacionales, que son utilizados para custodiar sus intereses o… para crear el caos y disminuir los embates de la resistencia.

Una muestra de los miles de mercenarios que hay en Iraq… ¿No resulta curioso que posen precisamente con esa bandera?

Recientemente se han publicado fotos donde se muestran grupos de escuadrones de la muerte, integrados por militares estadounidenses y mercenarios extranjeros, muchos de ellos vestidos con atuendos árabes. En las instantáneas aparecen cerca de cien miembros posando delante de una bandera estadounidense y otros en reuniones donde se planifican atentados y plagios, según informa el sitio Albasrah.net.

Durante muchos años las operaciones encubiertas para desestabilizar a países o gobiernos indeseables, mediante cualquier método, han sido una de las principales especialidades de los servicios secretos y de inteligencia de Estados Unidos y algunos de sus aliados.

El estancamiento y los reveses sufridos por las tropas norteamericanas e inglesas en Iraq desde que iniciaron la invasión en marzo de 2003 han motivado que Washington y Londres pongan en práctica nuevos métodos para intentar cambiar la situación.

Atuendo árabes para actuar encubiertamente y provocar una lucha entre chiitas y sunnitas.

Hasta ahora, los centros de tortura como el instalado en la ilegal base naval de Guantánamo o el de Abu Ghraib, el traslado de detenidos para ser torturados en vuelos secretos de la CIA donde no existe ninguna ley jurídica, la creación de una fuerza militar gendarme, o las represiones masivas contra poblados o barrios de ciudades que no aceptan a los ocupantes, han fracasado en sus objetivos.

La ineptitud de las tropas invasoras para enfrentar las acciones de la resistencia es cada vez más evidente, y el pueblo de Estados Unidos, a la par que recibe a sus miles de muertos y heridos, reclama la salida de las tropas de Iraq.

Por eso resultó sumamente sospechosa la voladura del domo dorado de la mezquita chiita de Samarra, centro sagrado de la religión musulmana. También llamó la atención que, según las investigaciones, el atentado fue perpetrado por expertos en explosivos con alto nivel de preparación.

Tras la explosión, se desató una ola de violencia entre los feligreses sunitas y chiitas que ha dejado centenares de muertos civiles, aunque a la par continuaron los ataques contra las fuerzas ocupantes.

Los grandes medios de comunicación que reciben instrucciones desde Langley (sede de la CIA), el Pentágono y Londres para informar sobre la situación en ese país, han omitido relacionar ese atentado con otras fracasadas acciones llevadas a cabo por comandos terroristas de la coalición.

Se han olvidado ex profeso que el martes 11 de octubre de 2005, dos soldados estadounidenses, vestidos con atuendos árabes, fueron sorprendidos por la policía colaboracionista cuando intentaban hacer estallar un coche con explosivos en el distrito de Al-Ghazaliyah, un área residencial al oeste de Bagdad.

Cuando los gendarmes los conducían hacia un centro de detención para interrogarlos, apareció una fuerza militar norteamericana, rescató a los prisioneros y huyó rápidamente de la zona.

¿Dónde golpearán esta vez? ¿En otra mezquita? ¿En un área residencial?

Una página árabe en Internet denunció que tras una pequeña pesquisa realizada por la administración iraquí impuesta por Estados Unidos se conoció que el objetivo final era matar indiscriminadamente a personas civiles para incrementar las tensiones entre las tendencias musulmanas y tratar de disminuir los atentados contra los ocupantes.

Un mes antes, el 19 de septiembre, dos soldados ingleses camuflados con vestuario árabe y portando explosivos en un vehículo civil, fueron apresados por la policía iraquí en Basora, a 450 kilómetros al sur de Bagdad.

Inmediatamente, los jefes de las fuerzas inglesas destacadas en la nación árabe presionaron a los iraquíes para que soltaran a los terroristas, y ante la demora decidieron actuar con rapidez. Un comando británico con tanques y helicópteros atacó y destruyó la cárcel, mató a varios iraquíes y liberó a los prisioneros. La violenta acción, como era de esperar, quedó impune.

Al paso de los días se supo que los dos militares con vestimenta árabe pertenecían al Special Air Service (SAS), fuerza británica entrenada «para atravesar las líneas enemigas por tierra, agua y aire en ambientes hostiles».

Numerosas publicaciones alternativas, o mejor dicho, progresistas y democráticas, han revelado que esas operaciones no son casuales ni esporádicas y que están plenamente concebidas por los servicios de inteligencia de los ocupantes para tratar de desviar el accionar de la resistencia hacia una guerra de desgaste entre las distintas confesiones musulmanas.

¿Quiénes los mataron realmente? ¿Se enjuiciará a los responsables de su muerte?

Los esfuerzos de los agentes ingleses y estadounidenses por provocar una lucha fratricida entre chiitas y sunnitas fueron infructuosos hasta la voladura del Domo de la mezquita de Samarra, pese a que tras cualquier indiscriminado ataque, las fuerzas ocupantes y el gobierno iraquí impuesto habían acusado a la resistencia de realizarlo.

Varios líderes religiosos como el clérigo chiita Moqtada al-Sadr o el líder sunnita Ahmed Hsssan al Taba, han insistido en que «todo el que ataca a un musulmán no es un musulmán» y han denunciado que los ataques a mezquitas y lugares sagrados no son más que una conspiración para arrastrar a los iraquíes a un conflicto sectario.

Las fotos tomadas a los escuadrones de la muerte creados por los ocupantes resultan reveladoras, al igual que fueron en su momento las imágenes sobre las torturas realizadas a prisioneros detenidos en las cárceles de Abu Ghraib y la ilegal base de Guantánamo.