El conflicto entre los distintos paradigmas de desarrollo sustentable y globalización desenfrenada es ahora más pronunciado que nunca. Debería resolverse lo más pronto posible. El futuro de la humanidad -y de la Tierra- depende de ello. Por un lado hay un resurgimiento del reconocimiento de la intensificación de la crisis ambiental, manifestada por un rebrote […]
El conflicto entre los distintos paradigmas de desarrollo sustentable y globalización desenfrenada es ahora más pronunciado que nunca. Debería resolverse lo más pronto posible. El futuro de la humanidad -y de la Tierra- depende de ello. Por un lado hay un resurgimiento del reconocimiento de la intensificación de la crisis ambiental, manifestada por un rebrote de la preocupación por temas tales como el cambio climático, el agotamiento energético, la deforestación, la pérdida de biodiversidad. Pero, por otro lado hay una promoción persistente de los motores de la crisis -crecimiento sin ningún tipo de regulación, liberación total de las fuerzas del mercado y creciente ?competitividad? – junto con una acelerada utilización y contaminación de los recursos.
La Cumbre de la Tierra de Río de 1992 dio impulso al paradigma del desarrollo sustentable con sus tres componentes de sustentabilidad ambiental, económica y social. Reconoce no solamente la crisis ambiental en sus diversas facetas sino cómo está inmersa en los sistemas económicos y sociales. Y entiende que una solución realista y a largo plazo debe abordar simultáneamente las crisis en materia ambiental y de desarrollo, de una manera integrada.
Hay dos principios que están en la base del «desarrollo sustentable». El principio de precaución nos pide actuar con urgencia cuando es probable que exista grave daño ambiental, aún cuando no se disponga de la totalidad de los hechos. Y el principio de «responsabilidad común pero diferenciada» reconoce que el Norte es, e históricamente ha sido, el mayor responsable de la crisis -y tiene más recursos, así como mayor responsabilidad para resolverlo. El Sur también debe cumplir su papel -debe ser ayudado con recursos financieros y transferencia de tecnología, y no debe cargar con la responsabilidad de hacerse cargo injustamente de una cuota excesiva de la adaptación mundial.
Los objetivos de desarrollo, la erradicación de la pobreza y la satisfacción de las necesidades humanas deberían ser prioridades máximas: las preocupaciones ambientales deberían estar integradas a ellas (y no restarles mérito). El desarrollo sustentable implicaría aplicar prácticas ecológicas que permitan satisfacer las necesidades de generaciones futuras, y cambiar de manera equitativa modelos de producción y consumo para ahorrar los recursos que ahora se despilfarran y reencauzarlos con el objetivo de satisfacer no solamente las necesidades de todos y todas quienes ahora están vivos sino también las de las generaciones futuras.
En contraste, el paradigma de la liberación total de las fuerzas del mercado -que caracteriza el actual modelo de globalización- presiona por la expansión de los derechos y «libertades» de las grandes empresas que dominan el mercado: el Estado debe intervenir apenas mínimamente. Si bien reconoce que hay efectos secundarios ambientales y sociales, dichos efectos deben resolverse a través de instrumentos del mercado y no con la reglamentación, y mediante la caridad y «redes de seguridad social» en lugar de una reformulación del paradigma económico que está en la base del problema.
Con el ascendiente de este paradigma, especialmente luego del establecimiento de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1995, los valores y principios de desarrollo han perdido prioridad en las relaciones internacionales. En su lugar hay una filosofía social darwinista de que «cada persona se ocupa de sí misma, cada empresa se ocupa de sí misma, cada país se ocupa de sí mismo».
En esta ley de la jungla social es derecho de los individuos y las empresas reclamar libertad para buscar ventajas y ganancias y tener acceso a los mercados y recursos de otros países en cualquier parte del planeta, para ejercer su derecho al lucro. Los defensores de este enfoque desean un sistema de mercado libre donde se recompense a los fuertes y «eficientes», y los débiles o ineficientes lamentablemente tienen que perder. Puede proponerse e incluso aumentarse la ayuda para compensar las desigualdades que rompen los ojos, pero no pueden tocarse los principios y prácticas del mercado.
Estos dos paradigmas se han enfrentado drásticamente en los asuntos internacionales. El paradigma de la asociación y la cooperación está representado por las series de conferencias mundiales de las Naciones Unidas, en los que se procuró discutir los problemas mundiales relacionados con el ambiente, la mujer, el desarrollo social, el hábitat y la alimentación, en un marco de búsqueda de consensos. Se reconoció que dejar librado el mercado a sus propias fuerzas sería aumentar el problema, no resolverlo, y que los gobiernos -tanto individual como conjuntamente- deben mitigarlo con prioridades y programas sociales y ambientales.
En contraste, el paradigma del libre mercado está representado por las instituciones de Bretton Woods -que han persistido en la promoción de reformas en los países en desarrollo basadas en un concepto estrecho de estabilidad macroeconómica, privatización y liberalización- y por la OMC. Esta última fue criticada inicialmente por tener una orientación excesivamente enfocada en el «libre mercado»: de hecho es una combinación de liberalización y proteccionismo.
Los países desarrollados, que dominan ampliamente la OMC, utilizan ambos elementos para imponer la apertura de los mercados del mundo en desarrollo y para proteger su propio terreno. Así, el Norte presiona por la liberalización de los flujos financieros, de bienes y de inversiones, pero se resiste a los reclamos del Sur que piden la liberalización de los flujos de mano de obra y tecnología. El acuerdo de la OMC sobre derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (ADPIC o TRIPS, por su sigla en inglés) es anticompetitivo y está concebido para aumentar el monopolio de grandes empresas y obstaculizar los flujos de tecnología.
Hay un doble discurso aún dentro del sector básico del comercio de bienes. Los países desarrollados aumentan la presión para tener libre comercio de bienes manufacturados (en los cuales tienen una ventaja, salvo en los sectores con utilización intensiva de mano de obra, como los textiles), pero insisten en proteger su agricultura no competitiva. En las negociaciones truncadas de Dhoa, los países que más subvencionan la agricultura desean mantener su apoyo interno (si bien están dispuestos a cambiar de un tipo de subvención a otra para poder decir que no provocan «efectos de distorsión del comercio»), pero algunos de ellos están presionando a los países en desarrollo para que se abran a las importaciones agrícolas, y se oponen a sus intentos de defender su propia seguridad alimentaria y las formas de vida y sustento de sus pequeños agricultores.
También hay un conflicto de paradigmas y principios entre el acuerdo de los TRIPS y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) con respecto al tratamiento de la propiedad intelectual, los recursos biológicos y el conocimiento indígena. Los objetivos del CDB incluyen conservar la biodiversidad y proteger el conocimiento tradicional y los derechos de las comunidades locales: el acceso y la distribución de los beneficios son aspectos clave. Los TRIPS son un tratado comercial que facilita la aplicación de un modelo particular de propiedad intelectual que promueve los derechos monopólicos privados que se espera beneficien en gran medida a las empresas transnacionales.
Mientras que el CDB se basa en el principio de la soberanía nacional sobre los recursos genéticos, los TRIPS confieren el derecho a que los extranjeros reciban ?trato nacional? y facilita la propiedad extranjera de patentes en los países en desarrollo. Hay un conflicto entre el énfasis de los TRIPS en los derechos privados y exclusivos de los titulares individuales de patentes, y el reconocimiento de la contribución y la naturaleza del conocimiento comunitario y de los derechos de quienes tradicionalmente lo han tenido.
También hay diferencias entre los dos acuerdos en cuanto al tratamiento que hace cada uno a los innovadores que utilicen tecnología moderna y conocimiento tradicional. Y lo que es más importante aún: hay una clara contradicción entre el sistema del CDB con respecto al derecho de los Estados y las comunidades locales al consentimiento previo informado y la distribución de beneficios, y el derecho otorgado a compañías e investigadores privados en el marco del TRIPS para obtener patentes unilateralmente, sin pasar por el consentimiento previo informado ni acuerdos de distribución de beneficios.
Esta tensión entre los TRIPS y el CDB ha sido objeto de intensos debates y negociaciones dentro de los dos foros. Es imperioso que se resuelva el conflicto, y que se haga sobre la base de los principios de desarrollo sustentable.
El paradigma de las ?fuerzas libres del mercado? ha predominado durante años, y todavía lo hace. Pero hay algunos signos positivos que indican un fortalecimiento del paradigma de desarrollo sustentable. Después de alcanzar un auge en la Cumbre de Río de 1992, el ambiente perdió prioridad entre los líderes políticos debido a las presiones para alcanzar la competitividad en un mundo cada vez más liberalizado. Pero nuevamente crece la conciencia de su importancia, en gran medida debido a la creciente evidencia del cambio climático y sus efectos devastadores, y al creciente agotamiento de los recursos petroleros y la necesidad de desarrollar fuentes energéticas alternativas, más limpias. Pronto debería volver a ocupar prácticamente la prioridad de la agenda política, compitiendo con la globalización.
Si bien numerosos países en desarrollo todavía enfrentan condiciones de pobreza y desigualdad persistentes, ha habido una vuelta -en gran medida debido a campañas populares- al tema de la cancelación y reducción de la deuda: veinte países están inicialmente involucrados y otros veinte podrían hacerlo. El interés en la ayuda se ha reavivado en varios países desarrollados, en gran medida en el contexto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
En numerosos países en desarrollo hay una creciente toma de conciencia de que liberar de manera desenfrenada las fuerzas del mercado y liberalizarse rápidamente no funciona -y existe una búsqueda de políticas alternativas que favorezcan el desarrollo sustentable. Los países en desarrollo en su conjunto -a través del Grupo de los 77 y China- están exigiendo que los países desarrollados respeten su derecho a un «espacio político». Y también hay una creciente conciencia pública de que las subvenciones agrícolas de los países desarrollados perjudican al mundo en desarrollo. Se va construyendo presión para introducir una reforma. Los países desarrollados todavía resisten, pero el clamor público puede finalmente traer algunos resultados.
Los grupos de ciudadanos que representan enfoques alternativos y promueven las causas sociales y ambientales se han vuelto más efectivos. Particularmente positiva ha sido la creciente interrelación y colaboración entre grupos del Norte y del Sur, el intercambio de intereses en cuestiones tales como ambiente, desarrollo, derechos humanos, derechos de la mujer y problemas culturales y sociales. El surgimiento de la sociedad civil -que propone puntos de vista alternativos en los foros internacionales y las instituciones internacionales ? puede monitorear y ayudar a dar forma al proceso de la globalización, trayendo esperanzas para la promoción del desarrollo sustentable. Lo más alentador son los miles de movimientos y grupos populares que por propia iniciativa luchan por su supervivencia, sus formas de vida y sustento o la causa pública más general. Esos son los verdaderos promotores del desarrollo sustentable y dan cabida a la esperanza de que el conflicto de paradigmas llegue a buen término.- Third World Network Features 3102/07)
Martin Khor es Director de la Red del Tercer Mundo.