Traducido por Ulises Juárez Polanco ( www.juarezpolanco.com ) y revisado por Caty R.
El comportamiento político y social de la clase media se determina por su posición e intereses en la escala de clases y el contexto políticoeconómico al que se enfrenta. En el contexto de un régimen de derecha de economía creciente, créditos baratos e importaciones de bienes de consumo a bajo precio, la clase media es atraída por la derecha. En el contexto de un régimen de derecha en una grave crisis económica, la clase media puede ser parte de un amplio frente popular para intentar la recuperación de su pérdida de la propiedad, ahorros y empleos. Cuando hay un gobierno popular antidictatorial y antiimperialista, la clase media apoya las reformas democráticas pero se opone a cualquier radicalización que iguale sus condiciones con las de la clase trabajadora.
Tres ejemplos, Brasil, Argentina y Bolivia ilustran la orientación cambiante y las divisiones internas de la clase media. En Brasil los funcionarios, profesionales, abogados laborales y burócratas sindicales ambiciosos se apoderaron del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva. Con el 75% de los delegados apoyaron una alianza electoral con el Partido Liberal del big business y con el sector financiero. Ya en el poder, se transformaron de socialdemócratas a políticos neoliberales. Los movimientos sociales, incluyendo el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) y el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) apoyaron la elección de Lula por las promesas electorales, errando al no aplicar un análisis de clases referente a los cambios en política, liderazgo y programa.
El resultado fue que los movimientos sociales desperdiciaron cinco años discutiendo que el régimen de Lula era «territorio en disputa» que podría empujarse hacia la izquierda. Como consecuencia, el MST perdió impulso político, su organización se aisló y desorientó a sus militantes por casi cinco años. Mientras tanto Lula recortó en un 30% las pensiones de los sindicatos de los trabajadores del sector público (maestros, oficinistas, trabajadores de la salud, funcionarios, etcétera), elevó la edad de jubilación y privatizó los fondos de pensión públicos. De esto derivó que los sindicatos de empleados públicos rompieran con el gobierno y con la oficialista Confederación del Trabajo (CUT) y se adhiriera a otros sindicatos independientes para crear una nueva confederación, CONLUTA, que incluye estudiantes, ecologistas y otros grupos. En 2007, en una asamblea nacional, se unieron a CONLUTA el MST y sectores de la CUT para organizar una huelga general a finales de mayo. Los vínculos de los movimientos sociales con las políticas electorales de los partidos socialdemócratas, que se mueven hacia políticas neoliberales, son un desastre. La falta de un programa político independiente y orientado en clases y de un liderazgo orientado al poder estatal por parte de los movimientos sociales los obliga a subordinarse al antes socialdemócrata Partido de los Trabajadores, unido al imperialismo y al capital financiero y agro-mineral. Por otro lado, los sindicatos de trabajadores públicos y el sector público de la clase media debieron romper con Lula y buscar alianzas en la izquierda radical, incluyendo movimientos sociales, y rechazaron los lazos con la gran y petite bourgeoisie.
En Argentina la clase media, especialmente la petite bourgeoisie privada, apoyó el régimen neoliberal de Menem en la década de los 90. Su apoyo se debió al crédito barato (tasas de interés bajas), importaciones baratas de bienes de consumo y una economía dolarizada y creciente basada en préstamos extranjeros. Con la crisis económica (1999-2002) y el colapso de la economía (diciembre 2001-diciembre 2002), la clase media vio congeladas sus cuentas bancarias, perdió sus trabajos, los negocios cayeron en bancarrota y la pobreza afectó a más del 50% de la población. Como resultado, la clase media se «radicalizó»: tomaron la calle en una rebelión masiva protestando frente a los bancos, el Congreso y el Palacio Presidencial. En todas las grandes ciudades, los barrios de clase media formaron asambleas populares y se solidarizaron con las organizaciones de trabajadores desempleados (piqueteros) al bloquear las calles y avenidas más importantes. Esta rebelión espontánea de la clase media tomó el eslogan apolítico «¡Que se vayan todos!», reflejando un rechazo al statu quo neoliberal pero también a cualquier solución radical. El sindicato de empleados públicos (CTA), de izquierda, y el sindicato del sector privado (CGT), de derecha, ofrecieron poco liderazgo -como mucho, algunos miembros individuales tuvieron peso en los nuevos movimientos sociales basados en las «villas miseria», las vastas barriadas urbanas-. Los partidos marxistas e izquierdistas intervinieron para fragmentar el masivo movimiento de trabajadores desempleados, mientras re-ideologizaban y disolvían las asambleas de barrio de la clase media. Hacia mediados de 2003, la clase media derivó hacia políticas electorales y votó por Kirchner, quien hizo campaña como un socialdemócrata de «centro izquierda». A principios de 2003, los precios mundiales de materias primas crecieron significativamente, Argentina pospuso y luego rebajó sus pagos de la deuda y Kirchner estabilizó la economía y descongeló las cuentas bancarias de la clase media que luego se orientó hacia el centro.
Mientras, Kirchner se aprovechó del fragmentado movimiento de trabajadores desempleados y conquistó a muchos líderes, dio subsidios de 50 dólares mensuales a cada familia e inició un proceso de negociaciones selectivas y de exclusión seguida de represión, aislando la izquierda radical de la izquierda reformista. En 2007, las luchas de clase más grandes envuelven a empleados del sector público o a la clase media y al régimen de Kirchner más que los pagos y salarios. El movimiento obrero conquistado se ha aliado al Estado. El movimiento de trabajadores desempleados aún existe pero con la fuerza muy reducida. La clase media privada, habiendo recobrado y disfrutado de un crecimiento próspero, se está moviendo del centro izquierda hacia el centro derecha.
Argentina es un ejemplo de cómo los políticos de clase media pueden moverse de la conformidad a la rebelión, pero al faltar una dirección política se mueven de regreso a la derecha. Con la estabilización, la clase media privada se separó de los empleados públicos, los primeros apoyaron a los neoliberales y los últimos la socialdemocracia.
El gobierno del MAS (Movimiento al Socialismo) en Bolivia tiene una masiva base electoral de pobres de la ciudad y del campo, pero sus ministros son todos profesionales burgueses, tecnócratas y abogados, con pocos líderes de movimientos sociales. Evo Morales combina demagogia política para las masas, como «nacionalización del petróleo y gas» y «reforma agraria» con prácticas liberales, como firmar alianzas empresariales con todas las mayores compañías internacionales de gas y petróleo y la exclusión de grandes plantaciones «productivas» propias de la oligarquía de la expropiación para la reforma de la propiedad. Mientras, la petite bourgeoisie privada, que inicialmente apoyó a Evo Morales para pacificar la rebelión de los indígenas y trabajadores, consecuentemente viró a la derecha. Además, mientras Morales simpatiza con las políticas de estabilización macroeconómica de austeridad al estilo del FMI, ha provocado que los mayores sindicatos públicos de trabajadores (especialmente maestros y trabajadores de la salud) vayan a la huelga.
Las consecuencias para los movimientos, como en Brasil y Argentina, incluye la fragmentación, división y retorno de la clase media privada hacia el centro derecha. Los movimientos sociales son desmovilizados y hay un descontento creciente entre el sector público de la clase media sobre incrementos salariales que apenas exceden los aumentos del costo de vida, a pesar del vasto incremento de los ingresos gubernamentales por el alto precio de las exportaciones minerales.
Los nuevos programas de centro izquierda (CI) de Lula, Kirchner, y Morales son en realidad la nueva cara de la derecha neoliberal. Los regímenes de CI han seguido las mismas políticas macroeconómicas, rechazando revertir las privatizaciones ilegales de regímenes anteriores, han mantenido las grandes iniquidades de clases y han debilitado los movimientos sociales. Los regímenes de CI se han estabilizado por un boom en los precios de materias primas y presupuesto y superávits de comercio, permitiéndoles proveer programas mínimos de alivio a la pobreza. El éxito principal ha sido desmovilizar a la izquierda, restaurar la hegemonía capitalista y un cierto grado de autonomía de EEUU al diversificar el comercio hacia Asia.
El principal problema para los movimientos sociales fue el fracaso de desarrollar un liderazgo político y un programa para el poder estatal, ergo, depender de los políticos electorales de una ambiciosa clase media profesional cambiante. Tan pronto como los movimientos subordinaron las políticas extraparlamentarias a los partidos políticos, quedaron enredados en alianzas «electoreras» entre los líderes de clase media y los grandes capitalistas.
El centro izquierda, tomando ventaja de las condiciones económicas internacionales favorables (altos precios de materias primas, alta liquidez) puede estabilizar la economía, disminuir el desempleo y reducir la pobreza, pero no puede resolver los problemas básicos del desarrollo desigual, subempleo, concentración de la riqueza y poder y explotación e iniquidades.
La relación de la izquierda con la clase media tiene un enfoque de derecha y de izquierda. El de derecha incluye renunciar a las demandas anticapitalistas y antiimperialistas para poder ganar el apoyo del sector privado de la clase media. Esto significa sacrificar cambios estructurales que favorecen a la clase trabajadora, campesinos y desempleados, a cambio de promesas vagas de empleo, estabilidad, protección a la empresa local y crecimiento. El enfoque de izquierda apunta a respaldar el sector público de la clase media, oponiéndose a medidas neoliberales como la privatización, apoyando la re-nacionalización de las industrias básicas, aumentos salariales, garantías de pensiones y seguro social y mejorar la educación y salud pública. El cambio para la izquierda es combinar la oposición del sector público de la clase media al neoliberalismo con el antiimperialismo y el anticapitalismo respaldado por los sectores militantes de los trabajadores y campesinos.
Mayo 2007.
Ulises Juárez Polanco y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.