Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
¿Cuán efectivos son los microcréditos como instrumentos para combatir la pobreza? En 1976, Muhammad Yunus, el premio Nobel de la Paz de 2006, lanzó la institución precursora en ese terreno, el Banco Grameen en Bangladesh. El crecimiento de esa actividad ha sido explosivo desde que Grameen abrió sus puertas. Según un artículo reciente en The Economist , «ahora hay unas 10.000 instituciones de microfinanzas que prestan un promedio de menos de 300 dólares a 40 millones de prestatarios en todo el mundo.» Esas instituciones han realizado importantes adelantos respecto al despliegue de prestamistas y casas de empeño que previamente habían controlado el suministro de servicios bancarios para los pobres del mundo.
Al mismo tiempo, consideradas de por sí, las iniciativas al estilo de Grameen tienen una capacidad limitada para combatir la pobreza global, especialmente si están colocadas en una estructura política dominada por el neoliberalismo. El neoliberalismo se convirtió en el modelo económico ascendente en todo el mundo en desarrollo a fines de los años setenta, aproximadamente al mismo tiempo en que el Banco Grameen inició sus operaciones. Los principales dogmas del neoliberalismo incluyen políticas macroeconómicas concentradas en la eliminación de la inflación en lugar de expandir las oportunidades de trabajo; en la reducción de los subsidios gubernamentales – incluyendo los subsidios a los créditos – y los sistemas relacionados de apoyo para los negocios domésticos, incluyendo a las microempresas; y en la apertura de los mercados internos a las importaciones, los inversionistas multinacionales y los financistas especuladores. Estas políticas en los países en desarrollo han resultado en un crecimiento económico más lento, el aumento de la desigualdad, y ningún progreso en la reducción de la pobreza – es decir, un viento contrario insuperable que contrarresta los esfuerzos del Banco Grameen y de sus aliados.
Cómo funciona el modelo Grameen
A pesar de los aspectos políticos más amplios, el modelo Grameen ha realizado innegables contribuciones al llevar los servicios financieros a la gente pobre. La primera contribución es el simple reconocimiento del hecho que los créditos y los servicios relacionados – incluyendo las cuentas bancarias y las pólizas de seguro – pueden ser importantes recursos para mejorar el bienestar de los pobres, tal como lo hacen con todos los demás. La segunda es la concentración en las mujeres como receptoras de préstamos, confiriendo poderes a las mujeres dentro de sus familias y ayudándolas a sustentar sus microempresas basadas en su hogar.
El adelanto más importante de Grameen ha sido desarrollar un colateral alternativo al tradicional como base para prestar a los pobres. Bajo un sistema tradicional, no se puede obtener un préstamo a menos de que se posea suficientes activos para entregar al banco, prestamista, o casa de empeño por si no se pagaran los préstamos. Pero la gente pobre, por definición, posee pocos activos que pueda dar en prenda – tal vez unos pocos animales, un pequeño trozo de tierra, o joyas. La pérdida de esos pocos bienes a favor de un acreedor conduciría con seguridad a la miseria. La innovación de Grameen fue crear grupos prestatarios, típicamente de cinco mujeres. Cada miembro del grupo podría recibir préstamos sólo mientras todos realicen los pagos. Esto impulsa tanto el apoyo mutuo entre miembros del grupo así como la presión entre pares para continuar con los pagos. También creó oportunidades para grandes cantidades de pobres a fin de llegar a ser dignos de crédito por primera vez.
Contrarrestando esas innovaciones positivas, los intereses promedio de los préstamos de Grameen y otras instituciones de microfinanzas exceden de lejos las medidas normales de asequibilidad. Las tasas reales de interés anual (es decir después de ajustes por la inflación) para préstamos en grupo varían entre un 30 y un 50%, según un estudio de 2004 en el Microbanking Bulletin . Esas tasas son tal vez más bajas que las que cobran normalmente los prestamistas, pero siguen siendo tan altas que agotan. Imaginemos a una familia de clase trabajadora en EE.UU. que pidiera una hipoteca de 100.000 dólares para comprar una casa, y tuviese que pagar 30 a 50.000 dólares por año sólo en intereses para conservar su casa. Los defensores de semejantes sistemas en el mundo de las microfinanzas sostienen que, considerando los riesgos para el prestador, esas tasas son adecuadas; y que cualquier cosa inferior no atraería a este mercado a banqueros en busca de beneficios. Según este enfoque, las microfinanzas sólo podrán alcanzar su pleno potencial global – sacando de la pobreza a los más de mil millones de personas del mundo que viven ahora con algo como un dólar por día – si pueden atraer al negocio a buscadores de beneficios, no sólo agencias de ayuda y benefactores privados.
Además, el Banco Grameen se ha enorgullecido durante mucho tiempo de mantener tasas de repago de hasta un 95%. Sin embargo, la exactitud de estas cifras ha sido cuestionada, incluyendo un cuidadoso informe del Wall Street Journal en 2001. Algunos observadores sostienen que, en realidad, Grameen permite que prestatarios afligidos refinancien continuamente o extiendan sus repagos en lugar de declararlos en cesación de pagos. Éste podría ser el enfoque más efectivo y humano bajo las circunstancias. Pero de nuevo, es claramente inconsistente con el modelo de negocios duro apoyado por una parte creciente de los entusiastas de las microfinanzas.
El contexto es todo
Pero si los términos de crédito son altos o bajos, las microempresas dirigidas por gente pobre no pueden ser ampliamente exitosas sólo porque tienen más oportunidades de pedir dinero prestado. Para que numerosas microempresas puedan tener éxito, también necesitan acceso a carreteras decentes y medios asequibles de transportar sus productos a los mercados. Necesitan apoyo de mercadeo para llegar a los clientes. Necesitan un mercado interno vibrante, que funcione bien, que alcance a suficiente gente con suficiente dinero para comprar lo que esas empresas tengan a la venta. Finalmente, los micronegocios se benefician fuertemente de la expansión de la existencia de puestos de trabajo con remuneración decente en sus economías locales. Esta es el mejor modo de mantener un mercado interno vibrante. Además, cuando el mercado laboral remunerado es fuerte, significa que la cantidad de personas que tratan de sobrevivir como microempresarios se reduce. Esto reduce la competencia entre los micronegocios y con ello mejora las posibilidades de que cualquier microempresa dada tenga éxito.
Estas medidas adicionales para apoyar a las microempresas – una infraestructura de transporte decente, el apoyo para el mercadeo de los productos de las microempresas, un alto nivel de demanda interna, y una abundancia de puestos de trabajo con salarios decentes – ha sido todo asociado estrechamente con lo que solía ser llamado el modelo económico del «Estado de desarrollo,» – incluyendo el socialismo de Estado, la industrialización que sustituye a la importación, y las economías del Este Asiático dirigidas por el Estado – que prevaleció en los países en desarrollo en los primeros 30 años después de la Segunda Guerra Mundial, antes de esos modelos fueran sobrepasados por el neoliberalismo. Cada uno de esos modelos del Estado de desarrollo encontró serios problemas. Pero, a fin de cuentas, todos lograron éxitos en el impulso del crecimiento económico y de una mayor igualdad. Esto, en contraste con el récord neoliberal de disminución de las tasas promedio de crecimiento y de aumento de la desigualdad.
Una de las instituciones clave del modelo de Estado de desarrollo que fue en gran parte desmantelado bajo el neoliberalismo es el banco de desarrollo dirigido por el Estado. Los bancos de desarrollo dirigidos por el Estado suministraron créditos baratos, a largo plazo, para negocios domésticos que posibilitaron que esos negocios desarrollaran sus capacidades productivas y de mercadeo a un ritmo sustentable. La economista de desarrollo del MIT [Instituto Tecnológico de Massachusetts], Alice Amsden, concluye en su importante estudio «The Rise of the Rest: Challenges to the West from Late-Industrializing Economies» [El ascenso del resto: desafíos a Occidente de las economías de industrialización tardía]: ‘Desde el punto de vista del suministro de capital a largo plazo para la inversión pública y privada, los bancos de desarrollo fueron de fundamental importancia.» Amsden lo documenta en los casos de México, Chile, Corea, Brasil, e Indonesia. Amsden también señala que el papel del gobierno en el suministro de créditos subvencionados a largo plazo fue sustancial en los países en desarrollo incluso cuando los propios bancos de desarrollo eran de una importancia relativamente menor. Esos casos incluyeron a Malasia, Tailandia, Taiwán, y Turquía.
Es verdad que, en los países citados por Amsden, el crédito subvencionado fue destinado a empresas en gran escala concentradas en la irrupción en los mercados de exportación. Pero el enfoque general también puede ser adaptado a expandir dramáticamente la disponibilidad de créditos asequibles para pequeñas y micro empresas que producen primordialmente para los mercados internos.
Una proposición para Kenia
Un buen caso de cómo se puede hacer esto es mostrado por Kenia, donde, bajo los auspicios del Centro de Pobreza Internacional del Programa de Desarrollo de la ONU, dos colegas y yo trabajamos en un modelo de desarrollo «concentrado en el empleo» que destaca los aspectos del acceso al crédito para los pobres. En la actualidad, Kenia ya tiene un amplio sistema de instituciones de microfinanzas. En general, su sistema bancario comercial también está bien desarrollado.
A pesar de eso, los agricultores kenianos, los pequeños negocios formales y las microempresas informales están privados de créditos. Es porque los bancos comerciales en general no prestan a estos sectores mientras que las propias instituciones de microfinanzas no tienen suficientes recursos para suministrar fondos en gran escala.
La solución parece evidente: lograr una alianza mucho más estrecha entre el sistema bancario comercial formal y las instituciones de microfinanzas. Nuestra proposición es inyectar una importante fuente de recursos de créditos subvencionados correspondiente a aproximadamente un 20% de la inversión privada total en Kenia. Esos fondos serían puestos a la disposición de los bancos comerciales con la condición de que estos por su parte otorguen préstamos a las instituciones de microfinanzas. Los microprestadores serán mucho más versados en la concesión de préstamos a pequeños negocios, empresas informales, y pequeños propietarios agrícolas.
Proponemos que se establezcan garantías gubernamentales a un 75% del valor total de los préstamos que los bancos comerciales hacen a las instituciones de microfinanzas. Esto permitirá que las tasas de interés caigan dramáticamente – específicamente por el monto en el que se garantiza el préstamo y porque el riesgo del banco es correspondientemente reducido. Esto significa que, con una garantía gubernamental de los préstamos de un 75%, si la tasa de mercado para un préstamo de microcrédito fuera de un 40%, el interés subvencionado sería de un 10%. Esto haría que el préstamo sea asequible para prestatarios mientras sigue manteniendo los incentivos de mercado para los prestadores. Los métodos creativos de establecer la elegibilidad para los préstamos innovados por el Banco Grameen podrían ser aplicados efectivamente dentro de este marco.
Incluso si se asumen tasas de no pago sobre estos préstamos garantizados que lleguen a un 30%, el costo total para el gobierno de Kenia del pago de la porción garantizada de los préstamos a los acreedores no sería más de un 5% del presupuesto fiscal total. Es un precio relativamente pequeño para crear el acceso al crédito para los pobres en todo el país a tasas de interés que estén a un 75% por debajo de las tasas de mercado.
Este ejemplo sugiere que el camino para realizar la promesa del microcrédito es encajar las mejores características del modelo dentro de una estrategia de desarrollo más amplia para promover el crecimiento, el empleo decente, y la reducción de la pobreza. Operando dentro del contexto de un marco de política neoliberal, las iniciativas de microcrédito seguirán enfrentando obstáculos abrumadores en la lucha contra la pobreza global.
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Robert Pollin es profesor de economía y co-director fundador del Instituto de Investigación de Economía Política en la Universidad de Massachussets-Amherst. Su revolucionario libro: «Contours of Descent: US Economic Fractures and the Landscape of Global Austerity,» acaba de ser publicado en rústica por Verso, con un nuevo epílogo.
Este ensayo fue publicado originalmente por Foreign Policy in Focus .