Otra vez, el error de las mega represas: la trágica experiencia de Balbina no sirvió de nada. (1) La de Tucuruí, tampoco. Aunque las víctimas de ésta última, la tomaron el 23 de mayo pasado. Pero el 24, Lula mandó al ejército para desalojarlos. (2) Les deben una indemnización por haber sido expulsados a la […]
Otra vez, el error de las mega represas: la trágica experiencia de Balbina no sirvió de nada. (1) La de Tucuruí, tampoco. Aunque las víctimas de ésta última, la tomaron el 23 de mayo pasado. Pero el 24, Lula mandó al ejército para desalojarlos. (2) Les deben una indemnización por haber sido expulsados a la fuerza cuando el dictador Figuereido inauguró la represa en 1984. Les prometieron y los engañaron: nunca pagaron. Son unas 30.000 personas, la mitad de los habitantes de todo el departamento boliviano de Pando, muchos de los cuales deberán ser trasladados si las represas se construyen. Ironías del «progreso»: hasta hoy, los relocalizados de Tucuruí viven sin energía eléctrica, mientras la usina produce 8370 MW, destinados al consorcio minero-industrial Companhia Vale do Río Doce, privatizado en 1997, la segunda empresa exportadora de Brasil, sólo detrás de Petrobrás. (3) La historia se repite como farsa.
Mega proyectos = mega pobreza
Son realidades que debemos saber: Vale do Río Doce explota la sierra dos Carajás, uno de los mayores yacimientos de hierro, bauxita y manganeso del mundo. En el Núcleo Carajás viven los funcionarios de la empresa, «un verdadero enclave del Primer Mundo en el medio de la Amazonía», como denuncian los propios brasileros e incluso el New York Times. (4)
Guardias de seguridad custodian el feudo donde viven 5000 personas en 1274 casas sin muros exteriores, siguiendo el mismo patrón arquitectónico de los suburbios de las ciudades norteamericanas. Adentro hay cines, clubes deportivos y refinados restaurantes. Cualquier parecido con las villas mineras del magnate del estaño Patiño que describe Augusto Céspedes en El metal del diablo no es ninguna casualidad: es lo mismo. La dirigencia social brasileña va al grano y lo considera sencillamente «apartheid». Afuera, sobreviven como pueden, unas 140.000 personas (llegan 50 nuevas familias cada semana) soñando con tener un trabajo dentro de la compañía.
Mega represas, mega complejos minero-industriales, zonas francas: antes todo era selva, hoy son un baluarte del capitalismo salvaje. Las represas del Madera, abasteciendo de energía a los estados de Rondonia (donde se levantarían las usinas) y Matto Grosso, servirán para sustentar el definitivo holocausto para los bosques de la región que trae aparejado el cultivo de la soya sumada ahora la expectativa de ganancias millonarias que generará la producción de biocombustibles.
Los científicos calculan que con el actual ritmo de deforestación (es decir, sin biodiesel), en dos décadas, el 60 por ciento de la selva amazónica brasileña (6 millones de km2) se degradará irreversiblemente. Entre 2000 y 2005, Brasil perdió 130.000 km2 de selva (Igual a la superficie que posee el Departamento de La Paz).
Blairo Maggi, «el rey de la soya», el mayor productor de soya del planeta, es, a la vez, gobernador del estado de Matto Grosso. Depredación de la naturaleza, acoso, etnocidio y genocidio de los pueblos indígenas, poder político y poder económico van de la mano.
Si no es soya, serán las vacas: Brasil es el mayor exportador de carne de res del planeta. Los bovinos introducidos en la Amazonía son la materia prima de las hamburguesas que se venden en Mac Donald´s. Por oponerse al crecimiento de las «fazendas» ganaderas, en 1988 fue asesinado Chico Mendes, el extractor de caucho (siringueiro) cuya lucha en defensa de la floresta popularizó la ecología en el mundo.
El 2005, una monja de 73 años, nacida y criada en Ohio, fue acribillada por dos pistoleros cuando trataba de impedir que la deforestación siguiese. Se llamaba Dorothy Stang, una de las casi 800 víctimas de los conflictos agrarios en Pará, desde que se instauró la democracia en Brasil. La guerra no aparece en la portada de los periódicos y la fiebre de destrucción del planeta parece no cejar: el 9 de julio pasado, el Instituto Brasileño del Medio Ambiente (IBAMA) concedió la licencia ambiental previa para la construcción de las dos represas en el Madera, con 33 «condiciones».
Al conocer la noticia, el ex obrero metalúrgico Lula Da Silva exclamó que estaba «feliz» porque consiguió el permiso que Marina Silva, ex siringuiera, criada a la sombra del malogrado Chico, ahora Ministra del medio ambiente, calificó como «consistente», para explicar la demora en ser otorgado, según la agencia AFP. Todo un show, con olor a metano. Lula no tuvo empacho en explicar su inexplicable felicidad: «Si se quiere respetar el medio ambiente o estar de acuerdo con la ley, siempre habrá demoras». El movimiento social brasileño sospecha que una licencia así está llena de arreglos y que precariza los derechos de la población y su medio ambiente. Ni hablar de las comunidades bolivianas…
La Amazonía boliviana en la encrucijada
¿Qué tenemos que ver nosotros con las cuestionadas represas, con toda esta historia negra? Lo peor: los daños y las injusticias que la construcción de las mismas traerían aparejadas, los sufriríamos también en Bolivia, dado el carácter internacional del río, y la magnitud de las obras.
El conjunto de los movimientos sociales del Norte Amazónico boliviano, en unidad con los movimientos sociales de la otra banda del río, ya se manifestó en contra de la intención del gobernante brasileño. La declaración es contundente: No pasarán sobre el pueblo del Madera. (5) Las represas de Lula son todo un desafío para el gobierno boliviano que encabeza el presidente Evo Morales Ayma, el primer indígena en asumir la primera magistratura del país. Hasta ahora, a través de su canciller, David Choquehuanca, ha mantenido una posición cauta con relación a su colosal vecino, una de las cinco potencias industriales del mundo: no habrá consentimiento boliviano para el inicio de las obras, si antes no se realizan estudios de impacto ambiental en la propia Bolivia. Pero ya se conocen aquí, los motivos de Lula para no respetar las decisiones soberanas de Bolivia, el país más pobre y vulnerable de Sudamérica. (6) Basta ver las negociaciones por el precio del gas.
Por ello, la necesidad que la sociedad y la opinión pública bolivianas tomen conciencia de la gravedad del asunto y se pronuncien de manera solidaria con las organizaciones amazónicas es imperiosa, más tomando en cuenta las intenciones proclamadas por Evo y otras autoridades de su gobierno de impulsar un desarrollo no destructivo de la Amazonía boliviana, una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo entero. Las represas del Madera serían el principio del fin de esas intenciones. Por eso, el gobierno debería pronunciarse, lisa y llanamente, contra la construcción de esos engendros, condenados por la historia y el imperativo moral de defender los recursos naturales y la justicia social.
Por otra parte, el futuro que nos depararían las represas del Madera y el modelo de desarrollo que representan y sostienen, ya los conocemos. El modelo soyero en Bolivia ya hace años que hace estragos en el Oriente del país, donde también los pueblos indígenas son vulnerados y agraviados. (7) La Amazonía boliviana sigue sana. A pesar de los intentos irracionales de empresarios brasileros asociados al poder político local, como el representado por el actual Prefecto derechista Leopoldo Fernández que gobierna el Departamento de Pando, de convertirla en un artificial campo de pastoreo de ganado, el Norte Amazónico de Bolivia ha resistido los embates de los depredadores. Es todavía un territorio donde es posible planificar e implementar una estrategia de desarrollo diferente. Pero si se pierde la batalla del Madera, quedará poco lugar para soñar. La Amazonía boliviana será un apéndice más del modelo exportador de materias primas del centro oeste brasileño y las consecuencias ambientales, sociales y culturales serán impredecibles.
Por el cambio climático, el mundo tendría mucho que decir en esta encrucijada histórica pero el mundo, ya lo sabemos, está dominado por los mismos intereses y visión que impulsan la construcción de las represas. Detrás de esas murallas que pretenden atajar al río, están los bancos multilaterales y los gobiernos extra continentales que hacen negocios con la biodiversidad amazónica o la carne o la soya, lo mismo da.
Para quien escribe, el dilema lo resolverá el propio pueblo amazónico boliviano, que tras cinco siglos de genocidio y explotación, está más maduro que nunca para enfrentar esta amenaza a su presente y a su futuro. El camino ya está marcado: es la alianza de lucha y resistencia en marcha con los sectores sociales brasileños de la región. Desde acá, hacemos nuestra la consigna de que «no pasarán sobre el pueblo del Madera» y nos solidarizamos con los compañeros de la Federación Campesina y la Federación de Mujeres Campesinas del Departamento de Pando que impulsan y conducen esta histórica cruzada en defensa de la naturaleza y de los pueblos de la selva que siempre han convivido con ella en respeto y armonía.
Notas
(1) «Balbina es un monumento a la incompetencia técnica y administrativa y, desde el punto de vista socio-ambiental, esta obra no resiste ninguna crítica. Es un absurdo, simplemente. Para una potencia instalada de 250 MW (jamás alcanzada), se provocó el inundamiento de cerca de 2,346 km2, probablemente el mayor índice mundial de tierras anegadas contra mega watts producidos». En: Silvio Coelho dos Santos, Presas y cuestiones socio-ambientales en el Brasil, ALTERIDADES, 1992, 2 (4): Págs. 31-37, tomado de Internet. Coelho dos Santos era presidente de la Asociación Brasileña de Antropología. Balbina fue construida entre 1981 y 1988, a 140 kilómetros de Manaus, para abastecer la zona franca e industrial de la ciudad, la que algunos bolivianos siguen considerando como «un modelo de desarrollo amazónico». La instalación de Balbina obligó a la relocalización de dos aldeas Waimiri-Atroari y alcanzó áreas de tránsito (y uso) de los sub-grupos aislados Piriutiti y Tiquirié, y, quizá, de los Karafawyana. La obra no sólo no resolvió el aprovisionamiento energético para Manaus sino que debe ser constantemente reparada ya que las turbinas se oxidan, producto de la mala calidad de las aguas, efecto de la inundación de extensas áreas forestales.
(2) Ver: Brasil: El ejército asalta Tucuruí. LULA ORDENA A LOS SOLDADOS ACABAR CON LA PROTESTAS CAMPESINAS EN LA GRAN CENTRAL HIDROELÉCTRICA. 25/05/2007. En: http://pepitorias.blogspot.com/2007/05/brasilel-ejrcito-asalta-tucuru.html y muchos otros sitios de Internet.
(3) Vale do Río Doce fue fundada por el presidente nacionalista Getulio Vargas en 1942 y privatizada en 1997 por el ex marxista Fernando Henrique Cardozo. En 2006, CVRD compró la compañía minera Inco de Canadá, por cerca de 20 billones de dólares, convirtiéndose en la segunda empresa minera más grande del mundo. Ver: Vale compra Inco e vira segunda maior mineradora do mundo en Folha de San Pablo on line, 24/10/2006 http://www1.folha.uol.com.br/folha/dinheiro/ult91u111871.shtml . Para más información ver en Wikipedia y en la página web de la empresa: http://www.cvrd.com.br/
(4) Ver: Parauapebas: entre o céu e o inferno, 2/01/2007. En: http://www.reporterbrasil.com.br/exibe.php?id=831 . Ver: Larry Rohter: TUCURUÍ JOURNAL. Drowned, Not Downed, Trees in the Amazon Get Nasty, New York Times, 7 de septiembre de 2004, en: http://www.nytimes.com/2004/09/07/international/americas/07amazon.html?ex=1252296000&en=342828e3a22c2a65&ei=5090&partner=rssuserland
(5) Para leer la Declaración del Movimiento Social en Defensa de la Cuenca del Madera y de la Región Amazónica, dada en Porto Velho, el 5 de marzo de 2007, ver en http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=26807 . Es un texto muy notable que, por su claridad y dureza, explora una vertiente poco abrevada dentro del imaginario amazónico democrático boliviano.
(6) Itaipú, la mayor represa del mundo, es un emprendimiento binacional, entre Brasil y Paraguay. Las consecuencias negativas que trajo aparejadas hasta el presente para el socio menor deberían ser tomadas en cuenta por Bolivia.
(7) Basta ver la última denuncia efectuada por el gobierno contra el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Branco Marinkovich, por la apropiación ilegal de la Laguna Corazón, territorio ancestral y mítico del pueblo Guarayo que habita en la Chiquitanía boliviana.