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Un eslabón perdido en el caso Siemens

Fuentes: IPS Noticias

Los investigadores alemanes y de otros países aún no lograron esclarecer con precisión cómo se manejaba el enorme fondo para sobornos de la gigante tecnológica Siemens. La respuesta podría encontrarse en Luxemburgo.

Funcionarios estadounidenses siguen de cerca el trabajo de los fiscales alemanes que tratan de esclarecer el posible uso de un fondo de 1.300 millones de dólares para pagar sobornos en distintos países a cambio de contratos para la empresa.

Miembros de la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos, del Departamento de Justicia (fiscalía general) y del Buró Federal de Investigaciones (FBI, policía federal) dialogaron a fines de agosto en Munich con fiscales alemanes sobre el mayor fondo dedicado al fomento de la corrupción descubierto hasta hoy en el mundo.

Pero los investigadores estadounidenses deberían ir a Luxemburgo, en la frontera occidental de Alemania, tiene uno de los mayores productos brutos por persona del mundo (88.471 dólares por cada uno de su medio millón de habitantes, según el Fondo Monetario Internacional) y uno de los principales centros financieros del mundo.

Los investigadores estadounidenses deberían pedir información en Luxemburgo acerca de la posibilidad de que Siemens haya movilizado esos fondos a través de Clearstream, una cámara compensadora internacional que aprovecha en sus operaciones el secreto bancario que rige en el país europeo.

Siemens era una de las apenas cuatro firmas no financieras (junto con Unilever, Shell y una compañía dedicada al leasing de automóviles) en la lista de miembros de Clearstream, según informó a IPS el portavoz de la compensadora, Bruno Rossignol.

Los miembros de Clearstream movilizan a través de esa compañía acciones, bonos y efectivo. Fuera de esas cuatro empresas, los restantes, la enorme mayoría, son bancos, corredores de bolsa, administradoras de portafolios y otras firmas financieras.

El dinero para sobornos de Siemens, según los fiscales alemanes del caso, era transferido a través de una red de empresas «off shore» (en el extranjero) de fachada, la mayoría de ellas en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, las Islas Vírgenes británicas, Liechtenstein y Suiza.

Pero para que ese dinero llegara a ellas, Siemens debió apelar a bancos radicados en Alemania u otros países en los que esta empresa opera.

Las normas que rigen la actividad bancaria internacional ordenan a esos bancos poner reparos a las transferencias abultadas no respaldadas por documentación creíble. Para movilizar sus fondos, Siemens debió burlar la «diligencia debida» que debe regir las operaciones de instituciones financieras, según los investigadores.

La empresa alemana seguramente quiso evitar la supervisión de los entes reguladores que reciben informes de los bancos acerca de actividades sospechosas. Para ello, Siemens podría haber recurrido a una institución off shore, como Clearstream.

Gran cantidad de las transacciones en Clearstream se realizan en efectivo. Así, utilizando sus propias cuentas, los miembros evitan pasar a través de bancos, agentes de cambio o sistemas de transferencia de efectivo supervisados por las autoridades financieras estatales.

«Siemens intentó tener una cuenta con nosotros», dijo a IPS Ernest Backes, hasta 1983 gerente de servicios al cliente de Cedel, nombre de la actual Clearstream antes de su fusión en 2000 con la alemana Deutsche Börse, propietaria de la Bolsa de Francfurt.

«Siempre me negué» porque las normas internas sólo permitían la admisión de «bancos y otras instituciones financieras», aseguró Backes, quien recordó que el entonces gerente general de Cedel, Gerard Soisson, coincidió con su criterio.

«Fue sólo después de 1990», cuando André Lussi se convirtió en presidente de Cedel, «que Siemens logró abrir una cuenta», recordó Backes. Tanto directivos como empleados fueron informados de que la admisión de la empresa alemana se había negociado al más alto nivel, agregó.

«Tenga en cuenta que Lussi, en mayo de 2000, otorgó una entrevista al periodista Denis Robert, en la que insiste en que empresas comerciales o industriales, del tipo de Siemens, no pueden tener cuentas en el sistema» de Clearstream, enfatizó Backes.

Ese diálogo apareció en la película «Les dissimulateurs» («Los tramposos»), emitida por la televisión francesa en 2001, el mismo año en que Backes y Robert publicaron en París su libro «Revelaciones».

En ese libro acusaron a Clearstream de llevar un sistema de contabilidad paralelo que no figuraba en los registros públicos. «Había más cuentas secretas que públicas», dijo Backes.

«La gran mayoría no eran cuentas subsidiarias de cuentas principales, que es uno de los fundamentos del sistema. Los titulares de esas cuentas secretas no figuraban en la lista de clientes de la compañía», agregó. Tal era el caso de algunas de las cuentas de Siemens.

Tras la publicación de «Revelaciones», seis jueces europeos definieron a Clearstream como la «caja negra» de los movimientos de fondos internacionales ilegales. El escándalo ganó la portada de los diarios. La Comisión de Delitos Financieros de la Asamblea Nacional (cámara baja parlamentaria) de Francia realizó una investigación.

Dos meses después de la publicación del libro, Lussi fue suspendido. Nunca volvió a su trabajo. André Roelants, quien le sucedió y es hoy presidente honorario de la empresa, aseguró que Lussi no se fue por el escándalo sino por uso indebido de tarjetas de crédito y por comprometer sin autorización los recursos de la empresa.

Un fiscal de Luxemburgo realizó una investigación en la que no encontró pruebas de lavado de dinero por parte de Clearstream. De todos modos, el libro no acusa a la compañía de ese delito, sino de ensamblar un mecanismo que facilitaba el lavado a sus clientes.

La firma consultora que auditó a Clearstream, KPGM, la declaró «limpia». La firma solicitó una investigación especial a otra consultora, Arthur Anderson, que no encontró evidencias de transferencias ilícitas de dinero.

En 2002, un jurado en Estados Unidos encontró a Arthur Anderson culpable de obstrucción de la justicia, a raíz de la destrucción de documentos contables relacionados con la quiebra del gigante energético Enron, en diciembre de 2001.

El colapso de esa empresa fue adjudicado, en parte, a un cuestionable manejo contable que mantuvo fuera de los registros millones de dólares de deuda.

Florian Bourges trabajó en la investigación que Arthur Anderson realizó sobre las actividades de Clearstream, cuando era un becario recién egresado. En 2004, entregó información en secreto al juez francés que investigaba el caso de la firma compensadora luxemburguesa.

Bourges dijo a IPS en París que la auditoria había sido «blanqueada». Un miembro del equipo de Arthur Anderson en Luxemburgo le pidió a Bourges que eliminara algunos de sus hallazgos de prácticas indebidas, aseguró.

«Me dijo que no querían importunar a Clearstream. Había muchas anomalías. No puedo comentarlas por razones legales», afirmó.

Bourges, quien conserva documentos de esa auditoria, entregó listados de cuentas a Robert e Imad Lahoud, integrante de los servicios de seguridad franceses a quien conoció a través de Robert.

A su vez, Lahoud pasó esa información al entonces ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Dominique de Villepin, un conservador que estaba enfrentado con su par de Economía, Nicolás Sarkozy, actual presidente del país.

En algún punto del trayecto entre Lahoud y De Villepin, los documentos fueron alterados para señalar a Sarkozy, entre otros, como titular de cuentas personales en Clearstream. Cuando la historia llegó a la prensa quedó expuesto el papel de Bourges, quien fue acusado por la compañía de violación del secreto bancario y por jueces franceses de «robo y abuso de confianza».

De Villepin, hombre de confianza del ex presidente Jacques Chirac (1995-2007), también esta bajo investigación.

Bourges señaló que la policía o la justicia pueden encontrar las transferencias secretas de Clearstream. «No están en los registros públicos. Si el FBI o los jueces europeos quieren investigar los movimientos de dinero deberán acceder al sistema de la compañía y encontrarán así todas las transacciones. Yo lo hice», agregó.

Una curiosa conexión entre Siemens y Clearstream es Andrew Wang, buscado en Taiwán por lavado de dinero de sobornos pagados a la empresa francesa Thomson (hoy Thales) por la venta de seis fragatas misilísticas a Taipei a principios de la década del 90.

Joel Bucher, quien fue subdirector de la sucursal en Taipei del banco francés Société Générale, dijo a IPS que la entidad financiera envió los sobornos a personajes influyentes a través de Clearstream.

Wang está acusado de corrupción, lavado de dinero, fraude y por la muerte de un capitán de la armada taiwanesa que denunció los sobornos y fue encontrado flotando en el Mar de China. Huyó de Taiwán luego de esa muerte. Las autoridades suizas congelaron los fondos de 12 cuentas a su nombre, por valor de 800 millones de dólares.

Wang trabajó para Siemens desde 1967.

Ahora vive confortablemente en Londres, el lugar de exilio favorito de muchos delincuentes financieros internacionales. Allí podría disponer fácilmente de dinero a través de cuentas secretas en dependencias británicas off shore, como las Islas Vírgenes.