Juan Carlos Monedero carga sobre sus hombros la responsabilidad de definir lo que será el proceso de transición hacia el socialismo del siglo XXI. Desde el Centro Internacional Miranda, suerte de laboratorio ideológico que dicta los pasos del esquema que implantará el presidente Hugo Chávez, este español desmenuza el proceso de cambios representado en la […]
Juan Carlos Monedero carga sobre sus hombros la responsabilidad de definir lo que será el proceso de transición hacia el socialismo del siglo XXI.
Desde el Centro Internacional Miranda, suerte de laboratorio ideológico que dicta los pasos del esquema que implantará el presidente Hugo Chávez, este español desmenuza el proceso de cambios representado en la propuesta de reforma constitucional y, al hacerlo, echa al cesto el rumor de que se eliminará la propiedad privada.
«Yo tengo muy claro el riesgo del estalinismo», advierte Monedero y completa: «si viera que se camina en esa senda, no tendría qué hacer aquí».
Ya Haiman el Troudi, uno de sus compañeros de andanzas ideológicas, explicó que el socialismo se divide en cuatro momentos: el paliativo (1999-2001), el estructurante (2001-2006), la transición (fase actual) y la llegada al socialismo.
Ahora Monedero se hace con la tarea de desgranar cómo será ese esquema desde el punto de vista económico.
-¿De qué se trata esa última etapa del socialismo?
-Sabemos que hay luz al final del túnel, pero no sabemos cuán cerca estamos de la salida. No tenemos modelos, es un socialismo que se va a inventar y creo que ese es uno de los elementos esenciales de esta propuesta de reforma, su condición experimental.
-Como modelo económico ¿dónde encaja el socialismo?
-Es muy difícil adjetivar nada como socialista, incluida la reforma, si antes no definimos qué entendemos por socialismo.
Las transformaciones que tiene que vivir Venezuela son de largo aliento. Es mentira que Venezuela quiera ser Cuba.
-¿Eliminar los atributos de la propiedad privada no abre la posibilidad para que el Estado la intervenga?
-Eso es un juicio de intenciones. Creo que el Presidente ha planteado con estricta nitidez que el error del socialismo del siglo XX fue acabar con la propiedad privada.
Hay una diferencia clara entre la propiedad privada, los medios de trabajo y los medios de producción, y dentro de los medios de producción hay que diferenciar entre la producción de bienes esenciales y los medios de producción para crear lapiceros, por ejemplo.
Hay bienes que son públicos: la electricidad, el agua, el alimento, la salud, una educación básica, la banca. Creo que esos son bienes públicos que no tienen que entenderse como mercancías. Es un disparate que sembró el capitalismo.
-Entonces, ¿eso significa que el Estado debe tomar parte en esos sectores?
-Creo que el Estado tiene que regular los bienes públicos. El propio sentido común nos dice que el derecho a comer está por encima del derecho a la propiedad privada. Hemos entendido que la nacionalización de los medios de producción no garantiza la satisfacción de las necesidades públicas, tiene que ser la propia comunidad organizada la que se corresponsabilice, con la ayuda del Estado central.
Los bienes públicos tienen que suministrarse públicamente, y fíjate que no digo estatalmente porque una de las cosas que presenta esta reforma es la construcción de un sector público no estatal. Si sólo fuera estatal estaríamos ante un socialismo del siglo XX que fracasó.
-Pero los lineamientos de esas empresas van a surgir del Estado…
-No necesariamente. Va a ser una relación dialéctica. Si fracasara el empoderamiento popular, solamente quedaría el del poder central y ahí se estarían repitiendo escenarios del socialismo del siglo XX. El Estado tiene memoria y es ser ordenancista, centralizador, mandón, paternalista y eso va a surgir, como vemos que surge en algunos ministerios.
-¿Y ese sector público no va a arrinconar a los privados tradicionales?
-Creo que es una barbaridad que haya dificultades para acceder a bienes esenciales porque su producción y distribución está privatizada. Es inevitable algún choque con determinadas empresas que creo que, de una manera inhumana, han mercantilizado elementos esenciales para el desarrollo humano. Para mí esas empresas son enemigas de la humanidad y no tengo conmiseración con ellas.
Hay una parte sustancial de la satisfacción de necesidades que debe suministrarse de manera privada, pero las necesidades básicas tienen que garantizarse públicamente.
-¿Entonces los privados sólo deben dedicarse a actividades que no sean básicas?
-Los sectores básicos tienen que estar controlados por la soberanía popular, porque es la base de la supervivencia de un país y no pueden estar sometidos al albur de las decisiones de las pocas familias que controlan los medios de producción. Si las empresas privadas hubieran generado inclusión, este debate no tendría lugar.
-¿Cómo se llega a que los sectores populares controlen los sectores estratégicos?
-Creo que cada sector tendrá una lógica diferente. Habrá sectores donde será un régimen de cooperativas, otros con EPS. Otros, por su complejidad, necesitarán estructuras estatales.
-¿Una industria de alimentos dentro de unos años tendrá que funcionar bajo ese esquema?
-Esa gran empresa que hoy es responsable de muchos ámbitos de la realidad de este país, lo único que quiere como capitalista es mantener su cuenta de resultados y darle a sus accionistas dividendos al final del año, y en esa lógica cortoplacista no le importa explotar a sus trabajadores, deteriorar al medio ambiente y la única manera es que haya una presión que les frene, sea popular o estatal.
En el horizonte no habrá empresario que tenga necesidad de tener tanto poder económico. Una sociedad realmente democrática y, por tanto socialista, es aquella donde nadie sea tan rico como para tener el control sobre la vida de tantas personas.
-¿Como será la repartición de la riqueza?
-Creo que tiene que ser eficiente. A mí me gusta mucho la seguridad social, estructuras eficientes impositivas en las que paguen los que más tienen.