Por dos motivos acogí con reservas antes de ayer las críticas dirigidas por Carlos Tena a la cadena Telesur (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60016): uno, subjetivo, relacionado con mi deseo de apoyar un proyecto de comunicación al mismo tiempo poderoso y alternativo del que dependen en parte el destino de la revolución bolivariana y su proyección internacional; y otro, […]
Por dos motivos acogí con reservas antes de ayer las críticas dirigidas por Carlos Tena a la cadena Telesur (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60016): uno, subjetivo, relacionado con mi deseo de apoyar un proyecto de comunicación al mismo tiempo poderoso y alternativo del que dependen en parte el destino de la revolución bolivariana y su proyección internacional; y otro, objetivo, asociado al carácter más bien expeditivo y temperamental de la crítica, desprovista de datos documentados y verificables por el lector. Pero debo decir que la respuesta de May Graterol, directora general de servicios a producción de Telesur (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60090), ha despertado en mí la inquietud que el texto de Tena apenas había logrado despeinar. Hay formas de defenderse que iluminan y justifican y hasta reclaman los ataques y que dan la razón al oponente. Yo no estaba preocupado y ahora sí. El exabrupto furibundo y ofendido de Graterol contra un intelectual y militante de reconocido prestigio, y la deformación intencionada y suspicaz de su discurso, me hacen temer de pronto que las críticas de Tena han dado en el blanco. Tanta pasión pone en fumigar su respuesta de todo espíritu autocrítico y en ensalzar a gritos lo que nadie impugna, que el lector no puede dejar de pensar que lo que ocurre es que los reproches de Tena han pinchado a ciegas el nervio acertado.
Veamos algunas cosas que no me gustan y que me inquietan de la respuesta de Graterol. Con razón cuestiona los mecanismos de medición y las cifras de rating de Carlos Tena, pero ella, a su vez, no sólo no aporta al lector instrumentos o resultados más fiables a partir de los cuales podamos representarnos la verdadera audiencia de Telesur sino que se apropia de alguna manera -escandalizada por el «derrotismo» del crítico- los «50 millones de espectadores potenciales» que hoy por hoy no ven la cadena. Lo que es tanto como decir que este artículo que estoy redactando es el más leído de la historia -más aún que la Biblia y el Corán- porque podrían leerlo unos 300 millones de hispanohablantes alfabetizados, aunque sepa que esto no ocurre ni ocurrirá nunca. Como cobro derechos de autor por los «lectores potenciales» soy además el hombre más rico del mundo, al menos de la misma manera en que Don Quijote era el más audaz y valiente paladín del universo y el que más gigantes había matado y más doncellas liberado de la cautividad. A los que apoyamos Telesur nos gustaría saber qué índices de audiencia tiene la cadena y no los que todavía no tiene y nunca podrá tener.
No me gusta tampoco que May Graterol «se imagine» a Carlos Tena «cómodamente sentado frente a un ordenador con el televisor encendido a sus espaldas», no sólo porque la imaginación a veces nos juega malas pasadas, no sólo porque es difícil imaginar de otra manera a una directora de producción de un canal de TV -que cobrará por ello un sueldo mucho más alto que el austero y atrafagado Tena, remunerado en pesos cubanos- sino sobre todo porque un argumento ad hominem (¡y cuánto más una fantasía ad hominem!) es siempre la forma menos elegante y más sospechosa de escamotear una respuesta. Puesto que no ha querido callarse y ha considerado necesario dar una explicación, la obligación de Graterol no era la de juzgar desde dónde se hacen las críticas sino la de demostrar que no tienen fundamento.
Tampoco me ha gustado la reacción de May Graterol a la demanda, justificada o no, de Carlos Tena. A la exigencia de dimisión de todos los cargos directivos de Telesur, Graterol opone la enumeración de una serie de grandes proyectos (obras en la sede del canal, inversión en nuevas tecnologías, escuela de periodistas, corresponsalías en el extranjero) que Tena estaría pidiendo a gritos que se abandonasen, lo que es tanto como pretender que, si yo pido la renuncia del rey Juan Carlos en España, estoy pidiendo la desaparición de la puerta de Alcalá o de la catedral de Burgos o, si reclamo una gestión mejor para el ministerio de Cultura, estoy pidiendo que vuelen el Museo del Prado. Por lo demás, la extemporánea enumeración de esos proyectos sólo demostraría, en todo caso, que Telesur no tiene problemas de presupuesto y que, de estar fundamentadas las críticas de Tena, no podrían justificarse invocando la falta de recursos. Tan absurda es esta defensa que, a los reproches de estar haciendo las cosas mal, lo que en realidad responde Graterol para justificarse es lo siguiente: es que tenemos mucho dinero. De manera justificada o no, lo que Tena está pidiendo no es que Telesur renuncie a sus ventajas sino que las gestione bien; no está reprochando a la cadena sus recursos sino su mala utilización; no está reclamando que se abandone el proyecto sino que cumpla los objetivos para los que nació. Tanto tiene que bombardear el sentido común la directora de producción a fin de identificar sin alternativa la existencia de Telesur con el actual equipo directivo que uno acaba preguntándose si está haciendo otra cosa que proteger su cargo y su salario.
Hay protestas que sólo consiguen dar consistencia a las críticas. Los que creemos en la necesidad irrenunciable de Telesur y precisamente por ello; los que consideramos que no se trata de construir la CNN de la revolución sino de hacer una revolución contra la CNN, nos sentimos más inquietos por la respuesta de May Granerol que por los reproches de Carlos Tena. Por eso, con el respeto y admiración que me merecen Aram Aharonian o Andrés Izarra -entre otros tantos periodistas comprometidos y capacitados-, debo decir que después de la defensa de Granerol somos muchos más los que estamos interesados en conocer la respuesta a algunas preguntas que hasta ahora nos parecían superfluas o incluso destructivas: ¿qué tiene que decirnos May Granerol de la relación entre Telesur y Mediapro? ¿Ha habido una «purga» ideológica de periodistas en la cadena? ¿Cuál es el modelo informativo que realmente defiende? ¿De qué modo está participando su magnífico plantel de consejo asesor en la definición de los contenidos? La escuela de formación John Reed, tan encomiable como necesaria, pero de la que no encuentro información ni en Internet ni en la página de Telesur, ¿qué programa de enseñanza ofrece y quiénes son los responsables de los cursos de formación?
Ojalá que May Granerol haya comprendido que la peor defensa de un buen proyecto es un mal ataque a un compañero de viaje y nos tranquilice a todos con sus respuestas.