Con el comienzo de 2008, espesos nubarrones se ciernen sobre el horizonte de la principal economía del mundo y cada día son más los economistas que vaticinan una recesión en Estados Unidos. Cuando Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal estadunidense (Fed), expresó hace menos de un año sus temores de que la […]
Con el comienzo de 2008, espesos nubarrones se ciernen sobre el horizonte de la principal economía del mundo y cada día son más los economistas que vaticinan una recesión en Estados Unidos.
Cuando Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal estadunidense (Fed), expresó hace menos de un año sus temores de que la principal economía del mundo entrara en recesión, un huracán sacudió las bolsas del planeta, que cayeron una tras otra como piezas de dominó.
Pero la recuperación fue rápida. Las bolsas se recuperaron y el Dow Jones superó sucesivamente las barreras de los 13 mil y los 14 mil puntos.
Sin embargo, menos de un año después, se agolpan a las puertas de la economía las señales que parecen confirmar aquellas sospechas, ahora con el petróleo a más de cien dólares por barril, en una escalada estimulada por la debilidad del dólar y el anuncio de una fuerte reducción de las reservas de crudo en Estados Unidos.
En diciembre, la actividad industrial en Estados Unidos retrocedió por primera vez en los últimos diez meses, encendiendo otra luz roja de advertencia sobre el peligro de una recesión.
El índice ISM (que mide la actividad industrial en Estados Unidos) marcó 47.7 por ciento contra 50.8 por ciento en noviembre, según la asociación nacional de directores de compras de las empresas del sector, cuando los analistas habían previsto un 50.5 por ciento.
Un nivel inferior a 50 por ciento refleja una caída de la actividad industrial.
«Ha comenzado una recesión en el sector industrial y creemos que se trata del comienzo de una paralización generalizada de la economía en el primer semestre de 2008», señaló Daniel Meckstroth, economista jefe de la Alianza de Industriales (MAPI).
«La caída del sector inmobiliario, la baja de la producción automovilística, los precios récord del petróleo y la crisis del crédito son impactos suficientes para causar una detención en cualquier ciclo económico», añadió.
Para el economista independiente Joel Naroff, «el comienzo del año no podría haber sido peor. Los problemas del sector de vivienda están contaminando cada vez más el resto de la economía».
Los economistas temen que el endurecimiento del crédito y la desvalorización de las propiedades de las familias seguidas de la crisis inmobiliaria de 2007 pesen sobre el consumo, que normalmente es impulsado por créditos hipotecarios que en estos momentos brillan por su ausencia.
El temor se hace sentir también en el mercado bursátil, que después de haber superado en 2007 el umbral de los 14 mil puntos, cayó el viernes pasado un 1.96 por ciento a 12 mil 818 puntos.
En los últimos días de diciembre ya se había dado a conocer una baja de los pedidos de bienes de equipamiento, excluyendo defensa y aviación, un indicador seguido cuidadosamente pues da una buena idea de las intenciones de inversión de las empresas: -0.4 por ciento en noviembre, tras -2.9 por ciento el mes anterior.
«Sesenta días consecutivos de baja sugieren que las empresas están cada vez más prudentes», tanto en inversiones como en contratación de nuevos trabajadores, señaló Nigel Gault de la consultoría Global Insight.
El viernes pasado, el mercado se vio sacudido con el anuncio por el Departamento de Trabajo de la creación de apenas 18 mil empleos y un incremento de la desocupación al 5 por ciento, una noticia que alimenta el pesimismo de los inversionistas.
Una retracción de las empresas puede tener consecuencias desastrosas para el crecimiento, que ya sufre con el agotamiento de los consumidores, agobiados por la crisis inmobiliaria y por el alza sin precedentes de los precios de la gasolina.