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Entrevista con José Batista de Oliveira, integrante de la coordinación del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra

«En Brasil, 50 empresas controlan el precio de los alimentos»

Fuentes: MST

Traducido por Àlex Tarradellas y revisado por Juan Vivanco

«Las grandes empresas no quieren producir alimentos, quieren producir beneficios. Apenas 50 empresas, de ellas 30 transnacionales, controlan toda la producción agrícola de Brasil». La afirmación es de José Batista de Oliveira, integrante de la coordinación del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST).

De acuerdo con Oliveira, el problema de los precios de los alimentos, en alza en el mundo entero, está ligado a la especulación y el uso de parte de la tierra para producir etanol:

«Por eso, esas grandes empresas, en su mayoría multinacionales, no tienen como objetivo alimentar el mundo, sino producir materias primas valoradas en el mercado internacional», afirma el dirigente del MST.

El movimiento critica también el modelo agroexportador implantado en Brasil por los últimos gobiernos: «El agronegocio es la asociación entre latifundio, empresas transnacionales de la agricultura y el mercado financiero, que subordina el uso de las tierras y los recursos naturales brasileños a las necesidades de las grandes empresas y a la especulación. Si la demanda se mantiene elevada, las empresas y los inversores extranjeros van a seguir comprando mercancías en el país, comprometiendo la capacidad de producción de nuestras tierras, agotando nuestros recursos naturales con prácticas técnicas que comprometen el futuro de la naturaleza con la imposición del monocultivo, que destruye la biodiversidad y expulsa la mano de obra del campo».

Lea a continuación la entrevista con José Baptista de Oliveira.

¿El precio de los alimentos está subiendo sólo por el aumento de la demanda?

No tiene nada que ver con la demanda. El precio de los alimentos está subiendo a causa del aumento de la tasa de beneficio media en la venta de productos específicos valorados en el mercado internacional, como el etanol. Al subir el beneficio medio, todos los productores agrícolas tienen tres opciones: emigrar hacia la producción de caña y aceite vegetal, aumentar el precio de su producción o desaparecer. Por eso Fidel Castro denunció, con razón, que el estímulo de la producción de etanol en el Tercer Mundo aumentaría el precio de los alimentos, no sólo por la disminución de área plantada o por la concurrencia. En la agricultura, la tasa media de beneficio vale para todos los productos, a diferencia de la industria, en la cual la tasa media se da por ramo de producción.

¿Las multinacionales pueden estar especulando con el precio de los alimentos o usando el argumento de la inflación con otros objetivos para forzar a los países en desarrollo a adoptar políticas económicas exclusivamente de combate a la inflación, en detrimento del crecimiento de la economía?

Las empresas transnacionales controlan toda la producción de las principales materias primas y controlan el comercio mundial. En cada ramo tenemos, como máximo, diez empresas que controlan la producción, el procesamiento y el comercio. Por lo tanto, hoy el precio de cada mercancía internacionalizada es objeto de especulación. Además no hay una relación directa del precio con el coste de producción, que es sólo una referencia. La mayor manipulación de esas empresas sobre la producción nacional y el comercio internacional es un instrumento para aumentar beneficios. La influencia de ese sector sobre la política económica del gobierno Lula se ejerce a través del Banco Central, que fija los tipos de interés y cambio.

¿Qué empresas controlan el comercio de las materias primas alimentarias?

El precio y el comercio de soja y de las materias primas agrícolas en general son manipulados por conglomerados extranjeros, como la estadounidense Cargill, la holandesa Bunge, la estadounidense-canadiense ADM, la suiza Syngenta, la estadounidense Monsanto y la francesa Dryfuss. En el sector de lácteos el mercado está manipulado por sólo tres: la suiza Nestlé, la italiana Parmalat y la francesa Danone. En el sector de venenos y medicamentos también son pocas empresas, como la alemana Bayer, la suiza Syngenta, la alemana Basf y la suiza Novartis.

¿Cuál es la relación de estas empresas con el comercio de alimentos genéticamente modificados (AGM), conocidos como transgénicos?

Esas empresas quieren imponer los transgénicos porque así se hacen con el control absoluto de los agricultores y de la tasa de beneficio del comercio internacional. Imagine que esas empresas tienen la insolencia de imponer semillas transgénicas modificadas genéticamente para que el agricultor les compre un producto agrotóxico. Y, además de eso, cobran royalties a los agricultores sólo por usar sus semillas, que registran como propiedad privada intelectual.

¿Cómo?

Los propios agricultores son los que producen las semillas, pero por reproducir la soja transgénica de Monsanto, que no produce tanta semilla, necesitan pagar royalties todos los años.

¿Hasta qué punto se puede aumentar la producción convencional para hacer frente a la demanda creciente de alimentos en el mundo?

Las grandes empresas no quieren producir alimentos, quieren producir beneficio. Cerca de 50 empresas controlan casi todo el comercio agrícola nacional, 30 transnacionales y 20 brasileñas. No tienen como objetivo alimentar el mundo, sino producir materias primas valorizadas en el mercado internacional.

¿Brasil obtiene beneficios con el agronegocio?

El agronegocio es la asociación entre el latifundio, las empresas transnacionales de agricultura y el mercado financiero, que subordina el uso de las tierras y los recursos naturales brasileños a las necesidades de las grandes empresas y la especulación. Si la demanda se mantiene alta, las empresas e inversores extranjeros seguirán comprando mercancías en el país, comprometiendo la capacidad de producción de nuestras tierras, agotando nuestros recursos naturales con prácticas y técnicas que comprometen el futuro de la naturaleza, como la imposición del monocultivo, que destruye la biodiversidad y expulsa la mano de obra del campo. Eso es un peligro para nuestra soberanía nacional, pues los extranjeros obedecen a intereses de fuera y no tienen ningún compromiso con la preservación del medio ambiente, explotándonos al máximo para después marcharse con sus beneficios.

¿Cuál es el papel de la agricultura familiar en ese contexto?

Los agricultores familiares pasan por una crisis de falta de mercado y de contención de precios. La población no tiene ingresos suficientes para aumentar el consumo de queso, pan, leche, yogurt, carnes y embutidos producidos por ese sector. La pequeña agricultura no consigue avanzar sin un proyecto de desarrollo nacional que tenga como centro el fortalecimiento del mercado interno, la distribución de renta, la industria nacional para sustentar y la generación de empleo. Necesitamos un nuevo modelo agrícola basado en la pequeña y la mediana propiedad, en dar prioridad a la producción de alimentos para el mercado interno, crear una nueva matriz productiva en el campo y adoptar técnicas de producción que respeten el ambiente, sin agrotóxicos.

Si realmente la demanda está creciendo más que la producción, ¿los transgénicos pueden ser una buena opción?

No. Los transgénicos no son simplemente organismos genéticamente modificados, sino productos creados en laboratorios que colocan la agricultura en manos del mundo financiero e industrial. Ya no estamos ante la agricultura tradicional, sino ante grupos que lanzan transgénicos para controlar las semillas e imponer el uso de inputs y venenos que producen. Con los transgénicos, el cometido tradicional de los campesinos y los pueblos originarios, de mejorar y cultivar las semillas, pasa a las transnacionales. Además, no existen estudios que demuestren que esos productos no causan problemas de salud.

¿Cómo valora el movimiento la política del gobierno con relación a la reforma agraria en 2007?

La política de reforma agraria del gobierno Lula fue insignificante en comparación con la ofensiva del capital en la compra de tierras y para hacerse con el control de la producción agrícola en el país. Los números divulgados este año confirman nuestra valoración de que la Reforma Agraria ha dejado de ser una prioridad del gobierno Lula, que ha optado por el monocultivo para la exportación del agronegocio; un monocultivo que concentra tierra y destruye el ambiente, beneficiando solamente a las empresas extranjeras y los latifundistas. El gobierno está en deuda con los 150.000 trabajadores rurales del movimiento acampados en todo el país y necesita honrar sus compromisos históricos con la Reforma Agraria y la lucha contra la pobreza en el campo.

Si por un lado los números muestran que 2007 ha sido el peor año de la gestión de Lula, por el otro, el MDA [Ministerio del Desarrollo Agrario] afirma que 2007 ha sido el año de los diez últimos que más se ha invertido en la calidad de la reforma agraria. ¿Es válido el argumento del MDA?

El aumento de las inversiones es importante, pero la Reforma Agraria es ante todo una cuestión de voluntad política y coraje para enfrentarse al agronegocio y cambiar la política económica, que por medio de los préstamos del Banco de Brasil y del BNDES beneficia a las empresas transnacionales. El gobierno necesita armarse de valor y cumplir la Constitución; esta dispone que las empresas agrícolas que no respeten la legislación laboral y ambiental, como hacen los productores de caña, deben ser expropiadas y destinadas a la Reforma Agraria. La compra y puesta en valor de sectores públicos deteriorados debe continuar, pero el eje de una política agraria que revierta la concentración de tierras en el país es la expropiación.

¿Se han aplicado los recursos del MDA en un modelo de reforma que sea del agrado del movimiento? Si no es así, ¿cuáles son las principales críticas al modelo?

El problema no es la forma en que el ministerio está invirtiendo sus recursos, sino la función que el gobierno reserva al campo y la agricultura. En 2007 el gobierno federal pagó 160.300 millones de reales con intereses, cuatro veces más que todo lo que se gastó en lo social y correspondiente al 6,3% del PIB, de modo que el dinero de los impuestos de toda la sociedad pasó al mercado financiero y a los especuladores, que invierten justamente en las empresas transnacionales de la agricultura. El ministro Cassel pasa por alto esa brutal transferencia de renta hacia las empresas del agronegocio mientras hace su balance positivo de la inversión realizada el año pasado.

¿Cuál debe ser la postura del MST frente a la lentitud del gobierno en la Reforma Agraria?

El MST y todos los movimientos de la Vía Campesina de Brasil van a seguir luchando con ocupaciones de tierras y protestas para denunciar la destrucción ambiental y la concentración de tierra por el avance del agronegocio. En el 2007 realizamos grandes movilizaciones. Vamos a seguir removiendo la conciencia de la población y alertando de ese peligro de desnacionalización de nuestra agricultura. Lamentablemente, no hemos conseguido avanzar hacia la resolución de los problemas concretos de la clase trabajadora. Esperamos que el año que viene las movilizaciones para el año que viene aumenten y remuevan la conciencia del propio gobierno de Lula.

(Entrevista concedida al Monitor Mercantil y al Brasil de Fato)

Fuente: http://www.mst.org.br/mst/pagina.php?cd=4819

Artículo original publicado el 24 de enero de 2008.

Àlex Tarradellas y Juan Vivanco son miembros de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor, al revisor y la fuente.