Una amenaza recorre el mundo: los tratados bilaterales de libre comercio que EEUU y la Unión Europea tienen enorme interés en firmar con los países empobrecidos. Y todas esas firmas de tratados bilaterales ocurren en silencio, lejos del ruido mediático de las cumbres mundiales, a puerta cerrada, alejadas de la prensa. ¿Por qué será? Una […]
Una amenaza recorre el mundo: los tratados bilaterales de libre comercio que EEUU y la Unión Europea tienen enorme interés en firmar con los países empobrecidos. Y todas esas firmas de tratados bilaterales ocurren en silencio, lejos del ruido mediático de las cumbres mundiales, a puerta cerrada, alejadas de la prensa. ¿Por qué será?
Una amenaza recorre el mundo: los tratados bilaterales de libre comercio que EEUU y la Unión Europea tienen enorme interés en firmar con los países empobrecidos
¿Exageración? Intermón Oxfam ha publicado el informe Nuestro futuro por la borda, en el que denuncia de forma documentada las nefastas consecuencias de los tratados de libre comercio bilaterales para la mayoría de los ciudadanos de los países empobrecidos que los firman.
Cuando la Organización Mundial del Comercio (OMC) empezó a ser más democrática, cuando los países del Sur se pusieron de acuerdo para frenar la codicia ilimitada de los países ricos, EEUU y la Unión Europea (UE), se lanzaron a presionar a los países empobrecidos para que firmaran tratados bilaterales de libre comercio e inversiones.
Uno de los primeros tratados lo firmó México hace catorce años. El propio ministro de Agricultura de México ha reconocido recientemente que «la pobreza permanece en el campo. Es una injusticia histórica, no hemos podido ayudar a los más pobres». Algunas exportaciones mexicanas a EEUU han aumentado, cierto, pero no ha crecido el empleo y los salarios se han congelado, cuando no retrocedido. En catorce años.
En Chile, «alumno preferido» de EEUU y la UE, han aumentado las importaciones, pero ese aumento ha perjudicado seriamente a las empresas que producen manufacturas y textil para el mercado chileno. Y a los chilenos.
Perú es el último país latinoamericano que ha firmado uno de esos dichosos tratados. Estudiosos del desarrollo, como Eduardo Zagarra, investigador del Centro de Análisis para el Desarrollo de Lima, aseguran que el gran perjudicado será el pequeño agricultor peruano. Y, al referirse a los «perdedores» del tratado, Zarraga aclara que «hablamos del 80% de la población peruana con alta dependencia de los mercados internos».
En Colombia, la firma está a la espera de la aprobación del Congreso de los EEUU. Cuando se firme, los expertos aseguran que, en unos años, aumentará el coste de los medicamentos en casi 920 millones de dólares, cantidad, por cierto, que permitiría prestar atención sanitaria a más de cinco millones de personas en el sistema público de salud.
Y se sabe que el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, República Dominicana y América Central hará que los precios de productos agroquímicos se disparen. Además, los dichosos tratados abren la puerta a posibles demandas de compensación por parte de los inversores extranjeros, si se promulgan leyes que los inversores extranjeros consideren perjudiciales para sus intereses, incluso leyes sociales. Las demandas contra Argentina por medidas urgentes durante la crisis financiera de 2001 suman 18.000 millones de dólares.
Y todas esas firmas de tratados bilaterales ocurren en silencio, lejos del ruido mediático de las cumbres mundiales, a puerta cerrada, alejadas de la prensa. ¿Por qué será?
Interpón Oxfam ha resumido las nefastas consecuencias de esos tratados bilaterales: «Lo peor de los tratados es que privan a los países en desarrollo de su capacidad de dirigir la economía nacional y proteger a sus ciudadanos más pobres. Al ir más allá de las disposiciones negociadas internacionalmente, imponen reglas de mayor alcance y difícil marcha atrás que desmantelan de modo sistemático las políticas nacionales de promoción del desarrollo». Y, para que no quepa duda, añade: «EEUU y la UE están imponiendo reglas sobre propiedad intelectual que reducen el acceso de las personas pobres a medicinas que les salvarían la vida, aumentan los precios de las semillas y de otros bienes agrícolas, los ponen fuera del alcance de los pequeños productores y dificultan el acceso de las empresas de los países en desarrollo a las nuevas tecnologías».
Hasta hace poco, el «malo de la película» eran los EEUU, pero parece que la Unión Europea opta al título. Y ¿saben lo más gracioso?, que los responsables, quienes perpetran desde EEUU y la UE esas agresiones a la justicia y contra los derechos de los más pobres, encima quieren que los consideremos respetables, honorables y paladines de la democracia. ¡Hay que tener la cara dura! www.ecoportal.net
* Xavier Caño es Periodista Solidarios para el Desarrollo