Numerosos países ricos tienen a las naciones en desarrollo como fuente y reservorio para extraer personal altamente especializado y mano de obra barata con el objetivo de cubrir sus grandes necesidades en diferentes esferas. Sus bajos índices de natalidad y el constante desarrollo científico mundial les obliga a importar recursos humanos para utilizarlos en las […]
Numerosos países ricos tienen a las naciones en desarrollo como fuente y reservorio para extraer personal altamente especializado y mano de obra barata con el objetivo de cubrir sus grandes necesidades en diferentes esferas.
Sus bajos índices de natalidad y el constante desarrollo científico mundial les obliga a importar recursos humanos para utilizarlos en las telecomunicaciones, las finanzas, programas espaciales, la ingeniería o como peones en la construcción y la agricultura por citar algunos ejemplos.
Pero además de beneficiarse con este importante y necesario material humano lo cual atenta contra el desarrollo de los países pobres, los ricos obligan a los inmigrantes a pasar por engorrosos exámenes aprobatorios pues si no caerán en la peligrosa categoría de indocumentados.
Agencias especializadas y sitios en páginas de internet de Estados Unidos y Europa anuncian permanentemente programas de trabajo y visas hacia esas naciones para profesionales de las más diversas ramas del saber.
La ecuación es sencilla: mientras las naciones pobres gastan dinero y dedican (desde la primaria a los grados superiores) alrededor de 20 años en formar a técnicos y profesionales, los países desarrolladas se los extraen al pagarles sueldos que no pueden abonarle en sus ciudades natales. La competencia resulta altamente desigual y discriminatoria.
Un organismo como el Banco Mundial (BM) que se caracteriza por apoyar políticas discriminatorias hacia las naciones pobres ha reconocido en un informe sobre América Latina que las remesas no son «un sustituto para políticas sólidas de desarrollo».
Otro documento del BM titulado Migración Internacional, remesas y fuga de cerebros señala que «en los últimos 40 años, más de 1 200 000 profesionales de América Latina y el Caribe emigraron hacia Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. De Latinoamérica han emigrado como promedio más de 70 científicos por dí¬a, durante 40 años.
Se asegura que mediante la migración, varios países de África, América Central y el Caribe han perdido más del 30% de su población con educación superior.
Ocho de cada diez haitianos y jamaicanos con títulos universitarios viven en el extranjero, mientras también lo hacen el 86% de Guyana y el 90% de Surinam. Varias
naciones desarrolladas se encuentran a la cabeza de este robo de cerebro entre las que se encuentran Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra y Noruega.
Solo de 1960 a 1990 hacia Estados Unidos y Canadá migraron una cifra superior al millón de profesionales y técnicos de países del Tercer Mundo.
Un despacho de la agencia Reuters atestigua que 20 000 profesionales africanos migran anualmente hacia Occidente lo cual deja a ese continente con un enorme déficit de médicos, ingenieros, profesores e informáticos que les son sumamente necesarios para tratar de eliminar sus graves problemas económicos y sociales.
En un reciente artículo sobre este tema, el presidente cubano Fidel Castro Ruz señalaba: «Ese continuo saqueo de cerebros en los paí¬ses del Sur desarticula y debilita los programas de formación de capital humano, un recurso necesario para salir a flote del subdesarrollo. No se trata solo de las transferencias de capitales, sino de la importación de la materia gris, cortando de raí¬z la inteligencia y el futuro de los pueblos».
Las cifras son devastadoras pues los 24 000 profesionales universitarios latinoamericanos que emigraron en 2006 representó para esas naciones la pérdida de 5 000 millones de dólares solo en la educación y preparación de ese personal.
La formación de un profesional, según la carrera o el país de Latinoamérica donde curse los estudios tiene un costo aproximado entre los 40 000 y 80 000 dólares y lo más perjudicial es que después, si emigra, no prestará ningún servicio a sus países ni a sus pueblos que tanto lo necesitan.
A la par, ese personal procedente de todas las partes del mundo, una vez asentado en el exterior, envía a sus parientes remesas económicas lo que crea una fuerte dependencia entre el emisor y el receptor ya sea a nivel familiar o entre los países.
Varias naciones pobres dependen de esas remesas para solventar sus perentorias y enormes necesidades, sin que esto les represente alguna solución para su desarrollo.
Organismos internacionales confirmaron que en 2006 llegaron a los países del Tercer Mundo por concepto de envíos de divisas cifras cercanas a los 180 000 millones de dólares.
Para algunos países latinoamericanos las remesas representan un número importante en su Producto Interno Bruto: Ecuador y República Dominicana (10%), Jamaica (12%), Nicaragua (14%), El Salvador (16%) y Haití (17%).
Con respecto a El Salvador, el 60% de la población vive en la pobreza lo cual provoca la salida del país de 720 000 personas anualmente, en busca de posibles soluciones económicas.
El 70% de los que permanecen, sobreviven gracias a las remesas que les envían sus familiares desde el exterior, cantidades que no alcanzan para cubrir las necesidades básicas de alimentación, agua, electricidad, educación y salud.
Las cuantías remitidas se han convertido en la fuente de ingresos externos más importantes y superan a las exportaciones de café y las maquilas (fábricas de manufacturas) los dos renglones económicos de la nación que aportan divisas.
Los envíos son en muchos casos, la única subsistencia familiar, que se emplea para adquirir algunos alimentos y medicinas sin que el país pueda utilizarlos en inversiones para su desarrollo.
Además, Estados Unidos esgrime esta dependencia migración-divisa para presionar u obligar a algunos gobiernos a cumplir sus órdenes.
Lo trató de hacer con Nicaragua al amenazar con cortar las remesas procedentes del Norte si salía el candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Daniel Ortega. Las protestas populares contra las posibles medidas detuvieron la mano de Washington.
No ocurrió así en el Salvador, donde igual amenaza echó por tierra la casi segura victoria Schafik Jorge Nadal, representante Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional y se impuso a Antonio Saca, de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA)
En definitiva la atadura de muchas naciones pobres al envío de remesas, las subordina a los países ricos emisores y no les beneficia para emprender el ansiado desarrollo económico de sus pueblos.