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Neoproteccionismo alimentario

Fuentes: La Jornada

Se viven los momentos necrófilos del fenecido modelo neoliberal (ver Bajo la Lupa, 30/3/08), cuyas esquelas empiezan a ser difundidas profusamente en el mundo entero. La Ronda Doha -el marco de negociación de la tambaleante Organización Mundial de Comercio (OMC) para la irrestricta liberalización agrícola, industrial, de servicios y códigos aduaneros-, iniciada dos meses después […]

Se viven los momentos necrófilos del fenecido modelo neoliberal (ver Bajo la Lupa, 30/3/08), cuyas esquelas empiezan a ser difundidas profusamente en el mundo entero.

La Ronda Doha -el marco de negociación de la tambaleante Organización Mundial de Comercio (OMC) para la irrestricta liberalización agrícola, industrial, de servicios y códigos aduaneros-, iniciada dos meses después de los atentados terroristas texanos con máscara islámica de Al-Qaeda y montaje hollywoodense, se había colapsado en 2003 en Cancún debido a la gallarda oposición del Grupo de los 20, países en vías desarrollo (liderado por el G-4: China, India, Brasil y Sudáfrica) frente a los flagrantes subsidios agrícolas de EU y la Unión Europa en beneficio de sus granjeros capitalistas.

John Ralston Saul, el solvente filósofo canadiense -quizá uno de los principales pensadores humanistas del continente americano-, había sentenciado que la detención de la ronda de Doha en Cancún exhibía uno de los signos irrefutables del Colapso de la globalización (título de su libro de 2005).

La dantesca crisis alimentaria global que ha golpeado a un mínimo de 33 países, de la confesión del disfuncional Banco Mundial que dirige el fundamentalista mercantilista Robert Zoellick, se encuentra en la intersección de otras dos crisis también globales: la crisis energética y el cambio climático que han contribuido directa o indirectamente en su eclosión y de las que se retroalimenta mutuamente.

Desde el alza del precio del transporte, pasando por las sequías de los países exportadores, hasta la demencial utilización de los alimentos básicos como biocombustibles en ciertos países, todo ha conspirado en haber profundizado la crisis alimentaria global que ha obligado a potencias neoeconómicas, como el RIC (Rusia,India y China), sumadas de potencias graneras como Argentina y Ucrania, para citar las más conspicuas, a tomar desesperadas medidas neoproteccionistas en nombre de la «seguridad alimenticia» con el fin de nutrir a sus habitantes en peligro de ser deliberadamente hambreados.

Las revueltas en los pletóricos países hambreados -desde Asia, África y el Caribe- no se han hecho esperar y se encuentran al borde la ingobernabilidad cuando todavía no acontece lo peor ni los precios han alcanzado su acmé, como advierte persuasiva y ominosamente el investigador alemán F. William Engdahl (ON LINE JOURNAL; Special Reports, 4/4/08): «un hongo letal, conocido como Ug99, que aniquila el trigo, probablemente se ha expandido a Pakistán desde África, de acuerdo a reportes que, en caso de ser ciertos, colocan bajo amenaza a la vital canasta asiática de pan, que incluye la región del Punjab».

¿Por qué Pakistán, el punto más inestable del planeta a juicio de los geostrategas rusos, además de poseer 523 kilómetros de transfrontera con China, hoy la superpotencia geoeconómica a vencer? A juicio de Engdahl, la «diseminación de esta raíz rancia, para la que no existe un fungicida efectivo, se genera cuando los inventarios mundiales de granos alcanzan su más bajo nivel en cuatro décadas y la producción de bioetanol subsidiado por los gobiernos, en especial EU, Brasil y la Unión Europea, han suplantado las tierras de producción alimentaria a una tasa alarmante». Nos ilustra que «el hongo letal ha sido utilizado por Monsanto y el gobierno estadunidense para expandir las semillas patentadas de OGM» (organismos genéticamente modificados»).

Detalla la letalidad del hongo sobre el trigo, así como sobre la avena y la cebada, cuando la infección de las plantas es absolutamente demoledora: alcanza 100 por ciento gracias al ingenio protectivo de Monsanto y el gobierno estadunidense. Aun sin la devastación del hongo letal Ug99, los pronósticos de la neomalthusiana FAO para este año proyectan una tendencia alarmante en el abastecimiento de los alimentos a escala global, que se debe, a su juicio, al incremento de la población y de los ingresos, pero más que nada al «veloz crecimiento de la industria de los biocombustibles», lo que ha elevado en forma dramática los precios de los alimentos «desde los cereales, azúcar, carne y productos lácteos».

A juicio de Engdahl, la crisis alimentaria global es «intencional», ya que cuesta trabajo entender que los mejores científicos del planeta radicados en EU y la Unión Europea que subsidian el «giro catastrófico» a los biocombustibles no se hayan percatado de sus letales consecuencias secundarias, sin contar todas las «falsedades» sobre sus supuestas bondades, científicamente insostenibles, como «ser menos dañinos al medio ambiente que el petróleo». Todo lo contrario: los biocombustibles resultaron más contaminantes que lo publicitado engañosamente. A ver si el «mercado neoliberal» propone a los humanos digerir motores de vehículos para paliar el hambre mundial.

Pareciera que existe una maligna geopolítica de los granos básicos que constituye el andamiaje para su diseminación selectiva: «Las primeras cepas de Ug99 fueron detectadas en Uganda (Nota: de allí el sufijo «Ug») en 1999. Se diseminó a Kenia en 2001, a Etiopía en 2003 y a Yemen en 2007, cuando el ciclón Gonu difundió sus esporas. Ahora el virus letal ha sido hallado en Irán (¡súper sic!) y de acuerdo a los científicos británicos (sic) puede encontrarse tan lejos como Pakistán». Rememora que «Pakistán e India representan 20 por ciento de la producción anual de trigo mundial» y donde habitan casi mil 200 millones de seres humanos, es decir, 20 por ciento de la población mundial. La tesis nodal de Engdahl, que explaya ampliamente en su libro Semillas de destrucción, es que detrás de la «intencional» crisis alimentaria global se encuentra el gran negocio de los OGM que encabeza la maligna trasnacional estadunidense Monsanto con el fin de obligar a cambiar el hábito gastronómico de la mitad de la población mundial y así controlarla mejor.

Las calamidades inducidas por Monsanto han sido tales que ciudadanos estadunidenses conscientes de EU han creado Monsanto Watch para monitorear sus andanzas y hazañas globales. Será el sereno, pura coincidencia, o paranoia geopolítica, pero llama la atención que la contaminación del hongo letal Ug99 se calque perfectamente al «creciente de la crisis» de Zbigniew Brzezinski, al «arco de la crisis» de George Soros y a los esquemas de hambruna neomalthusiana ideados por Alfred Heinz (alias Henry) Kissinger en la década de los 70. Lo real es que ya empezó la «guerra alimentaria global» como parte de la «guerra multidimensional» israelí-anglosajona detonada el 11 de septiembre de 2001.