La periodista Filipina Carmela Cruz entrevistó al Premio Nóbel de Economía Joseph Stglitz para la revista norteamericana de izquierda Foreogn Policy Focus. Stiglitz contribuyó a crear una nueva rama de la economía: «la economía de la información», destinada a analizar las consecuencias de las asimetrías informativas. En el año 2001 recibió el Premio Nóbel de […]
La periodista Filipina Carmela Cruz entrevistó al Premio Nóbel de Economía Joseph Stglitz para la revista norteamericana de izquierda Foreogn Policy Focus.
Stiglitz contribuyó a crear una nueva rama de la economía: «la economía de la información», destinada a analizar las consecuencias de las asimetrías informativas. En el año 2001 recibió el Premio Nóbel de economía por sus trabajos sobre mercados con información asimétrica.
Sus libros Globalization and Its Discontents y Making Globalization Work tuvieron una amplia recepción. Su ultimo libro, The Three Trillion Dollar War (La Guerra de los tres billones de dólares), publicado en marzo de 2008, analiza los costos de la Guerra de los EEUU en Irak, pero no sólo para los EEUU sino para el mundo entero, y propone una estrategia para la retirada de las tropas norteamericanas.
En una entrevista con Carmela Cruz, Stiglitz compartió sus ideas sobre la recesión en los EEUU y sus consecuencias globales, los ciclos económicos burbuja/estallido de las últimas tres décadas, las «limitaciones de los mecanismos de mercado», la necesidad de encontrar formas de medir la calidad de vida de las personas distintas -y mejores- que la métrica del PIB y algunos temas de su último libro.
Carmela Cruz: ¿Los EEUU están actualmente en recesión? ¿Esa recesión podría arrastrar al resto del mundo, o algunos países se salvarían y, posiblemente, se produciría una reestructuración del orden económico global?
Joseph Stiglitz: Todo contado, los EEUU están pasando por una gran ralentización, muy probablemente una recesión. Es factible que se trate del peor bajón del último cuarto de siglo, mucho más serio que unas simples medidas correctivas. La crisis afecta al sistema financiero, que es el corazón de la economía.
Si bien el crecimiento de China e India significa que el mundo podría no ser tan dependiente del crecimiento de los EEUU, Norteamérica es todavía la economía más grande del mundo. Una caída de EEUU afectará a todos los países y, por supuesto, a algunos más que a otros. Los países que, como México, son muy dependientes de EEUU para sus exportaciones serán los más afectados.
La caída será otra de las señales del cambio del orden económico global. El mundo ya se está desplazando desde la dependencia del dólar como moneda de reserva, especialmente desde que el dólar ha revelado ser una forma muy pobre de preservar el valor. Que los íconos de EEUU Merril Lynch y Citibank tengan que acudir a fondos soberanos estatales extranjeros para su rescate es mucho más que un mero símbolo.
Cruz: El Congreso de los EEUU aprobó un paquete de estímulo económico de $152 miles de millones para mitigar el impacto de la recesión. ¿Funcionará? ¿con qué costos? ¿cuánto más podrá la Reserva Federal cortar los tipos de interés?
Stiglitz: El paquete de estímulos fue muy exiguo, llegó tarde y estaba mal diseñado. Sí, estimulará la economía, pero no lo suficiente para impedir una gran ralentización. No se diseñó para maximizar el efecto de la intervención pública, el estímulo por dólar del gasto de déficit. Por ejemplo, hubiera sido mucho mejor aumentar el seguro de desempleo. Tampoco estuvo diseñado para enfrentar los problemas a largo plazo de Norteamérica. Después de todo, el bajo consumo familiar no es un gran problema en los EEUU. Y muchos hogares fuertemente endeudados usarán el dinero para cancelar sus pesadas deudas.
Uno de los problemas es que los excesos de deuda y de déficit dificultan el diseño de un paquete de estímulos adecuado.
Cruz: En los últimos treinta años, al menos 100 crisis financieras han hecho estragos en el mundo, todas ellas precedidas de un ciclo de boom y estallido de burbuja. ¿Tan ineptos han sido los bancos privados, los bancos centrales y las instituciones financieras como para no haber podido evitar unos desastres que habrían podido predecir, en algunos casos, años antes de que ocurrieran? ¿Es posible poner fin a este ciclo sin desafiar seriamente los límites impuestos por el capitalismo?
Stiglitz: Durante años los expertos predijeron este bajón. Todavía hoy, los sistemas de gestión del riesgo que emplean los bancos y las agencias de crédito no alcanzan a reconocer los problemas profundos y esenciales. Esto sugiere que, a pesar de todos los avances en las técnicas de gestión del riesgo, el mecanismo del mercado ciertamente tiene limitaciones que producen booms y estallidos de burbuja a lo largo de la historia del capitalismo
Cruz: En su libro, Making Globalization Work, las soluciones preferidas para problemas como cambio climático, la pobreza, los desequilibrios comerciales y la inestabilidad financiera pasan por un esfuerzo de concertación valiente entre las naciones. Esto incluye un impuesto uniforme para las emisiones de gases tóxicos, y un mayor control de las actuales instituciones internacionales, como el FMI, o la creación de nuevas instituciones, como un Sistema de Reserva Mundial. Sus críticos señalan que esto es utópico e inalcanzable, dadas las actuales asimetrías e injusticias. Ciertamente, para que los gobiernos nacionales y las instituciones internacionales estén preparados para un mundo globalizado más equitativo, es necesario que estén ancladas en una simetría estable entre la libertad individual y la responsabilidad. ¿No entrañaría esto revertir la globalización, más que rediseñarla, que es lo que usted. ha propuesto?
Stiglitz: En mi libro Making Globalization Work, presenté una agenda amplia y no simplemente una idea sobre la orientación que teníamos que tomar; pasos concretos a dar en lo inmediato, que al menos harían que la globalización funcionara mejor. Cuando diseñaba esta agenda programática, yo era perfectamente consciente de las distintas fuerzas que han inhibido el cambio -incluidos quienes se han beneficiado del sistema actual-, y fui particularmente cuidadoso a la hora de identificar aquellas reformas mediante las cuales todos los individuos, o al menos, la gran mayoría, resultarían ganadores.
Cruz: ¿Cómo afectaría un proteccionismo mayor de los EEUU – resultante de los problemas económicos actuales- a la promoción de la globalización?
Stiglitz: Siempre hubo un ingrediente de hipocresía en la política comercial norteamericana y en su retórica. Los acuerdos de libre comercio deberían llamarse con mayor exactitud acuerdos dirigidos de comercio. Los representantes del comercio norteamericano con frecuencia han ignorado los efectos adversos de los acuerdos comerciales en muchos de los países en desarrollo. Hoy se ha comenzado a hablar del descenso del nivel de vida, y no solo de quienes están más abajo sino también en el medio, personas cuyos intereses han sido virtualmente ignorados por la administración Bush. Y esto hace que las reformas en la globalización del comercio del tipo de las que hablo en mi libro resulten imperativas.
Cruz: Usted. ha elogiado el éxito económico del Este Asiático, a pesar de los bajos niveles de reconocimiento de derechos humanos en algunos países. Pero, como economista del Banco Mundial, hablaba de que la lucha contra la corrupción era un ingrediente fundamental para el desarrollo, y en su disertación en la entrega del Premio Novel citó las ideas de John Maynard Keynes sobre las decisivas influencias de la economía y la filosofía política en la estructuración del mundo. ¿Estaba Ud. preparado para reconocer el imperativo moral de no solamente elevar la economía, sino también la vida de las personas?
Stiglitz: Siempre he dicho que el éxito es algo más que el aumento del PIB, y que perseguir de manera implacable el aumento del PIB, de hecho, puede llevar a largo plazo a bajar el nivel de vida. En este momento soy el encargado de la Comisión de Medición del Rendimiento Económico y el Progreso Social que creó el Presidente de Francia con miembros de todo el mundo. Lo que medimos afecta aquello que hacemos. No sólo existe el imperativo moral de aumentar el PIB, sino también de elevar el nivel de vida, y necesitamos mejores métodos para medir nuestro éxito en alcanzar esos objetivos.
Cruz: ¿De qué trata su ultimo libro?
Stiglitz: Mi ultimo libro, The Three Trillion Dollar War: The True Costs of the Iraq Conflict, escrito en colaboración con Linda Bilmes de la Kennedy School, Universidad de Harvard, muestra justamente lo costosa que ha sido esta Guerra equivocada. Ahora mismo es la segunda guerra en cuanto a su duración, y la segunda más costosa en la historia de los EEUU. ¡Más costosa incluso que la Primera Guerra mundial, luego de ajustar los costos de acuerdo a la inflación! Hemos calculado los costos para el Presupuesto y para la economía Norteamericana. Pero los costos, tal como los hemos evaluado, van mucho más allá. Hay costos para la economía global, y están los perjuicios generados en Irak. También costos en la seguridad norteamericana. Mientras nos ocupábamos de las armas de destrucción masiva inexistentes en Irak, se sumó otro país al Club nuclear; mientras nos ocupábamos de un país que no tuvo conexión con el 11/9, las cosas empeoraban en Afganistán, un país que sí la tuvo. Norteamérica es hoy menos segura, y nuestras fuerzas armadas -agotadas, luego de cinco años de combate- están en peor situación para enfrentarse a las amenazas que podamos sufrir en un futuro.
El libro concluye con una serie de recomendaciones políticas: cómo prevenir, o al menos hacer menos probables, los problemas que hemos detectado. Por ejemplo, ninguna nación debería depender de apropiaciones de emergencia durante cinco años de guerra. Norteamérica ha engañado a sus tropas y a los veteranos que han retornado: una política miope que no sólo es inmoral, sino que es también costosa. En el libro presentamos reformas concretas para terminar con esos abusos. Y lo que es más importante, hemos diseñado un marco para pensar una estrategia exitosa. La administración Bush reflexionómuy poco antes de embarcarse en esta aventura mal concebida.