La imposibilidad de explicar, mediante análisis mínimamente lógicos, las razones para mantener la ocupación de Irak obliga a realizar periódicos ejercicios de «originalidad». El último de ellos trata de cuantificar el número de mujeres iraquíes dispuestas a inmolarse como suicidas. Se da cuenta de que los ataques de este tipo llevados a cabo por mujeres […]
La imposibilidad de explicar, mediante análisis mínimamente lógicos, las razones para mantener la ocupación de Irak obliga a realizar periódicos ejercicios de «originalidad». El último de ellos trata de cuantificar el número de mujeres iraquíes dispuestas a inmolarse como suicidas. Se da cuenta de que los ataques de este tipo llevados a cabo por mujeres iraquíes este año son ya más numerosos que los cometidos en los últimos cinco años. Y se ofrece, de añadido, el vaticinio de que se seguirán prodigando estos atentados «a cargo de mujeres». Algo que parece bastante probable si sigue la ocupación del país árabe.
Las mujeres iraquíes han sido las grandes perdedoras de las guerras lanzadas por EEUU contra su país, y particularmente de la operación bélica para defenestrar a su antiguo aliado Sadam Hussein. De estar en la primera línea de la sociedad de un país rico y emergente en la región, han pasado a ser relegadas a un segundo plano, cuando no condenadas directamente a retomar prácticas sociales que creían superadas. Entre otras cuestiones, el progresivo protagonismo del poder religioso en la escena pública guiada por los invasores no es ajeno a esa pérdida progresiva de derechos y a la invisibilización de millones de mujeres que, hace sólo unas décadas, ejercían una labor pionera en todo Oriente Medio. El Irak que EEUU y sus aliados «liberaron de la cruel dictadura de Sadam» es hoy un país desangrado, en el que a las mujeres se les pretende otorgar un papel pasivo, retratándolas en exclusiva como madres, viudas, hijas o hermanas de quienes mueren o matan en la larga lucha contra la invasión. Es decir, las autoridades establecidas en Irak bajo la protección de Estados Unidos quieren a las iraquíes como víctimas, nunca como agentes activas de su destino.
Sólo desde esa lectura anclada en la discriminación, el prejuicio y el desprecio a la reconstrucción de Irak como un país de mujeres y hombres libres se entienden las interpretaciones sobre mujeres «utilizadas» como suicidas para burlar las medidas de seguridad.