La crisis económica que atraviesa España ha permitido, entre otras cosas, poner de manifiesto la perseverancia y continuidad de la que goza el discurso neoliberal y su recetario en nuestro país. A nadie debe escapársele que toda crisis implica la necesidad tanto de hacer un diagnóstico de sus causas como de articular medidas para tratar […]
La crisis económica que atraviesa España ha permitido, entre otras cosas, poner de manifiesto la perseverancia y continuidad de la que goza el discurso neoliberal y su recetario en nuestro país.
A nadie debe escapársele que toda crisis implica la necesidad tanto de hacer un diagnóstico de sus causas como de articular medidas para tratar de superarla cuanto antes. En ese sentido, la analogía con el mundo de la medicina es casi perfecta: el médico deberá diagnosticar adecuadamente la enfermedad y, a continuación, recetar los medicamentos más adecuados para sanar al paciente.
En el caso de la economía las cosas no parecen ser tan evidentes. Siempre me ha causado sorpresa cómo, a pesar de que las razones de las crisis de nuestra economía desde la llegada de la democracia han sido de lo más diversas, las recetas suelen ser siempre las mismas. Es como si el médico recetara el mismo medicamento para una tuberculosis que para una sífilis. Si nadie otorgaría ni el más mínimo grado de fiabilidad a un médico que actuara de esa manera, entonces, ¿por qué se la otorgamos a los economistas?
Basta con recorrer las hemerotecas y ver cómo, ante cada crisis, el recetario es idéntico: flexibilidad laboral, contención salarial, privatización del sistema de pensiones, liberalización de los sectores estratégicos de la economía y pare usted de contar.
Evidentemente, quienes promueven estas medidas son también siempre los mismos sectores: el empresarial, evidentemente, y, con especial potencia, el sector bancario y financiero. Son ellos también, y como se viene demostrando, los mayores beneficiarios de su perseverancia. Basta, para comprobarlo, con ver la evolución de la distribución funcional de la renta durante los últimos años para apreciar el retroceso de la masa salarial frente a los beneficios empresariales.
Pues bien, para esta crisis, el presidente del gobierno invitó a la Moncloa a un grupo de esos economistas que vienen errando en sus predicciones desde que comenzaron a hacerlas y que, curiosamente, se encuentran todos relacionados con el sector empresarial, ninguno del ámbito académico (lo cual, dicho sea de paso, tampoco sería garantía de mucho).
Así que, esta vez, las recetas de siempre llegaron de primera mano y en la propia casa. Ya veremos cuánto tardan en presentarse los efectos.
Alberto Montero ([email protected]) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga. Puedes ver otros textos suyos en su blog La Otra Economía.