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Un año después de la crisis del crédito

Fuentes: El Militante

Ha pasado un año desde que comenzó la gran crisis global del crédito. El 6 de agosto de 2007 el segundo prestamista hipotecario más grande de EEUU, el American Home Mortgage Investment Corp, entró en bancarrota. Tres días después, el banco más grande Francia, el BNP-Paribas, anunció que congelaba la amortización de tres de sus […]

Ha pasado un año desde que comenzó la gran crisis global del crédito. El 6 de agosto de 2007 el segundo prestamista hipotecario más grande de EEUU, el American Home Mortgage Investment Corp, entró en bancarrota. Tres días después, el banco más grande Francia, el BNP-Paribas, anunció que congelaba la amortización de tres de sus fondos de inversión en hipotecas subprime. Inmediatamente, el Banco Central Europeo anunciaba una inyección de 75.000 millones de euros en el sistema financiero. Sólo unos días después, la Reserva Federal norteamericana anunciaba una reducción de 50 puntos base en los intereses de sus fondos e inyectaba liquidez extra al sistema. ¡La crisis del crédito había comenzado!

Ha pasado un año y este terremoto del sistema financiero global ha dejado bancos, aseguradoras, fondos de pensiones y municipales, fondos de alto riesgo y empresas de capital privado tambaleándose y cayendo. El daño colateral ha sido inmenso y las ondas sísmicas aún se dejan sentir.

¿Cómo se llegó a esa situación? El desencadenante (pero no el arma) fue el colapso del mercado inmobiliario norteamericano y la debacle del llamado mercado hipotecario subprime. Como en muchos países del mundo anglosajón (EEUU, Gran Bretaña, Australia, Irlanda, Escandinavia, los estados bálticos) e incluso partes de Europa (España, Hungría, etc.,) se había producido un masivo boom de los precios inmobiliarios, particularmente después de la suave recesión económica en los países de la OCDE en 2001. Los precios inmobiliarios nunca habían subido tanto y tan rápido.

El crédito barato de los bancos y prestamistas hipotecarios permitió a los propietarios de inmuebles pedir mucho dinero prestado respaldado con el valor de sus casas. En determinado momento, según el gran gurú de las finanzas norteamericanas, Alan Greenspan, los propietarios estadounidenses cada año dedicaban 1 billón de dólares del «valor» de sus casas para gastar. Este proceso alimentó el consumo y el crecimiento económico, así como a la bolsa.

Pero todo se basaba en una mentira. No se estaban creando valores reales. En realidad, los propietarios norteamericanos y británicos no ahorraban nada. Las tasas de ahorro de las familias habían caído del 13 por ciento de los ingresos disponibles en los años noventa a tasas negativas en 2005.

La economía impulsada por el crédito se convirtió en una enorme burbuja que en algún momento tenía que estallar. Y lo hizo.

Finalmente los precios inmobiliarios llegaron a ser tan altos en EEUU que por primera vez los compradores ya no podían seguir el ritmo. Se les había animado y engatusado para que adquirieran hipotecas subprime, en realidad préstamos que no requerían depósitos, sin pruebas de ingresos ni pagos iniciales durante los primeros seis meses, etc., Estos préstamos se vendían a personas (con frecuencia con bajos ingresos en zonas pobres, mayoritariamente negros y hispanos) que pronto se dieron cuenta de que no podían hacer frente a los pagos. Al final, la burbuja inmobiliaria estalló, comenzó en 2006 y cobró ritmo hasta el colapso en el verano de 2007.

Fue entonces cuando los bancos y otras instituciones financieras se dieron cuenta de que tenían problemas. Habían cogido estos préstamos y los habían dividido para crear bonos o activos que se vendían una y otra vez alrededor del globo. El riesgo de impago de las hipotecas de este modo se extendió y «diversificó». En realidad, cuando estalló la burbuja inmobiliaria no sólo afectó a los prestadores de hipotecas sino también a todo tipo de inversores, grandes y pequeños.

Tomemos un caso. Irvine, California, era una comunidad planificada entre Los Ángeles y San Diego. Hace un año Irvine albergaba a 18 prestamistas subprime, incluido New Century Financial. Irvine se había convertido casi por casualidad en el centro de la industria subprime. Como el negocio de conceder hipotecas a los prestatarios más arriesgados aumentó rápidamente a mediados de la década, muchos altos ejecutivos de las empresas subprime se establecieron por cuenta propia abriendo negocios relacionados.

Pero la industria explotó más rápidamente de lo que creció. New Century se había convertido en el segundo prestamista subprime de EEUU. El pasado mes de abril entró en bancarrota y esencialmente paralizó sus operaciones un mes después. «Sinceramente, algunas personas aún están aquí sentadas con las mandíbulas desencajadas diciendo: ‘¿Cómo ha podido suceder?’ Y fue rápido!», esto es lo que decía Jacquie Ellies, alta ejecutiva de la Cámara de Comercio de Irvine. «Lo normal es que cuando tienes una caída sea un lento declive, pero no lo ocurrido aquí».

A finales de año casi 9.000 empleos subprime habían desaparecido en el Condado de Orange. Muchas de estas personas no han podido encontrar nuevos empleos. Los funcionarios económicos dicen que sólo es una parte del sufrimiento económico. Las empresas se suministros y servicios, restaurantes, imprentas y desarrolladores de software que dependían de los prestamistas para sus negocios también han tenido que recortar su personal.

Ellis contaba que un hotel de la ciudad había perdido un millón de dólares en sus reservas anuales debido al colapso subprime. Y las pequeñas empresas, como tiendas de trofeos locales que conseguían unas impresionantes ventas mensuales también han caído. «Todo el mundo estaba en la cumbre de la felicidad (…) Ahora de repente miras alrededor y piensas: ‘Joe, el del otro lado de la calle ha perdido su empleo’ o ‘Dios mío, Sally de la puerta de al lado perdió su empleo'».

Los residentes quieren saber cómo su estrecha comunidad de 18.000 habitantes ha podido hipotecar su futuro, construido sobre los ingresos procedentes de una planta hidroeléctrica en un fiordo cercano, debido a las oscuras artes de invertir en lugares lejanos.

En 2004, Narvik y otras tres ciudades próximas adquirieron un gran préstamo utilizando como aval los futuros ingresos energéticos. Invirtieron dinero, a través de Terra Securities, que ofrecía un beneficio mejor que las inversiones tradicionales, es decir, adquirieron hipotecas subprime norteamericanas. En junio de 2007, cuando comenzaron los problemas en este tipo de valores, Narvik cambió el dinero a una inversión aún más compleja de nuevo mediante Terra Securities.

A las pocas semanas, cuando se deterioró el mercado subprime, esta inversión cayó de valor y Narvik recibió una carta de Terra Securities, exigiendo un pago adicional de 2,8 millones de dólares. El investigador jefe del regulador financiero de Noruega, Eystein Kleven, dijo que los folletos en noruego de Terra Securities no mencionaban los factores de riesgo de este tipo de productos.

Ahora estas ciudades están embarcadas en un proceso legal contra la empresa noruega de inversiones. Alegan que los brokers de la empresa les engañaron, que no les advirtieron que este tipo de valores eran arriesgados y que no estaban garantizados si los precios del mercado caían por debajo de un determinado nivel.

Terra Group, que además es propietaria de 78 bancos de ahorros y sigue en los negocios, ha rechazado la petición de compensación a estas ciudades. El ministro de economía noruego, Kristin Halvorsen, ha descartado una intervención estatal y Citigroup, cerró uno de las inversoras en quiebra que Narvik compró, dijo que no tenían ninguna obligación legal.

Las inversiones representaban una cuarta parte del presupuesto nacional de Narvik que asciende a 163 millones de dólares, para cubrir estas pérdidas necesitaría pedir un préstamos a largo plazo que la ciudad sólo podría pagar recortando servicios.

Y no sólo pequeñas ciudades y ayuntamientos se han visto afectados. La gran burbuja de crédito estalló y con ella arrastró a algunos de los gigantes de las finanzas globales. En marzo, la Reserva Federal estadounidense tuvo que rescatar a la quinta inversora más grande Wall Street, Bear Stearns, cuando la empresa se enfrentaba a la bancarrota y con ella provocaría un colapso financiero importante. Como señaló Ben Bernanke, el responsable de la Fed: «Los efectos adversos no se habrían limitado al sistema financiero sino que se habrían dejado sentir ampliamente en la economía real a través de sus efectos en los valores de los activos y en la disponibilidad del crédito».

La Fed decidió proporcionar una financiación de emergencia Bear Stearns después de que las reservas en efectivo de la empresa se evaporaran en dos días. Al siguiente fin de semana la Fed convenció a JP Morgan que se hiciese cargo de la empresa pagando una fracción del valor de mercado de Bear Stearns.

Esta acción está muy lejos de los pronósticos de Bernanke cuando estalló la crisis del crédito el verano pasado. Después dijo que el estallido de la burbuja no costaría más de 50.000 millones de dólares y que sólo se producirían algunas quiebras de pequeños bancos regionales que habían invertido en valores inmobiliarios.

Cuando ahora revisamos el daño colateral, vemos que las perdidas bancarias globalmente (y no han terminado) ascienden a 500.000 millones de dólares, diez veces la previsión de Bernanke. Además, en EEUU más de 30 bancos regionales y prestamistas hipotecarios han quebrado, conocemos el caso de Northern Rock en Gran Bretaña, además del escándalo de 6.000 millones de dólares en la Societe Generale de Francia, y podríamos continuar.

Realmente, cualquier estimación razonable del daño financiero total pondría la cifra en más de 1 billón de dólares (datos del FMI) o incluso en 2 billones. Si se compara con el PIB mundial, aproximadamente 60 billones de dólares, hablamos del 3 por ciento del PIB mundial. Esa es una de las razones para que el próximo año se vea afectado el crecimiento global. Dado que el crecimiento económico global, incluidas economías que han crecido rápido como China e India, es de aproximadamente el 5 por ciento, eso significaría un crecimiento global inferior al 2,5 por ciento, cifra que según el FMI es necesaria para mantener el empleo y los ingresos en el mundo. Y en los países capitalistas más desarrollados: EEUU, Europa y Japón, el crecimiento económico probablemente será inferior al 1 por ciento o incluso negativo el año próximo.

Los datos de la economía de estas últimas semanas sugieren que las economías del G7 (el grupo de economías más desarrolladas y que incluye a EEUU, Gran Bretaña, Japón, Alemania, Francia, Italia y Canadá) están ya en recesión o muy cerca de ella. Otras economías desarrolladas o mercados emergentes (el resto de la zona euro, Nueva Zelanda, Islandia, Estonia, Letonia y algunas economías europeas del sureste) también están ya pisando el terreno de la recesión.

Y cuando este grupo de 20 economías entren en recesión, arrastrarán consigo a Brasil, Rusia, India y China, además de otras economías emergentes. Por ejemplo, un país como China, que incluso con una tasa de crecimiento del 10 por ciento y que ha tenido oficialmente miles de disturbios y protestas este año, necesita trasladar cada año a 15 millones de campesinos pobres al sector industrial moderno con salarios más altos para mantener la legitimidad de su régimen. Así que un crecimiento del 6 por ciento para China sería el equivalente a una recesión. Ahora parece que eso podría suceder para finales de este año o principios del próximo.

Al comienzo de este artículo dije que el colapso inmobiliarios y la debacle de las hipotecas subprime fue el desencadenante de la crisis crediticia. Pero no fue el detonante. El arma fue la naturaleza anárquica del sistema capitalista de producción. La munición fue el declive de la rentabilidad.

El capitalismo, contrariamente a las ideas de los apologistas capitalistas más tontos (normalmente al frente de gobiernos como George Bush o Gordon Brown, o al frente de los bancos centrales y financieras) no crece en una línea recta ascendente. La naturaleza de la producción para el beneficio privado con empresas, individuos o inversores compitiendo y jugando unos contra otros, lleva a un exceso de inversión ciega. El resultado es un despilfarro masivo de recursos y el perjuicio para la vida de las personas.

Las burbujas de crédito y los consiguientes pinchazos no son algo nuevo. Ocurren cuando cualquiera de los sectores productivos del capitalismo empieza a experimentar una desaceleración, es decir, una caída de la rentabilidad (tasa de beneficio). Entonces los capitalistas y financieros intentan compensar esta caída de los beneficios invirtiendo más en sectores menos productivos pero donde pueden conseguir beneficios más rápidos (bienes raíces, bolsa, arte, oro, etc.,).

Lo diferente en esta crisis crediticia es que ha implicado nuevas formas de extender el crédito más allá de la capacidad productiva del capitalismo. El préstamo bancario tradicional dio paso a préstamos que se convertían en nuevas formas de bonos y valores que se vendías como inversiones «seguras y rentables». El mercado global del crédito (incluidos préstamos, bonos y derivados) se expandió tres veces más rápido que el PIB mundial, 12 veces en sólo diez años.

Esta burbuja crediticia (la expansión del capital ficticio como lo denominaba Marx) es diferente porque ha sido más grande y global. El impacto también será más grande y global.

Cuando explotó el boom del crédito, la rentabilidad de los sectores productivos comenzó a bajar, particularmente después de 2005 (según mis datos). La respuesta fue una mayor extensión de la burbuja de crédito, pero como si fuera un yoyo, el crecimiento del crédito alcanzó un límite y ahora ha regresado a su lugar como si fuera una venganza.

La contracción del crédito cada día la experimentan muchas personas que intentan pedir una hipoteca para una casa, cuando piden dinero prestado para invertir en nuevo equipamiento o ampliar sus negocios, o simplemente para poder llegar a final de mes. Los bancos no prestarán y si lo hacen será a tipos de interés exorbitantes. Mientras los bancos congelan el crédito, las familias deben ahorrar, no gastar y las empresas deben contraerse no expandirse.

La crisis crediticia del último año significa una recesión económica global. Supone desahucios, bancarrotas, aumento del desempleo, caída de los ingresos reales y menos capacidad productiva. Esta es la sombría realidad del sistema capitalista de producción

Ahora todo hablan en los pasillos de gobierno y en las altas finanzas de que han aprendido las lecciones de la crisis, dicen que «regularán» y vigilarán» para garantizar que no ocurre de nuevo. No será igual. Pero como la noche sigue al día, si el capitalismo continúa como el sistema de organización humana, habrá más crisis y contracciones, incluso si las mentiras y excusas de los apologistas adoptan una forma diferente.

Acabaré con un pronóstico. Esta última recesión económica global será la más severa, quizás iguale a la de 1980-1982. Finalmente, el capitalismo global se recuperará, quizá a partir de 2010. Pero esta recesión no será la última antes de 2020. Habrá otra, quizá aún peor, antes de que termine la próxima década.