Esta crisis ocurre frente a un contexto de inestabilidad crítica en la región que alberga la mayor parte de las reservas energéticas del mundo, y en el momento en que Rusia recupera sus bríos de potencia nuclear. Estalla cuando el país que hace de cabeza del sistema financiero mundial, está a punto de efectuar un […]
Esta crisis ocurre frente a un contexto de inestabilidad crítica en la región que alberga la mayor parte de las reservas energéticas del mundo, y en el momento en que Rusia recupera sus bríos de potencia nuclear. Estalla cuando el país que hace de cabeza del sistema financiero mundial, está a punto de efectuar un cambio de rumbo político mayor, en el caso de una victoria de Barack Obama.
Claramente el desplome de este sistema financiero vino por otro lado, demostrando su autonomía respecto a la política, comprobando su autosuficiencia en relación al sistema productivo y alejado de los vaivenes de la geopolítica.
Sin embargo, los esfuerzos por rescatar el espacio económico dominado por el mercado del dinero y las bolsas en EEUU, para muchos hacen sonar los ecos de la crisis de 1930, que sí tuvo implicancias en las relaciones internacionales. Tras poco tiempo, el mundo vería como se descomponía en tensiones que llevarían a una conflagración de dimensiones inimaginables hoy.
Es así que la reconversión del sistema económico con una mayor intervención del estado, regresó bruscamente al tapete. Conversos prosistema, de pronto introducen frases para estar a tono, y que la dura realidad no los deje atrás. Se reabre una polémica, que ha estado cerrada desde que las economías adoptaron en la década de los años 80, la doctrina del monetarismo como la esencia ideológica para administrar el sistema.
Por una parte, están los que usan esta crisis para pronosticar la esperada fractura mayor en el sistema económico, y por derivada la catástrofe del sistema capitalista. Por la otra, los que defienden el sistema a ultranza. Como que el sistema compuesto por la rentabilidad del capital especulativo fuera inexpugnable. Plantean que lo que sucede, es esencialmente el resultado de prácticas inaceptables, y no fallas intrínsecas de un sistema basado en la especulación y marginalmente respaldado por el capital productivo.
Mientras EEUU intenta resolver un problema estrictamente de las reglas del ámbito interno, no obstante, las fallas tienen un impacto directo en la intersección con el sistema financiero global. El rescate de 700 mil millones de dólares en este sentido es unilateral.
Por esa unilateralidad, ahora se presenta la reacción del europeísmo, anclado en una tradición del estado regulador y de bienestar, y en la coyuntura se pierde de vista – especialmente hacia el público, un problema central. Este consiste en la política económica sustentada principalmente por la doctrina monetarista que toma cuerpo más agresivo con el ajuste estructural de las economías aplicado en los años 80. Hoy se da por sentado este ajuste y solamente se conversa del modelo neoliberal o del neoliberalismo, términos con los cuáles se desea definir todo, y que no explican los procesos.
Han pasado 25 años del inicio del ajuste, y se palpa que el fenómeno Margaret Thatcher de ajustar la economía con el levantamiento indiscriminado de las trabas regulatorias, no tuvo en Europa el impacto que tuvo el fenómeno Ronald Reagan en EEUU y el resto del hemisferio occidental.
Sobre la desregulación desatada por la primera administración del Presidente George W. Bush, con contribuciones del período previo del ex Presidente Bill Clinton en 1999 (The Glass-Steagall Act), hay una frecuente polémica. Están los que sostienen que estas intervenciones para desregular no son la causa de la actual crisis, sino que por el contrario, sin ellas ésta habría sido peor. Piensan que las causas subyacentes residen en una política negligente en los préstamos al público (Weekly Standard Blog). Al otro lado, están los que de plano encuentran que el libre mercado en el sistema financiero no se autorregula y que fiscalización y establecimiento de reglas son necesarios.
La repetida contención al alza en las tasas de interés por la Reserva Federal de EEUU y nuevas inyecciones de «liquidez fresca» en el mercado del dinero efectuadas en 2007 y 2008, confirmaron que el sector productivo mantenía sus limitaciones para generar liquidez en forma fluida. La estampida del sector rural agrario durante los años 80 y 90 es un ejemplo. Lo que impacta es la lenta restitución de ingresos proveniente de la rentabilidad del capital productivo: sector manufacturero de bienes y servicios, explotación de recursos físicos, y tecnología, especialmente. Es decir, aún contando con el despegue asiático, el marcado desnivel entre especulación y economía global, en cuanto al «producto», repercute en el circuito básico integrado por costo, ingreso, beneficio y producción.
El capital especulativo apoyado por una economía política sustentada en el monetarismo como doctrina, detracta los principios más básicos de la economía, al distorsionar el ámbito financiero de este circuito básico.
Por encima de esto hay algo más grave cuando repunten las bolsas con el monto de 700 mil millones de US Dólares. El debate sobre las respuestas políticas para contener la demanda social respecto al actual sistema, es discontinuo y fragmentado en la población. Esto es válido para la parte desarrollada como la subdesarrollada del mundo.
El condicionamiento europeo al paquete de rescate en EEUU, es un aviso político para enfrentar una agenda más realista para el largo plazo.
La discusión del rol del estado está abierta y la llamada de urgencia vino del lado más inesperado: del sistema financiero que se olvidó e inclusive ironizó con su propia existencia. Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, pudieron ser elegidos «haciéndole un guiño» a la presión popular de mantener algún remanente del estado de bienestar.
Por eso es que la consistencia republicana en EEUU para restarse en el apoyo al rescate es irredimible y es hasta respetable. Es difícil echar pié atrás, con un sistema de bienestar que costó tanto desmantelar. Tal vez mucho más que 700 mil millones de dólares.
La legión de admiradores (as) del sistema financiero que quebró, es la que domina la elite política, tanto en Europa como en EEUU. La utopía de un cambio de sistema se enfrenta a la quimera del dinero en desigualdad de condiciones. Por mucho que haya quebrado un sistema descontrolado, sus claves siguen prevaleciendo.