Traducción de Manuel Talens. Prólogo y epílogo de Pedro Prieto y Manuel Talens.
Prólogo: La falacia del rescate económico
El artículo cuya traducción al castellano hoy presentamos aquí data del 30 de abril de 2007. Su autora, Gail the Actuary (pseudónimo de la actuaria Gail Tverberg), lo publicó en el sitio web The Oil Drum, a nuestro juicio el mejor y más profesional de entre todos los que se dedican al estudio del agotamiento gradual de los combustibles fósiles y nucleares en el planeta y a su probable impacto sobre el sistema económico global. La clarividencia de su contenido fue tal que, a la luz de la crisis financiera que hoy recorre el mundo como un fantasma, The Oil Drum acaba de resucitarlo para recordarnos sus postulados [1].
Hace ya años que centenares de científicos llevan advirtiendo en sitios como ASPO, Crisis Energética y el propio The Oil Drum que el crecimiento capitalista es insostenible y tiene los días contados, pero la elite económica que controla el mundo suele acoger sus advertencias entre risas y descalificaciones apriorísticas, con el sonsonete de que «si siempre se ha crecido, siempre se podrá seguir creciendo».
El cenit del petróleo
Pero no. La llegada del cenit del petróleo (y la del gas poco después) están a la vuelta de la esquina. El cenit del petróleo, lo recordaremos ahora, es el momento preciso en que las extracciones del subsuelo alcanzan su máximo posible, tras lo cual se inicia la cuesta abajo hasta llegar al agotamiento [2]. Para la ASPO, el cenit ha llegado o llegará en algún instante entre 2006 y 2010 y, a partir de ahí, la producción decrecerá entre un 4% y un 6% anual [3]. Otros, más positivistas (como la Agencia Internacional de la Energía y el U.S. Geological Survey), creen que no sucederá hasta la década de 2020, es decir, mañana en términos históricos.
El capitalismo, eso que el presidente español Rodríguez Zapatero llama estos días «sistema financiero» sin atreverse a pronunciar su verdadero nombre, necesita crecer para seguir existiendo, pero el crecimiento exige energía y ésta empieza a escasear. La energía fósil -exosomática, de uso intensivo y crecimiento ilimitado durante el siglo XX- es, por así decirlo, la herramienta del capitalismo para afianzar su dominio y expoliar a la humanidad y sus recursos sin tasa ni medida. Sin ella está condenado a morir. Sin ella, los actuales esfuerzos concertados de los países más rapaces para insuflar dinero en un sistema que empieza a dar síntomas de flaqueza, son y serán inútiles.
Y por más que algunos sueñen con la quimera del hidrógeno y otras energías renovables, no existe en el mundo un combustible capaz de reemplazar en tiempo y forma al petróleo en versatilidad, densidad energética por volumen y facilidad de transporte y almacenamiento. A menos energía fósil, menos producción de bienes y servicios. A menos bienes y servicios, menos capitalismo. El sistema avanza inexorablemente hacia el colapso. El enfermo no tiene salvación.
Gail the Actuary ya detalló esto en su artículo de 2007 que ofrecemos al lector tras este prólogo. En el punto 4 y posteriores del apartado ¿Que pasará si no encontramos soluciones tecnológicas?, describió punto por punto lo que acaba de ocurrir ahora y emite hipótesis de lo que podría ocurrir a continuación. No se trata de quiromancia, sino de matemáticas elementales aplicadas con sentido común: el mundo en que vivimos corre al desastre porque es como un obeso a quien de pronto se le acaba su ración diaria.
Y como no existen -ni existirán- esas soluciones tecnológicas de su pregunta, todo el circo actual de inyecciones económicas en el sistema bancario es pura falacia, retórica hueca, castillo de naipes. Lo que resta de este prólogo está dedicado a deconstruir dichas mentiras.
El truco de la plusvalía y el dinero virtual
Con precisión matemática, ya descrita por Marx, el capitalismo ha organizado sus servicios financieros para que los préstamos -de los que obtiene la plusvalía que hasta ahora le ha permitido reinvertir y seguir creciendo- se le devuelvan con intereses. Así, los ciudadanos y los gobiernos del mundo se han ido endeudando con los poderes financieros. Antes, los ciudadanos empezaron debiendo la mitad de su esfuerzo humano laboral de 10 años para poder adquirir un techo cuyo valor material, en contrapartida, era de uno o dos años de esfuerzo humano equivalente (la diferencia es la plusvalía).
Pero en los últimos tiempos de neoliberalismo esos mismos ciudadanos han tenido que ofrecer por adelantado la mitad de 25 años de su vida laboral para poder cobijarse bajo el mismo techo, lo cual es un claro aumento de la explotación. Frente a ellos, en el otro lado de la mesa de despacho, alguien se apropiaba HOY de esa deuda y acumulaba un capital virtual que representaba el sudor humano producido hasta 2030. En Estados Unidos, el desajuste llegó a tal extremo que empezaron a concederse créditos a 50 años. El capitalista, por su parte, reinvertía de inmediato esa deuda futura en el juego multiplicador de los circuitos financieros.
El mecanismo funcionaba igual entre países pobres y ricos. A mayor cantidad de intercambios (materias primas y recursos en un sentido, bienes manufacturados en el otro), el desequilibrio de la plusvalía entre ricos y pobres iba creciendo. Y, entre tanto, al igual que el rey de los cuentos infantiles, el capitalismo se paseaba desnudo, vestido con dinero inexistente, mientras todos alababan sus lujosos ropajes neoliberales y su eficaz economía de mercado.
Hasta que alguien vio en algún momento que un crédito concedido a 50 años a una persona de 60 quizá no tuviese camino de regreso. Alguien calculó que quizá no se podía exigir a un país que empeñase todos sus recursos durante un siglo para pagar las deudas del siglo anterior. Alguien intuyó que eso podía no ser real. Alguien vio que si la economía -con la ayuda imprescindible de una energía fósil todavía en aumento- acrecentaba las producciones de bienes y servicios entre un 2% y un 3% anual (que ya es una enormidad, pues a ese ritmo se duplica la producción cada 25 o 30 años) y si las jugadas financieras de casino permitían multiplicar el capital a una cadencia del 12% anual, en realidad se estaba generando un dinero que no se correspondía con el mundo real. La brecha entre la cantidad existente de bienes materiales y el dinero circulante se iba agrandando.
¿Y por qué (casi) nadie dijo nada? Hay dos razones principales. La primera es que si había papel moneda circulando cuyo valor era diez veces superior al de los bienes y servicios realmente existentes era porque nunca se intentaba comprar la totalidad de dichos bienes al mismo tiempo. Hubiera bastado con que Bill Gates y unos cuantos miles más de capitalistas decidiesen materializar sus miles de millones virtuales adquiriendo el mundo para que se hubiesen dado cuenta de que no existía mundo suficiente.
El mismo principio se aplica a los pequeños ahorradores. Quien tiene un depósito de 100.000 euros puede, si así lo desea, comprarse un terreno en su pueblo sin problema alguno. Pero si, de repente, alguien grita «¡el rey está desnudo, el dinero no vale nada, hay que materializarlo!» y todos corren a los bancos, sucede lo que ha sucedido: que el truco de la plusvalía y el dinero virtual se viene abajo. El corralito argentino hoy es global. Ese rey llamado capitalismo está verdaderamente desnudo, su dinero no vale nada y, sin embargo, sus representantes en los gobiernos del mundo siguen jurando que está vestido con hermosos ropajes.
La segunda razón es que el capitalismo ha puesto a los ciudadanos a jugar también en el casino. El jubilado occidental que coloca en un banco su fondo de pensión exige que le rinda lo más posible, y ese lo más posible está muy por encima del crecimiento real de los bienes y servicios globales. Pero al ciudadano no le importa en absoluto qué es lo que hace ese banco con su fondo de pensión. Quiere plusvalía.
¿Y qué hace ese banco con su fondo de pensión? Muy sencillo, coloca el dinero para explotar a otros, obtener más porcentaje del que le ofrece al ciudadano y quedarse con una parte de la plusvalía. Matemáticas elementales.
El ciudadano de a pie, muy alienado por el sistema, vive así en una situación esquizofrénica. Cuando se pone la gorra de inversor, exige el mayor interés bancario para su dinero y con el menor riesgo posible. Quiero ese 15% que prometen, dice. Pero si se cambia de gorra y entra al mismo banco como solicitante de crédito, pone el grito en el cielo cuando le exigen avales y un interés del 8%. ¡Ladrones!, exclama, y no se da cuenta de la contradicción en que vive ni percibe el lado oscuro de este capitalismo popular, de casino, en el que todos juegan a ganar, cuando todo el mundo sabe que en la ruleta sólo gana la banca.
Los principales responsables, sin duda, son los grandes capitalistas que impusieron el sistema; tras ellos, los gobiernos peleles del capital. Pero también muchos ciudadanos, sobre todo en los países occidentales, que han jugado con sus ahorros a este malévolo juego.
Ya lo dijo Chomsky, nueve de cada diez dólares que circulan por el mundo son especulativos, virtuales, no existen fuera del papel moneda, nada los respalda.
Los economistas de la tierra plana
La tierra es una esfera y desde Magallanes se sabe que si uno avanza en línea recta sobre su superficie terminará por regresar al punto de partida. La energía fósil que yace en su interior es, pues, limitada, finita. Cuando se termine, ya no habrá más. Sin embargo, las universidades y los medios de comunicación desbordan de economistas que siguen basando sus cálculos y predicciones en un mundo de energía ilimitada, infinita, capaz de alimentar un crédito también infinito. Por muy absurdo que parezca, mentalmente consideran que la tierra es como antes de Magallanes, plana, sin fin, lo cual capacita al ser humano a ir siempre más lejos en busca de más recursos. Son los denominados «economistas de la tierra plana».
Quienes no creemos en la multiplicación de los panes y los peces ni entramos en el juego ilógico de los economistas de la tierra plana, que estos días monopolizan los medios a todas horas, sabíamos que el sistema iba a explotar, lo habíamos dicho por escrito. Cayó el mercado y quienes llevábamos años proponiendo -sin que nadie nos hiciese caso- el decrecimiento programado, socialmente responsable, voluntario, consciente y lo más ordenado posible, seguimos siendo marginados por un crash course de capitalismo financiero, una clase magistral de explotación que ha obligado a decrecer un 30% a todo el mundo en apenas tres semanas. ¿Y cual es el castigo que se les impone a los responsables del desastre? Más dinero virtual a su alcance, es decir, la huida hacia adelante.
Veamos lo que ocurre en España: Rodríguez Zapatero jura con pompa el viernes pasado que el sistema financiero español es sólido como una roca; luego, viaja a París, donde se reúne con los demás líderes europeos; regresa el lunes y dice que es imprescindible inyectar cientos de miles de millones de euros en nuestros bancos. Y a nadie, a ninguno de los economistas de la tierra plana, parece sorprenderle tamaño disparate.
Tampoco nadie parece preguntarse de dónde va a salir el billón y medio de euros «inyectados» por Europa para estabilizar el sistema. Todos, a empezar por los ministros de economía -que no saben ni de lo que hablan o sí lo saben y mienten- y siguiendo por los «expertos» que pululan por doquier, recitan su letanía como frailes de antaño: Avales o Auxilium christianorum, ora pro nobis; garantías o Turris Eburnea, ora pro nobis; mercado interbancario, ora pro nobis; seguridad y confianza o Virgo prudentissima, ora pro nobis; Mercado o Domus Aurea, ora pro nobis; operaciones intradía, ora pro nobis; futuros sobre tipos de interés, ora pro nobis; opciones sobre tipos de interés, ora pro nobis; Bolsa de Valores o Sedes sapientiæ ora pro nobis; Reserva Federal o Consolatrix afflictorum, ora pro nobis; productos derivados o Rosa mystica, ora pro nobis, etc. etc.. «El Estado garantiza…», dicen con voz solemne. ¿Y quién es el Estado? ¿Y qué es un aval o varios avales de más de un billón de euros? ¿Quién alimenta al Estado? De nuevo, impertérritos como siempre ante la realidad, embaucan a la gente con dinero virtual -basado en el sudor futuro de los contribuyentes- que ni existe todavía ni existirá, porque la crisis energética que se avecina tumbará antes el sistema que ellos pretenden salvar.
Pero entretanto han conseguido su objetivo: enterrar retóricamente el concepto de límites, de Non Plus Ultra. El sistema agoniza, pero ellos lo mantienen artificialmente en la unidad de cuidados intensivos, a la espera de que siga avanzando por inercia.
La crisis financiera es sólo la punta del iceberg de la crisis energética
Matt Simmons, un multimillonario radicado en Houston, asistió a la última conferencia de la ASPO en Sacramento (California) con una presentación titulada «El petróleo y el gas: el siguiente fundimiento» [4]. Simmons es presidente y dueño de la empresa Simmons & Company International, una de las mayores del mundo en asesoría financiera en asuntos relacionados con la energía. Fue asesor energético del gobierno de Bush, es republicano y, con estos credenciales, nada sospechoso de marxismo. Pero tiene de original que le ha dado por decir la verdad sobre lo que se nos viene encima.
Entre las cosas que cuenta, una de ellas es que hoy Estados Unidos tiene en los depósitos de sus 220 millones de vehículos unos 78 millones de barriles en gasolinas y diesel. Pero sus reservas estratégicas de estos líquidos combustibles refinados en los grandes depósitos del país más rico y potente del mundo son hoy de apenas 87 millones de barriles, el nivel más bajo desde 1969. Y asegura que la cosa es estructural, no coyuntural. Bastaría con un duro invierno en 2008-2009, con cualquier eventualidad, con un problema de suministro por accidente, guerra o sabotaje en el estrecho de Malaca o en el de Ormuz para que Estados Unidos y gran parte del mundo se quedasen, en una semana o dos, en un mes o dos, con la flota de transporte inmovilizada. Y eso, según Simmons, sucedería una semana antes de que los mercados de alimentos, que él denomina «Mercados Starbucks» (en referencia a los modelos de consumo ciego y con suministro just in time) se quedasen sin existencias para ofrecer lo básico a la ciudadanía.
Esto es lo que nuestros gobernantes y economistas de la tierra plana tratan de ocultar: que la crisis financiera sólo es la punta del iceberg, el efecto, no la causa del problema. Pues el problema hunde su raíz en el agotamiento del modelo tras la llegada al cenit o punto máximo del flujo del petróleo, que alimenta en más de un 90% a nuestra moderna sociedad capitalista.
Simmons debe estar loco, dirán muchos. Pero él responde que si hace apenas dos meses alguien le hubiese preguntado a Ben Bernacke, el presidente de la Reserva Federal usamericana (o a Zapatero o a Sarkozy o a Merckel por no ir más lejos, añadimos nosotros) que si el sistema podría desplomarse a esta velocidad, hubiese respondido con suficiencia: imposible, está usted loco, hay muchas garantías en el sistema. Simmons está convencido de que cuando la crisis energética afecte los puntos sensibles descritos aquí abajo por Gail the Actuary, la caída puede ser incluso más rápida, más dañina y más irreversible que el desplome financiero al que hemos asistido estas últimas semanas.
¿Cómo pudimos llegar hasta aquí, sesteando y creyendo las letanías de los economistas de la tierra plana? ¿Por qué seguimos consintiendo que tomen al asalto las televisiones públicas y privadas y monopolicen los espacios informativos con sus discursos falaces? ¿Habrá alguna vez, antes del Apocalipsis energético, debates sobre este urgente y trascendental asunto con economistas ecológicos, racionales, del mundo real y, por qué no, con ingenieros, geólogos, filósofos, poetas y ciudadanos dotados de sentido común?
Catarsis
Necesitamos con toda urgencia una catarsis y ésta no vendrá, por ejemplo, a través de los cientos de «inversores» que ahora protestan con pancartas ante el Banco de España para que éste los auxilie porque, dicen, ellos no sabían que sus fondos evaporados iban a ir a parar a Lehman Brothers. Fueron cómplices del sistema y el sistema los ha engañado.
No, la clase de catarsis que necesitamos es muy distinta. Harían falta millones de ciudadanos exigiendo ante la puerta de cada gobierno que admita de una vez por todas que el sistema está agotado y que, sin energía, el dinero virtual no hará crecer el trigo. Una catarsis que exigiese sangre, sudor y lágrimas, pero esta vez no para ganar una guerra, como en tiempos de Churchill, y luego seguir la senda de vino y rosas de país capitalista que exprime en beneficio propio a sus subordinados de la Commonwealth, sino para erradicar el capitalismo. Sería difícil y doloroso, pero más valdría que fuese voluntario y consciente en vez de impuesto por la realidad.
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Nuestro mundo es finito
Por Gail the Actuary
Todos sabemos que el mundo es finito. El número de átomos es finito y los átomos se combinan para formar un número finito de moléculas. Esta mezcla de moléculas puede cambiar a lo largo del tiempo, pero el número de moléculas es también finito.
Asimismo, todos sabemos que el crecimiento es algo fundamental en nuestra manera de vivir. Los negocios deben crecer. Cada día surgen nuevos negocios y se desarrollan nuevos proyectos. La población del mundo crece también, lo cual incrementa la utilización de los recursos.
Llegará un momento en que la utilización incesante de los recursos se dará de bruces con el hecho inevitable de que el mundo es finito. Hemos crecido pensando que el mundo es tan grande que nunca tendría límites, pero ahora estamos empezando a tropezar contra dichos límites.
¿Cuáles son los límites de la tierra? ¿Los estamos alcanzando?
1. Petróleo
Los combustibles fósiles son un recurso finito, puesto que dejaron de formarse hace miles de años. La producción de petróleo en una zona dada tiende a aumentar durante un tiempo y luego empieza a declinar, conforme el petróleo disponible se va extrayendo. La producción de petróleo en Estados Unidos ha seguido este modelo (Figura 1), al igual que la producción de petróleo en el Mar del Norte (Figura 2). Este declive ha tenido lugar a pesar de las mejoras tecnológicas.
Figura 1: La producción de petróleo en Estados Unidos está en declive desde 1970
Figura 2: La producción de petróleo en el Mar del Norte está en declive desde 1999
El mundo se enfrenta ahora al hecho inquietante de que la producción global de petróleo empezará a declinar (tras el denominado «cenit»), de la misma manera que lo hizo en Estados Unidos y el Mar del Norte. Ya me he ocupado previamente de este problema en mi artículo Oil Quiz – Test Your Knowledge [Cuestionario sobre el petróleo, ponga a prueba sus conocimientos]. Un comité del Congreso de Estados Unidos también se ocupó de este asunto y en sus conclusiones pidió que lo estudiase la Oficina de Responsabilidad [US Government Accountability Office]. El informe emitido por dicha oficina, titulado CRUDE OIL: Uncertainty about Future Supply Makes It Important to Develop a Strategy for Addressing a Peak and Decline in Oil Production [PETRÓLEO CRUDO: La incertidumbre sobre su disponibilidad futura exige la puesta a punto de una estrategia para afrontar el cenit y el declive de la producción de petróleo] confirmó que se trata de un asunto de la mayor importancia.
No es posible determinar con exactitud cuándo se iniciará el declive, pero muchos predicen que puede empezar en los próximos años.
2. Gas natural
El gas natural está asimismo alcanzando sus límites en América del Norte. La producción estadounidense de gas natural alcanzó su cenit en 1973. Cada año se perforan más pozos, pero el porcentaje de gas que produce cada uno de ellos disminuye. Esto ocurre porque en primer lugar se explotaron los mejores sitios y los que van quedando son más marginales. Estados Unidos cada vez importa más gas natural de Canadá, pero el gas también está alcanzando sus límites en ese país. Esto hace que la cantidad total de gas natural disponible en Estados Unidos empezará probablemente a disminuir en pocos años, dando lugar a problemas de escasez.
3. Agua dulce
El agua dulce, necesaria para beber y regar, también está alcanzando sus límites. La cantidad de agua procedente del deshielo está disminuyendo a causa del calentamiento global. Se está bombeando agua de los acuíferos en cantidades superiores a su reemplazamiento y las capas de agua adelgazan entre uno y tres metros al año en muchas zonas. Algunos ríos, sobre todo en China y en Australia, están casi secos por el desvío de sus cauces para la agricultura y por el calentamiento del clima. Las limitaciones de agua son muy importantes en el sudoeste de Estados Unidos y en las zonas más áridas de los estados centrales.
4. Tierra cultivable
La tierra cultivable, de la cual dependemos para la agricultura, tiene un ciclo geológico muy lento de formación, alrededor de 3 cm cada 300 a 500 años, dependiendo del lugar. La sobreexplotación de la agricultura actual la afecta en gran medida bajo la forma de erosión, pérdida de materia orgánica y degradación química. El riego frecuente a menudo da lugar a salinización. Los límites de la tierra cultivable se sobrepasan conforme la sociedad trata de alimentar cada vez a más gente y produce biocombustibles: se planta en zonas sometidas a erosión; se utilizan cada vez más fertilizantes, herbicidas y pesticidas y se eliminan los materiales orgánicos necesarios para la formación de la tierra.
¿Hay también impactos indirectos?
Además de agotar el petróleo, el gas natural, el agua dulce y la tierra cultivable, el uso intensivo de los recursos está dando lugar a la contaminación del aire y del agua, lo cual parece contribuir también al calentamiento global.
¿Puede la tecnología solucionar los problemas de un mundo finito?
La búsqueda de soluciones no ha tenido éxito alguno, pues al tratar de encontrar sustitutos lo único que hemos logrado es cambiar un problema por otro. Veamos esos sustitutos:
Etanol procedente del maíz
Los actuales métodos de producción requieren grandes cantidades de gas natural y agua dulce, cuya cantidad es escasa. Un aumento de la producción puede necesitar el uso de tierra ahora preservada por los programas de conservación de las reservas naturales, y ello debido a su tendencia a la erosión.
Petróleo procedente de arenas bituminosas y de esquistos
El petróleo procedente de arenas bituminosas requiere grandes cantidades de energía, que en la actualidad se derivan del gas natural, así como del agua dulce, y crea problemas de contaminación. El petróleo procedente de esquistos necesitará todavía más energía y agua dulce.
Carbón líquido y sustitución del gas natural por carbón
El «carbón limpio» y el proceso de fijación del dióxido de carbono en el carbón todavía no están disponibles comercialmente y se teme que sean muy caros si es que algún día llegan a utilizarse. La producción de carbón probablemente exacerbaría el calentamiento global y aumentaría la contaminación. Si se utiliza el carbón para reemplazar al petróleo y al gas natural es más que probable que se agote en pocas décadas, al igual que el gas natural y el petróleo.
Perforaciones profundas a la búsqueda de agua dulce
Las perforaciones de pozos más profundos requerirán más energía para poder bombear el agua. El agua de acuíferos que necesitan miles de años para llenarse también se agotará.
Existen diversas y prometedoras tecnologías -entre ellas las energías solar, eólica, de las olas marinas y geotérmica-, pero la cantidad de energía que se obtiene de ellas es escasa. La energía nuclear también parece prometedora, pero produce residuos tóxicos y es difícil de ampliar con rapidez. Para una introducción general a las tecnologías alternativas, véase What Are Our Alternatives If Fossil Fuels Are a Problem? [¿Qué alternativas tenemos si los combustibles fósiles se agotan?]
¿Que pasará si no encontramos soluciones tecnológicas?
No podemos saber con seguridad lo que pasará, pero a continuación se ofrecen algunas hipótesis:
1. Al principio aumentarán los precios de la energía y de los alimentos y habrá una importante recesión económica.
Si la oferta de petróleo no alcanza la demanda, podemos esperar el aumento de su precio, del de la gasolina y, posiblemente, del de otros tipos de energía. Los precios de los alimentos también subirán, puesto que el petróleo se utiliza en su producción y en su trasporte. La recesión será el probable corolario, porque la gente dejará de comprar bienes prescindibles para concentrarse en los necesarios. A continuación seguirán los despidos laborales. Quienes se queden sin trabajo tendrán dificultades para pagar sus hipotecas y otras deudas y los bancos y otros acreedores se enfrentarán cada vez a mayores problemas financieros.
2. A largo plazo, disminuirá la actividad económica.
La disminución de los recursos provocará el declive de la actividad económica. Necesitaremos encontrar sustitutos para muchos productos en muy poco tiempo: combustible para la calefacción y el trasporte, plásticos, tejidos sintéticos, fertilizantes (en la actualidad se derivan del gas natural) y asfalto, entre otras cosas. Los niveles de vida caerán porque no disponemos de recursos infinitos para reemplazar las cosas cuya disponibilidad disminuye.
La Figura 3 muestra una representación gráfica de la manera en que esto sucederá. El producto nacional bruto (PNB [GDP en inglés]) de esta gráfica es el cálculo de la cantidad de bienes y servicios producidos en Estados Unidos en un año, en dólares constantes (año 2000). La línea roja muestra las previsiones de crecimiento del PNB real si la tendencia continúa como en el pasado. Las hipótesis 1 (línea verde oscura) y 2 (línea verde clara) muestran dos ejemplos de cómo las limitaciones de petróleo y gas natural podrían afectar al futuro PNB real. La hipótesis 1 muestra un declive bastante rápido, que empieza muy pronto. La hipótesis 2 muestra un declive más lento, que se inicia en 2020. Si la caída tarda varios años en llegar, tendremos más tiempo para planificar cómo hacer frente al problema y más posibilidades de que el declive sea gradual.
Figura 3: El PNB real de Estados Unidos puede disminuir
3. Dificultades en el trasporte y cortes de luz.
Dado que el trasporte suele utilizar productos derivados del petróleo, una reducción en la cantidad de petróleo disponible, probablemente lo afectará en todas sus formas: automóviles, camiones, aviones, barcos y trenes, y ello a medida que el combustible falté debido a escasez, coste o racionamiento.
En el caso del declive del gas natural serán probables los cortes en la electricidad, especialmente durante las épocas del año que más se utiliza. Los apagones podrán también deberse a la interrupción del transporte de otros combustibles, como el carbón, a las centrales eléctricas, y ello debido a escasez de petróleo. Los cortes en la electricidad podrán ser repentinos o planeados en ciertos momentos del día, con el fin de compensar la falta de combustible.
4. Posible colapso del sistema monetario.
Éste es quizá el problema más importante y el más difícil de comprender.
En el mundo actual existe una enorme cantidad de deuda. Cuando se concedieron los préstamos, las expectativas de los prestamistas se basaron en que la economía continuaría creciendo al igual que en el pasado, como muestra la línea roja de la Figura 3. Suponiendo que dicho crecimiento continuo tuviera lugar, el ciudadano medio viviría económicamente mejor en el momento de reembolsar sus préstamos que cuando los obtuvo, lo cual significa que las posibilidades de pagar el capital y los intereses serían razonablemente grandes. En dicho supuesto, las corporaciones seguirían creciendo y, debido a este crecimiento continuo, casi todo el mundo podría reembolsar sus deudas y los intereses.
¿Qué es lo que sucedería en el caso de las hipótesis 1 y 2 de la Figura 3? Pues que cuando llegue el momento de reembolsar los préstamos, los individuos y las corporaciones estarán, en general, en peores condiciones económicas de lo que estaban cuando los obtuvieron. Es probable que mucha gente esté desempleada y no pueda hacer frente a sus deudas. Las compañías especializadas en productos manufacturados con poca o ninguna demanda probablemente habrán quebrado y también serán incapaces de reembolsar sus deudas. Las organizaciones que prestaron el capital, a saber, los bancos, las compañías de seguros y los fondos de pensión, tendrán dificultades económicas a causa de las muchas suspensiones de pagos de sus deudores, pues dichos pagos «eran» sus activos.
Hay dos posibles escenarios: uno es que exista tanta deuda impagada que los bancos, las compañías de seguros y, de hecho, todo el sistema monetario se derrumben. El otro es que el gobierno garantice toda la deuda para que las instituciones no quiebren. Esta última posibilidad probablemente conducirá a la hiperinflación.
En cualquiera de los dos escenarios, tanto la gente como los negocios perderán sus ahorros, porque dejará de haber dinero disponible (primer escenario) o porque éste valdrá muy poco a causa de la inflación (segundo escenario). En ambos casos, los países dejarán de aceptar el dólar US para las transacciones comerciales. Las transacciones simples, como son la compra de alimentos o el pago de salarios a los empleados, serán muy difíciles de realizar. Habrá que buscar la manera de sortear dichas dificultades, quizá con un sistema parecido al trueque, pero será un sistema muy distinto al actual.
5. Imposibilidad de mantener los principios económicos.
Hemos sido educados en un mundo en que la oferta y la demanda suelen estar equilibradas. Un aumento en la demanda da lugar a un precio más alto, que a su vez conduce a una mayor oferta. Si un producto en particular no está disponible, su sustituto suele estarlo.
Una vez que alcancemos los límites geológicos, estos principios básicos serán mucho más difíciles de mantener. Un aumento en la demanda de energía no podrá seguirse de una mayor oferta. La distribución que se haga de una oferta así limitada probablemente reflejará consideraciones ajenas al precio, tales como racionamientos y alianzas a largo plazo. Puede que también haya conflictos militares a causa de la escasa oferta disponible.
6. Cambio en las prioridades hacia una producción más local.
Dos factores probablemente harán que se incremente la producción local y disminuya el comercio internacional: uno es el mayor coste o la escasez de combustible para el trasporte; el otro, la dificultad con el sistema monetario, ya sea por hiperinflación o por bancarrota total. Si existen problemas con el sistema monetario, puede que otros países deseen intercambiar bienes en vez de pagarés o dinero. Éste requisito probablemente reducirá la cantidad de comercio con el extranjero.
La producción de alimentos será más localizada, y ello con el fin de asegurar una oferta continua y de reducir la cantidad de combustible necesario para su transporte. Si existe escasez, la gente utilizará sus jardines para cultivar una parte de los alimentos que necesite.
7. Menor importancia de la deuda.
Una vez que esté claro que la producción futura será inferior a la actual, ya se trate de la hipótesis 1 o de la 2, será muy difícil encontrar a alguien dispuesto a prestar a largo plazo, puesto que incluso si la deuda llegara a pagarse, lo haría con un dinero mucho menos valioso que el del momento en que tuvo lugar el préstamo.
Si llegados a ese punto los gobiernos todavía están endeudados, tendrán dificultades para vender nuevos bonos que reemplacen a los que lleguen a término. Los negocios que deseen construir nuevas plantas se verán obligados a acumular fondos antes de su construcción. Tampoco habrá hipotecas disponibles para posibles compradores de casas.
8. Menor importancia de los seguros y las pensiones.
Si el sistema monetario falla, las compañías de seguros y los planes de pensión serán los más afectados, puesto que invierten en fondos y pagan beneficios después.
Es posible que pueda persistir una forma limitada de seguridad social, pero no es nada seguro. Si existe mucha inflación (véase el punto 4 más arriba), los beneficios prometidos a término no valdrán prácticamente nada. Si se implanta un nuevo sistema monetario, será el gobierno que ocupe el poder en ese momento quien determine los beneficios. Dado que la cantidad de bienes y servicios será menor en el futuro (véase la Figura 3), los beneficios que reciban los jubilados serán con casi total seguridad también menores.
9. Habrá más gente que realice trabajos manuales.
Conforme la cantidad de petróleo y gas natural disminuya, se necesitará más trabajo manual, puesto que escaseará el combustible que ahora hace funcionar las máquinas. Una manera de promocionar el trabajo manual será pagarlo mejor que el trabajo de oficina. Dado que los alimentos son un bien muy importante, la agricultura será muy valorada y se pagará mejor.
10. Guerras por los recursos naturales y conflictos migratorios.
Si hay una cantidad inadecuada de un recurso natural (agua, petróleo, gas natural o alimentos), los países pueden iniciar conflictos para tratar de controlarlos. Es probable que dichas guerras se centren en zonas donde abundan tales recursos.
Otra posibilidad es que la gente emigre de las zonas en que los recursos escaseen, por ejemplo, si el agua empieza a faltar o si el territorio se inunda a causa del calentamiento global o si la ausencia de petróleo limita el transporte. Las áreas que reciban dicha emigración no verán con buenos ojos a los inmigrantes, lo cual dará lugar a más conflictos.
11. Cambios en las relaciones familiares.
Las familias estarán menos dispersas debido a la menor capacidad de transporte. Trabajarán juntas cultivando jardines y ocupándose de pequeños negocios familiares. La sociedad valorará más la cooperación. Disminuirán los divorcios.
12. Disminución de la población.
La cantidad de alimentos que se producen hoy en el mundo es muchas veces superior a la de hace 100 años, antes de que el petróleo y el gas natural se utilizaran en la agricultura, en el bombeo de agua para el riego, en la producción de fertilizantes y pesticidas y en el trasporte de los alimentos hasta el mercado. Conforme el petróleo y el gas natural vayan siendo menos disponibles, la producción de alimentos disminuirá y, con ella, también decrecerá la población.
Conclusión
No es posible descifrar lo que nos espera en el futuro cuando la tecnología no sea capaz de resolver los muchos problemas asociados con un mundo finito, a saber, la disminución del petróleo, el gas natural y el agua dulce, así como el cambio climático. Sean cuales sean los cambios, probablemente serán distintos de un lugar a otro, conforme la actividad global se vuelve más localizada.
Solemos pensar que los gobiernos son algo estable, pero eso también puede cambiar. Es posible que los países se fraccionen en unidades más pequeñas. Hay quien ha sugerido que algunos grupos de estados pueden separarse de la federación usamericana.
Las instituciones educativas también cambiarán. Habrá menos estudiantes en las universidades y las materias de estudio serán distintas. Las ciencias y la agricultura o permacultura [5] serán las más solicitadas. Muchos estudiantes vivirán en el campus si el trasporte es un problema. La educación de los adultos se volverá más importante conforme la gente quiera adquirir los conocimientos necesarios para mundo en proceso de cambio.
El mundo de los negocios también cambiará. Los negocios locales se volverán más importantes, mientras que a las compañías multinacionales les pasará lo contrario. Los bienes manufacturados perderán importancia y el reciclaje la ganará. Los bienes necesarios tendrán prioridad y los superfluos se venderán mal. El trueque, o bien un nuevo sistema monetario que lo sustituya, podrían ser la única manera de hacer negocios.
La gente escogerá vivir cerca del trabajo o trabajar en sus hogares para minimizar los costes del transporte. Algunos escogerán vivir con familiares o amigos, para ahorrar. Muchos hogares situados en las zonas menos deseables serán abandonados y una parte de sus contenidos se reciclarán.
Los próximos 50 años van a ser muy interesantes. Quién sabe si los avances tecnológicos permitirán evitar algunos de los problemas que nos acechan, pero necesitaremos trabajar duro, desde ahora mismo, para hacerles frente.
(Fuente: http://www.theoildrum.com/node/2510)
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Epílogo: Realidad del Apocalipsis
El Apocalipsis de San Juan es el último de los libros que componen el Nuevo Testamento cristiano y narra la sucesión de catástrofes que precederán al fin del mundo [6]. El término apocalíptico, que el DRAE define como aquello «que amenaza o implica exterminio o devastación», es la huella semántica que dicho libro ha dejado en nuestro lenguaje cotidiano.
Uno de los dos autores de este ensayo, con el asesoramiento indispensable del otro, firmó y publicó hace casi tres años un texto que predecía el fin del Imperio estadounidense, pero no basado en argumentos mágicos como el libro juanino, sino económicos y energéticos, pues si, según Karl Marx, la economía es el motor de la Historia, la energía es la condición indispensable para que pueda existir desarrollo económico.
El título de aquel artículo, «Visiones del Apocalipsis» [7], aludía de forma metafórica a la trama argumental que el autor bíblico utilizó para plasmar su cosmovisión. Otra alusión, esta puramente literaria, atribuía al Imperio actual el célebre número cifrado 666, que en el Apocalipsis se le atribuye a la Bestia, es decir, a Satanás.
Este párrafo está destinado a los lectores no familiarizados con la Biblia, algunos de los cuales nos han escrito pidiendo explicaciones. La exégesis bíblica atribuye la perfección al número 7. El siete se menciona 737 veces en la Biblia. En una ocasión el apóstol Pedro le preguntó a Jesús: » Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que haya pecado contra mí? ¿Hasta siete?»; y Jesús le respondió: «Setenta veces siete» [8]. Al seis, en cambio, por quedarse corto y no alcanzar la perfección, se le atribuían todos los males. No es de extrañar que a Satanás, compendio de la maldad para aquellos ingenuos escritores que creían firmemente en lo sobrenatural, se le imputase por triplicado el número 6. Por extensión, tampoco fue de extrañar que el artículo «Visiones del Apocalipsis» le imputase a su vez el 666 a Estados Unidos, que en nuestro tiempo se ha ganado con creces el título de Imperio del Mal, y ello por mucho que el presidente Reagan se inventase el insulto para castigar retóricamente a la extinta URSS.
Desde su publicación, el 23 de febrero de 2005, «Visiones del Apocalipsis» se ha situado entre los seis textos más leídos de toda la trayectoria de Rebelión, con picos estadísticos de lectura cada vez que algún sobresalto en el precio del petróleo sacude la economía mundial. Esto, por sí solo, no prueba en absoluto la bondad de su contenido, pero sí la extrema inquietud de los lectores ante un secreto a voces que amenaza con destruir a muy corto plazo el mundo tal como lo conocemos.
«Nadie puede vencer a Estados Unidos haciendo uso de las armas, pues su fuerza es tan descomunal que podría aniquilar en el campo de batalla a todas las naciones reunidas», se leía en él. «Pero hay otras maneras de proceder y una de ellas, tan antigua como la espada, consiste en asfixiar económicamente al adversario». Este principio, que sigue siendo cierto, no parece que vaya a aplicarse en la práctica a día de hoy ni en los meses o años venideros, pues a la luz de los acontecimientos que han puesto patas por alto el sistema financiero mundial, el eventual sustituto imperial que allí se preveía, China, parece más interesado en mantener el statu quo y salvar a Estados Unidos que en asestarle el golpe de gracia.
Hoy, igual que ayer, sigue siendo fácil analizar el pasado desde la perspectiva del presente, pero muy difícil -acaso imposible- proyectar dicha perspectiva hacia el futuro sin que los hechos obliguen en algún momento a corregir el tiro. Creemos que ese momento ha llegado hoy, no porque lo que se decía en «Visiones del Apocalipsis» ya no sea cierto, sino más bien porque el Partido Comunista de China, al que allí se consideraba probable verdugo del Imperio, se ha integrado en el circo del dinero virtual y apuesta claramente por la huida hacia delante de los gobiernos globales. Pero esa huida hacia adelante, no lo olvidemos, conduce a la nada de la escasez, al colapso y a las guerras fratricidas.
Tal como afirma Gail the Actuary en su conclusión, todo será distinto en el futuro. Aquellas visiones nuestras del Apocalipsis terrenal parecen cada vez más cerca de convertirse en realidad conforme el mundo avance hacia el cenit del petróleo y las guerras por acaparar lo poco que vaya quedando de energía se vuelvan globales. Quién sabe cuál será la mano que apriete el botón nuclear, pero con el conocimiento que nos proporciona la historia ensangrentada del capitalismo, seguimos pensando que este rescate del sistema con dinero virtual -y con él la negativa a aceptar que el crecimiento infinito es inviable- nos acerca un poco más al momento fatídico.
Y qué mejor manera de concluir este trágico epílogo que citando las sabias palabras de Santiago Alba Rico en La ciudad intangible, uno de sus libros más lúcidos: «La Historia de la humanidad puede describirse, mientras ha durado el Neolítico, como una alternancia bastante monótona entre paz y guerra; es decir, entre la guerra ‘lenta’ de los hombres contra las cosas y la guerra ‘rápida’ de los hombres contra los hombres, en la que todas las cosas por igual son tratadas y devoradas como puras ‘condiciones’. Pues bien, podemos decir sin temor a exagerar que por primera vez esta alternancia entre ‘lentitud’ y ‘rapidez’ ha quedado rota bajo la brega feroz de una economía que es, al mismo tiempo, en la esfera del intercambio -la única que aquí nos interesa-, de ‘mercado’ y de alta ‘tecnología’ (binomio que habría que luchar por disolver). Ese conjunto de relaciones de producción al que podemos seguir llamando sin rubor capitalismo, porque a principios del tercer milenio se ha generalizado sin contestación ni excepciones y al que ya no resisten, aquí y allá, sino algunos cartagineses -no demasiado admirables- al margen de la política, ha inscrito el ‘mundo’ del hombre, con todas sus cosas lentas puestas de pie, en el tiempo ‘rápido’ de la conquista.» [9]
Vale.
Notas
[1] Véase http://www.theoildrum.com/node/4643.
[2] Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Curva_de_Hubbert.
[3] Véase http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74242.
[4] Véase el vídeo, en inglés, en http://www.theoildrum.com/node/4636.
[5] Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Permacultura.
[6] Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Apocalipsis_de_Jesucristo.
[7] Véase http://www.rebelion.org/noticia.php?id=11796.
[8] Véase el Evangelio de Mateo (18: 22).
[9] Véase Santiago Alba Rico, La ciudad intangible. Ensayos sobre el fin del Neolítico. Hiru 2001.
Artículo relacionado: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=12327.
Gail E. Tverberg, que suele utilizar el pseudónimo de Gail the Actuary, es Máster en Matemáticas por la Universidad de Illinois y pertenece a la Academia Usamericana de Actuarios (American Academy of Actuaries). Es asimismo miembra del sitio web TheOilDrum.com, dedicado al cenit del petróleo.
Pedro Prieto es vicepresidente de AEREN y ASPO-Spain y editor del sitio web CrisisEnergetica.
Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.
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