Los líderes mundiales reunidos en Washington se mostraron unánimemente satisfechos y consensuaron los primeros pasos hacia un capitalismo vigilado.
En sintonía con las declaraciones previas del presidente estadounidense George W. Bush, el G20 eligió tratar la crisis financiera internacional desde el respeto al libre mercado, la propiedad privada, la libertad de comercio e inversión y la negativa a reemplazar los organismos financieros supranacionales Banco Mundial (BM) y Fondo Monetario Internacional (FMI).
Tampoco se cuestionó la continuidad del dólar como divisa comercial internacional.
De esta manera quedaron descartadas todas las especulaciones previas acerca de un «Nuevo Orden Económico Mundial» dado que, en concreto, se decidió reparar las averías del sistema económico en uso. (Ver: ¿Refundar el Capitalismo? APM 31/10/2008)
Sin embargo, los mandatarios estuvieron de acuerdo en que el intervencionismo estatal es necesario para evitar la inestabilidad de los mercados y que, por tanto, las acciones anticrisis deberán partir de cada gobierno con el sólo cuidado de no caer en un excesivo proteccionismo o sobre-regulación.
El texto de la declaración final explica que: «Aunque reconocemos la necesidad de mejorar la regulación de los mercados financieros, debemos evitar la sobre-regulación, que pondría en peligro el crecimiento económico y aumentaría la contracción de los flujos de capital, incluidos los países en desarrollo».
En consonancia, el Presidente de México, Felipe Calderón, sostuvo que «la crisis no significa que el mercado esté muerto, sino que se necesita más Estado que regule y evite arbitrariedades, abusos».
Esta mirada representa un pequeño avance porque es reconocer el fracaso de la idea neoliberal de que «el mercado todo lo puede».
También pone subrepticiamente sobre el tapete los cuestionamientos que los países periféricos hacen a las potencias en relación de los productos agrícolas subsidiados.
En ese sentido, el comunicado final anima a concluir la Ronda de Doha de liberalización comercial, que ha sido el campo de combate tradicional para tal disputa.
El «reflotamiento» de la Ronda de Doha explica las declaraciones exultantes del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva al finalizar la cumbre de Washington aunque dicho mandatario prefiera destacar el avance de la multipolaridad que reinó durante el encuentro: «Estoy contento de haber trabajado colectivamente», manifestó.
Revalorado el rol de los Estados, cada país deberá implementar regulaciones que garanticen la transparencia y la responsabilidad de los mercados, en especial de los productos financieros más sofisticados.
Algunos de los controles recomendados tienen que ver con el tope remunerativo de los altos ejecutivos; el control de las financieras transnacionales y la adopción de medidas preventivas para enfrentar las debacles cíclicas del capitalismo.
Respecto de la última recomendación, España recordó que en el año 2000 su banco nacional impuso previsiones anticíclicas a las entidades financieras para generar un colchón de resguardo aplicable en tiempos de crisis.
Cualesquiera que sean las medidas soberanas adoptadas, estas deberán permitir la mutua cooperación de los países a fin de incrementar la vigilancia del sistema económico internacional.
«Hemos dado pasos importantes hacia un nuevo ordenamiento económico global», dijo la Canciller de Alemania, Ángela Merkel, tras finalizar la cumbre y manifestó que ningún producto, agente o mercado financiero podrá permanecer en el futuro sin supervisión.
Otro punto importante giró en torno al Banco Mundial y al FMI. La reunión de presidentes decidió reformar ambas instituciones para que puedan cumplir con los nuevos desafíos.
En ese sentido, Lula da Silva sostuvo que «los organismos multilaterales existentes y las reglas internacionales vigentes fueron reprobados por la historia. Tanto el FMI como el Banco Mundial deben abrirse para una mayor participación de las economías en desarrollo».
Finalmente el G-20 reafirmó su vocación de continuidad con la convocatoria de una nueva cumbre antes del 30 de abril, y mostró su determinación a dar un mayor peso en los organismos internacionales a los países emergentes y en desarrollo.
En un primer análisis, puede decirse que la cumbre logró su objetivo de dar señales concretas de liderazgo a los mercados mundiales -hasta dónde las circunstancias lo permitieron-, y estas señales se reflejan en las declaraciones coincidentes de los mandatarios participantes.
La declaración final puede considerarse una buena pieza del ejercicio diplomático, lograda con el concurso de países que antes no tenían acceso en los foros de decisión y que es un avance al mutilateralismo.
Sin embargo, no puede ignorarse la cuestión acerca de la representatividad de unos pocos países en relación a la gran cantidad de otros que no han podido sumar sus voces.
Para Estados Unidos ha significado ceder parte de su hegemonía, pero el mantenimiento del dólar como divisa internacional así como el sostenimiento del FMI y el BM, y el respeto generalizado al sistema de mercado, pueden ser considerados como un gran logro para ese país, dado que tuvo que encarar la cumbre con un presidente desgastado y a la espera de uno nuevo que representa más incógnitas que certezas. (Ver: «¿Esperanza fundada o pirotecnia política? APM 10/11/2008)
Además del multilateralismo, para los países emergentes significó el logro de reflotar, con buenas perspectivas, la trabada Ronda de Doha y la posibilidad de descargar sus críticas referentes a los manejos discrecionales de las entidades financieras supranacionales en desmedro de los mecanismos de creación de bienes reales.
Otro logro ha sido el reconocimiento de la falsedad del principio -sostén del neoliberalismo- de «autoregulación de los mercados».
De todas formas la discusión recién comienza y lo que continúe dependerá de la evolución de la crisis y de lo que Barack Obama tenga para decir una vez que haya asumido como Presidente de Estados Unidos.