«No se puede tapar el sol con un dedo», este viejo adagio refleja perfectamente la situación que atraviesa Estados Unidos pese a que sus principales figuras políticas y económicas no quieran reconocerlo. Mientras los servicios, las finanazas y el consumo sufrían enormes dificultades a lo largo de los últimos meses, los discursos oficiales como […]
«No se puede tapar el sol con un dedo», este viejo adagio refleja perfectamente la situación que atraviesa Estados Unidos pese a que sus principales figuras políticas y económicas no quieran reconocerlo.
Mientras los servicios, las finanazas y el consumo sufrían enormes dificultades a lo largo de los últimos meses, los discursos oficiales como los del presidente George W. Bush aseguraban que no existían problemas porque la economía del país era muy fuerte y podría resistir cualquier embate.
El primer reconocimiento de que las cosas no marcha la realizó recientemente el presidente de la Reserva Federal (FED) o Banco Central de Atlanta, Dennis Lockhart, quien manifestó que «la economía entró realmente en recesión».
Las declaraciones de Lockhart fueron hechas en un discurso pronunciado en una conferencia ante empresarios en Palm Beach, Florida, horas después de la publicación de la tasa de desempleo, que alcanzó 6,5% en octubre, nivel no registrado desde marzo de 1994.
El funcionario señaló que la primera estimación oficial indica que el Producto Interno Bruto (PIB) retrocedió 0,3 % en el tercer trimestre de 2008 en relación con el anterior y que los datos de octubre sugieren un descenso más fuerte para el cuarto trimestre. La recesión se define tradicionalmente cuando en dos trimestres consecutivos se produce un retroceso del PIB.
«La economía estadounidense se debilitó dramáticamente y las perspectivas a corto plazo no son alentadoras. Los factores de esa contracción provienen de los gastos de consumo, de las inversiones de las empresas, de la producción industrial y de la demanda externa de productos estadounidenses que cayeron fuertemente», subrayó el también integrante del Comité de política monetaria de la FED estadounidense.
Son muchos y disímiles los enredas que padece Washington desde la llegada en el 2001 de Bush y su equipo a la Casa Blanca.
Aunque heredó de su antecesor William Clinton un superávit presupuestal de 128 000 millones de dólares, el déficit alcanza al cierra fiscal del 30 de septiembre pasado, 483 000 millones de dólares, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO).
La cuenta corriente de la balanza de pago que contabiliza los intercambios de mercancías y servicios con el exterior alcanzó en 2007 un déficit superior a 750 000 millones de dólares, o sea, 5,6 % de su PIB.
La deuda nacional se ha incrementado en los últimos ocho años, en más de 65 % hasta casi 9 billones de dólares, sin agregar las deudas de las gigantes hipotecarias financieras Freddie Mac y Fannie Mae.
La deuda total (pública, empresarial y personal) llegó este año a los 48 billones de dólares, 3,4 veces el PBI norteamericano que es alrededor de los 14 billones.
En sentido general, los indicadores son negativos como la inflación anual que cifra el 6 %, su mayor nivel en 17 años. El desempleo se disparó oficialmente a 6,5 % que afectan a unas 10 millones de personas, de las cuales 2, 2 millones perdieron sus trabajos en el último año.
Las automotrices General Motors, Ford y Chrysler anunciaron que cesarán a más de 6 000 trabajadores, la farmacéutica Merck dijo que eliminará 7 200 empleos, 12% de su nómina. Yahoo onformó un recorte de por lo menos 10% de sus trabajadores y Xerox, unos 3 000 y la mensajera DHL a otros 3 000, junto con una larga fila de empresas que están haciendo lo mismo.
Asimismo, el Instituto de Políticas Económicas (EPI) calcula que el subempleo llegó a 17.1 millones de trabajadores, un incremento de 21 % desde el inicio del año. Además, unos 2 billones de dólares en fondos para pensiones de jubilados se perdieron en el último año y medio.
Con las quiebras de las inmobiliarias solo en el tercer trimestre de 2008 se efectuaron 765 568 juicios hipotecarios donde familias completas pierden sus hogares, un 71 % comparado con el mismo periodo de 2007. Desde la crisis hipotecaria, 3 600 000 personas han sido desalojadas de sus casas.
En una espiral demoledora, continúan cayendo los precios de las viviendas, los bancos reportan pérdidas récord pese a los rescates financieros gubernamentales y se han reportado 800 000 casos de bancarrota en compañías y negocios individuales.
Para el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, los rescates contribuyen a los déficit crecientes a corto plazo, y a incentivos perversos a largo plazo. Los Directores Generales, inversionistas y prestamistas se marchan con sus millones, mientras que se pide a los contribuyentes norteamericanos pagar la factura.
Al señalar que el presidente de Freddie Mac, Richard Syron, ganó 14,5 millones de dólares en 2007 y el director general de Fannie Mae, Daniel Mudd, obtuvo 14,2 millones ese mismo año, Stiglitz puntualizó que «estamos presenciando una nueva forma de sociedad entre la inversión privada y el estado, en la cual el público soporta sobre sus espaldas todo el riesgo, y el sector privado se lleva toda la ganancia».
Los vientos huracanados continúan soplando sobre Estados Unidos. Tras alcanzar la crisis a compañías de la aeronáutica como Continental Airlines, American Airlines y United Airlines, ahora el turno le ha tocado a las compañías automotrices.
Los gigantes General Motors y Ford reportaron pérdidas de 4.200 millones y 2.980 millones de dólares respectivamente durante el tercer trimestre de 2008.
GM dijo que eliminará la mayoría de su personal de oficina y reducirá el gasto en 2.500 millones en 2009, mientras Ford recortará en un 10 % los salarios en Estados Unidos.
La GM, Ford y Chrysler, antes conocidos como «los tres grandes » pidieron al sector un paquete de medidas de rescate para enfrentar los problemas de liquidez y continuar sus operaciones en una «situación económica difícil»
En definitiva, las malas noticias sobre la economía brotan por doquier en Estados Unidos y ya sus directivos no pueden negar la indeseable recesión.