El recinto de la mayor bolsa de negocios del mundo, Wall Street vuelve a tambalearse tras conocerse que otro ex presidente, en este caso del mercado electrónico de acciones Nasdaq, acumuló 50 000 millones de dólares en pérdidas fraudulentas que convierte este nuevo hecho en una de las mayores estafas en la historia de […]
El recinto de la mayor bolsa de negocios del mundo, Wall Street vuelve a tambalearse tras conocerse que otro ex presidente, en este caso del mercado electrónico de acciones Nasdaq, acumuló 50 000 millones de dólares en pérdidas fraudulentas que convierte este nuevo hecho en una de las mayores estafas en la historia de Estados Unidos.
Bernard Madoff, de 70 años, fundó en 1960 la compañía Bernard L. Madoff Investment Securities LLC, y a la par estaba a cargo de forma paralela de un negocio de fondos de cobertura. Como operador, utilizaba dinero de nuevos inversionistas para financiar los intereses de aquellos que ya estaban participando, a los cuales inicialmente se les ofrecía una rentabilidad bastante alta, aunque sus billetes nunca llegaban a la bolsa de valores..
El propio Madoff, antes de salir en libertad bajo una fianza de 10 millones de dólares hasta que se efectúe el juicio final, dijo que operaba bajo el esquema Ponzi o de pirámide financiera, el cual utiliza el dinero de los nuevos ingresados, atraídos por promesa de rápidas y abundantes ganancias, con el fin de pagar a quienes ya se encuentran participando.
Tras la caída de los mercados, los inversionistas comenzaron a reclamar su dinero, y a Madoff no le quedó más remedio que confesarle a varios empleados que el fondo actual administrado por 17 000 millones de dólares era un fraude (ficticios) pues había estado insolvente por años.
Como este negociante tiene tan buenos «sentimientos» dijo que había pensado entregarse a las autoridades, pero antes deseaba liquidar deudas por 200 y 300 millones de dólares a varios familiares, empleados y amigos. Aunque la cifra inicial se estima en una estafa de 50 000 millones, en realidad no se ha podido evaluar aun su monto total.
Mientras se comienzan las investigaciones, Madoff espera por el juicio, que de salir culpable podría recibir una condena de 20 años y una multa de 5 millones. Pero como se asegura, «lo bailado no hay quien se lo quite» mientras los estafados sufrirán sus enormes pérdidas.
Recientemente, el premio nobel de economía, el estadounidense Joseph Stiglitz, al analizar las crisis hipotecarias y financieras en su país señaló: «Directores Generales, inversionistas y prestamistas se marchan con sus millones, mientras que se pide a los contribuyentes norteamericanos que paguen la factura. El presidente de Freddie Mac, Richard Syron, ganó 14,5 millones en 2007; el director general de Fannie Mae, Daniel Mudd, 14,2 millones ese mismo año.
«Estamos presenciando una nueva forma de sociedad entre la inversión privada y el estado, en la cual el público soporta sobre sus espaldas todo el riesgo, y el sector privado se lleva toda la ganancia. La administración de George Bush habla del impacto del «azar moral» del pobre «especulador» que pidió dinero prestado y compró una casa por encima de sus posibilidades de pago. Pero el azar moral de alguna manera no es un tema cuando se trata de los especuladores de alto nivel en las juntas corporativas.»
Y es que los escándalos, fraudes, estafas, robos, sueldos millonarios, prebendas y otras muchas irregularidades afectan desde hace varios años la credibilidad del mundo financiero de Nueva York.
Hace solo un lustro, en noviembre de 2003, las autoridades detuvieron a integrantes de varias redes que operaban en Wall Street y que estafaron a pequeños y grandes inversores. Los allanamientos ocurrieron al unísono en los edificios del World Financial Center, en Manhatan, de Jersey City (Nueva Jersey) y Stanford (Connecticut).
En esa ocasión fueron detenidos empleados de los bancos de negocios JP Morgan Chase, Societé Generale, UBS Warburg Dillon Read, Dresdner Kelinwort Benson e Israel Discount Bank, además de ex miembro del Comité de Cambio de Divisas Extranjeras, del Banco de la Reserva Federal, abogados en activo y numerosos exponentes de diversas compañías de transacciones comerciales.
Más de 1 000 pequeños inversores perdieron en esas operaciones millones de dólares, mientras los acusados también defraudaron a sus superiores al realizar supuestas operaciones negativas.
El mercado de divisas de Wall Street es un enorme sector con operaciones que pueden representar un volumen de miles de millones de dólares diario.
En las estafas del 2003, los afectados perdieron millones de dólares en transacciones clásicas denominadas de «calderas» pues los inversores son entusiasmados con informaciones adulteradas y falsas en relación con títulos de escaso valor en poder de los estafadores.
Al caer los inversores en la trampa, suben abruptamente los títulos, e inmediatamente, los autores del delito venden sus posiciones y obtienen fructíferas ganancias, a la par que el precio de los activos se derrumba con las consabidas pérdidas para los pequeños accionistas.
Otro caso ha sido en de empleados de grandes corporaciones bancarias como JG Morgan Chase, Societé Generale, UBS y otros, que se dedicaban a defraudar a sus entidades mediante operaciones que en el mundo financiero se conocen como «desnatar».
El hecho consistía en aceptar sobornos para inducir a sus bancos a que realizaran transacciones en divisas que a la larga traerían pérdidas para sus empleadores, mientras ellos recibían grandes sumas de las firmas ganadoras.
Aun esta latente los desfalcos realizados por poderosas compañías como Enron, WorldCom, Tyco International, ImClone Systems y la compañía auditora, Arthur Andersen.
Entre las operaciones que realizaron esas entidades aparecen la compra de acciones con información privilegiada, auto compensaciones multimillonarias, desvío interesado de dinero hacia fondos de pensiones y evasiones de impuestos, por citar algunas.
Ahora la estafa piramidal de Madoff alcanza a varios bancos como el Santander y BBVA españoles, los franceses BNP Paribas, Natixis y Societe Generale, y los ingleses HSBC y RBS, los italianos Unicredit y Popolare, el japonés Nombra, otros de Zuiza y Corea del Sur, y como es lógico a miles de sus depositarios.
La Bolsa de Valores de Wall Street va más allá de estafas y desfalcos y se ha ido convirtiendo, al paso de los años, en una cultura de la corrupción donde cada día se hace más peligroso depositar dinero ante el temor de perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos.