Ante el actual desorden financiero, económico, político y social, que ha puesto al mundo patas arriba en los últimos años, son muchas las voces que desde hace tiempo vienen denunciando los riesgos asociados a un fenómeno típico del neoliberalismo: la liberalización a ultranza de los movimientos especulativos de capital, tanto en el ámbito nacional como […]
Ante el actual desorden financiero, económico, político y social, que ha puesto al mundo patas arriba en los últimos años, son muchas las voces que desde hace tiempo vienen denunciando los riesgos asociados a un fenómeno típico del neoliberalismo: la liberalización a ultranza de los movimientos especulativos de capital, tanto en el ámbito nacional como internacional.
Cada vez son mayores las facilidades para que el dinero fluya atendiendo a su función tradicional de medio de pago de bienes y servicios, así como de financiación de inversiones productivas que ofrecen una renta periódica a largo plazo (rentabilidad). Pero también, y aquí está el riesgo, cada vez más por motivos estrictamente especulativos, buscando maximizar las ganancias de capital a corto plazo asociadas a la reventa de activos financieros que tras de sí no tienen el respaldo de actividad productiva alguna, sino tan solo más demanda especulativa que contribuye a hinchar la burbuja de su precio, aunque ello implique operaciones que atenten incluso contra la garantía de los más elementales derechos humanos.
Hilando con esto último, en demasiadas ocasiones, las inversiones tanto productivas como especulativas en activos financieros o reales, respaldados por materias primas, fuentes de energía, alimentos, viviendas y servicios sanitarios, educativos y de pensiones contribuyen a reforzar un sistema económico tremendamente injusto, donde la opulencia de una minoría de la población crece a costa de la insatisfacción de derechos humanos básicos de la mayoría, bajo el principio capitalista que prioriza la «maximización de la remuneración monetaria obtenida por los factores de producción» (en este caso el capital).
Ante esta crisis del capitalismo neoliberal, mundial y sistémica, novedosa tanto en sus causas como en sus durísimas consecuencias, es frecuente poner en primer plano economistas del pasado, tanto para reivindicar la vigencia de sus análisis teóricos como de sus propuestas de política económica. Así, los nombres y la obra de John Maynard Keynes y Karl Marx vuelven a estar en el candelero debido fundamentalmente a sus postulados favorables a una mayor intervención del sector público en el ámbito económico, tanto con carácter anticíclico en el marco de la economía de mercado (caso de Keynes) como con en el horizonte de la revolución social (caso de Marx).
A continuación se repasa brevemente la postura de Keynes respecto a la conveniencia o no de establecer controles públicos a los movimientos especulativos de capital. Por cuestión de espacio, no será un recorrido exhaustivo por su obra, sino simplemente unas notas sobre algunas referencias concretas que puedan sernos de utilidad a la hora de analizar el presente.
En 1919 Keynes escribió The Economic Consequences of the Peace (Las consecuencias económicas de la paz) para llamar la atención sobre las excesivas indemnizaciones que en la Conferencia de Paris se impusieron a Alemania tras la I Guerra Mundial en concepto de reparaciones a los países vencedores, y que finalmente contribuyeron a la crisis económica de la República de Weimar en los años 20, como preludio del auge del nazismo tras la crisis de 1929.
Salvando las distancias, en esta primera década del siglo XXI también tenemos ejemplos similares de ello en el expolio del petróleo iraquí por las empresas multinacionales afines a las potencias que desencadenaron la guerra contra Irak en 2003, con el «pequeño matiz» de que ya no indemniza quien inició el conflicto por los daños causados (EE.UU y sus aliados) sino que paga en especie el país que sufre los bombardeos y la invasión (Irak) por el coste de movilizar y utilizar la maquinaria bélica necesaria para infligirle dichos daños.
Del mismo modo, el problema generado por la deuda externa en los países empobrecidos desde los años 70 a esta parte podría entenderse desde un punto de vista similar, enlazando especulación y alto riesgo, algo muy parecido a lo acontecido en la crisis actual. Por una lado dinero caliente acumulado por los países exportadores de petróleo, que es reciclado por los bancos occidentales y colocado en forma de préstamos a países empobrecidos, sin importarles demasiado la representatividad democrática de los gobiernos, el destino final de los fondos, ni las verdaderas posibilidades de hacer frente a su devolución en posibles escenarios adversos que pudieran producirse (subida de los tipos de interés, bajada de precios de determinadas materias primas básicas de exportación). Resultado final: durísimos planes de ajuste avalados por el FMI, aumento de las desigualdades sociales y auge de regímenes dictatoriales de corte fascista.
En el libro mencionado anteriormente, Keynes (1919, 328) señala una circunstancia de absoluta vigencia en el momento presente, por lo que se refiere a la necesaria ruptura con el paradigma neoliberal hegemónico durante los últimos 30 años, dice así: «las fuerzas del siglo XIX han cumplido su destino y están agotadas. Los ideales de aquella generación ya no nos satisfacen: hemos de encontrar nuevos caminos y habremos de sufrir el malestar». Absolutamente conciso y esclarecedor, sin concesión a la tibieza que emplean la mayor parte de los líderes políticos en el presente. De ahí que cuando en los momentos actuales, para salir de la crisis se sigue haciendo referencia a la necesidad de recuperar el consumo y la inversión en su acepción económica tradicional, sea preciso denunciar su inviabilidad ecológica y social, y en su lugar apostar por nuevos desarrollos de estilos de vida ligados al concepto del «decrecimiento económico» y a la «satisfacción austera de las necesidades humanas básicas». Años más tarde Keynes vuelve sobre este tema, y en el Prefacio de su Teoría General (1936, 11) señala, para referirse al necesario cambio de paradigma, que «La dificultad reside no en las ideas nuevas, sino en rehuir las viejas que entran rondando hasta el último pliegue del entendimiento de quienes se han educado en ellas», a lo que podría añadirse, y también de quienes se han beneficiado y siguen beneficiándose de ellas.
En 1936 Keynes publica The General Theory of Employment, Interest and Money (Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero). Se trata de un alegato a favor de la intervención del Estado con el fin de alcanzar el pleno empleo mediante el gasto, la inversión y la regulación pública, como mecanismos fundamentales para la cohesión social en el seno del mercado. En el capítulo 12 toma clara postura en contra de los movimientos especulativos de capital, proponiendo el establecimiento de tributos sobre las transacciones bursátiles y lanzando duros ataques contra esta práctica. Afirma que «Los especuladores pueden no hacer daño cuando sólo son burbujas en una corriente firme de espíritu de empresa; pero la situación es seria cuando la empresa se convierte en burbuja dentro de una vorágine de especulación. Cuando el desarrollo del capital en un país se convierte en subproducto de las actividades propias de un casino, es probable que aquél se realice mal (…) Generalmente se admite que, en interés público, los casinos deben ser inaccesibles y costosos, y tal vez esto mismo sea cierto en el caso de las bolsas de valores. El hecho de que los pecados de la bolsa de valores de Londres sean menores que los de Wall Street, quizás no se deba tanto a las diferencias en el carácter nacional, como a la circunstancia de que, para el inglés de tipo medio, Throgmorton Street es inaccesible y muy costosa comparada con Wall Street para el mismo tipo de norteamericano. La comisión del corredor de bolsa, los fuertes cargos de los comisionistas y el pesado impuesto sobre operaciones o traslado de títulos que se paga a la Tesorería, gastos todos estos que acompañan a las operaciones en la bolsa de valores de Londres, reducen la liquidez del mercado lo bastante para eliminar gran parte de las operaciones características de Wall Street. La implantación de un impuesto fuerte sobre todas las operaciones de compraventa podría ser la mejor reforma disponible con el objeto de mitigar en Estados Unidos el predominio de la especulación sobre la empresa. El espectáculo de los mercados de inversión modernos me ha llevado algunas veces a concluir que la compra de una inversión debe ser permanente e indisoluble, como el matrimonio, excepto por motivo de muerte o de otra causa grave» (Keynes, 1936, 145-146).
Toda una contundente toma de postura a favor de las inversiones productivas a largo plazo, y por lo tanto, una crítica implícita a las inversiones especulativas a corto plazo que anteponen las ganancias de capital privadas del inversor a la rentabilidad social asociada a la actividad de esa empresa por su capacidad para satisfacer necesidades sociales (bienes, servicios, empleo). Además, señala muy a las claras una de las características básicas de los mercados financieros actuales (incipiente entonces) y que no es otra que su común acceso a la mayor parte de la población en los países enriquecidos, mediante fórmulas como los planes de pensiones, los fondos de inversión y los préstamos hipotecarios que han resultado fundamentales para difundir los riesgos financieros a lo largo y ancho del mundo, terminando por invadir y socavar los cimientos de la economía real.
Igualmente, su propuesta de establecer tributos sobre transacciones bursátiles especulativas es un antecedente de lo que más tarde propondría James Tobin en 1972: gravar los movimientos de capitales especulativos con un impuesto, con el fin de «arrojar unos granos de arena en los ejes de las ruedas de la especulación», como le gustaba decir metafóricamente. El establecimiento de la Tasa Tobin, el control democrático de los mercados financieros y la supresión de los paraísos fiscales son temas que están de absoluta actualidad en la opinión pública, siendo las reivindicaciones principales del movimiento ciudadano internacional ATTAC desde hace 10 años.
Bibliografía:
Galindo Martín, Miguel Ángel (2003): Keynes y el nacimiento de la macroeconomía, Editorial Síntesis, Madrid.
Keynes, John Maynard (1919): The Economic Consequences of the Peace, Macmillan, London.
Keynes, John Maynard (1936): The General Theory of Employment, Interest and Money, Macmillan, London (Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, FCE, México, 1943. Las citas y números de páginas que aparecen en el texto corresponden a la versión en castellano).
Gregorio López San. Universidad de Castilla-La Mancha