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Dialogar ¿con quién?

Fuentes: Argenpress

¿Quién es el interlocutor del oposicionismo? ¿Con quién debe dialogar el gobierno? ¿Con Ars publicidad? A estas alturas, cuando la derrota del «no» en el referendo sobre la enmienda constitucional sigue huérfana; cuando todos los que firmaron ante el Consejo Nacional Electoral para apadrinar esta opción se sacudiéndose el coroto, resulta evidente que jamás, ninguno […]

¿Quién es el interlocutor del oposicionismo? ¿Con quién debe dialogar el gobierno? ¿Con Ars publicidad? A estas alturas, cuando la derrota del «no» en el referendo sobre la enmienda constitucional sigue huérfana; cuando todos los que firmaron ante el Consejo Nacional Electoral para apadrinar esta opción se sacudiéndose el coroto, resulta evidente que jamás, ninguno de los «dirigentes» de la derecha va a capitalizar la derrota y menos asumirán la responsabilidad… la culpa siempre será de Chávez.

Sin líderes que aglutinen a sus seguidores, sin proyecto de país alternativo, el único elemento visible que mueve a los oposicionistas a salir a marchar y votar contra la revolución es un odio intestinal a Hugo Chávez amasado minuto a minuto por los medios televisivos privados.

De aquí que el problema fundamental en la comunicación entre los partidos de derecha y sus simpatizantes es la mentira. Los oposicionistas insultan la inteligencia de la gente y subestiman la reacción de quienes los apoyan y del pueblo bolivariano.

Argumentan con mentiras que son imposibles de mantener, por ejemplo: cómo Eduardo Fernández puede decirle a los habitantes de los Valles del Tuy que a diario utilizan el tren Ezequiel Zamora; o a los que cruzan el puente sobre el río Orinoco; o a los que utilizan la línea Los Teques del Metro; o a los camioneros que transitan por la autopista de oriente; o los que fueron alfabetizados y ahora estudian cualquier nivel del sistema educativo; o a los empresarios de éste país, que la revolución no ha hecho ninguna obra de impacto económico.

Una cosa es que odien a Chávez y otra muy distinta que nos mientan en la cara. Lo que ha hecho Ramos Allup recientemente, pidiendo que no se manipule con cifras el aplastante triunfo de la revolución en el referendo consultivo, no es más que una estratagema para pescar en aguas turbias.

Acción Democrática ha intentado, por todos los medios, que el presidente los reconozca a ellos como la verdadera y única oposición (cosa que jamás va a ocurrir). Así aplastaría (como el mismo Ramos Allup los llama) a los «lechuguinos» y «petimetres» que se amalgaman en la contrarrevolución. Desde el resto de los partidos no emerge nada bueno, porque ellos mismo no permiten ninguna voz disidente a su discurso. No cuentan con liderazgos, Rosales quien no tiene ni un mísero argumento coherente fue un globo que tardó más en inflarse que en desaparecer. No será el COPEI de Planas, ni Primero Justicia y sus esquirlas ahora en otros partidos; ni los dirigentes políticos aún en las universidades o Un Nuevo Tiempo con un Omar Barboza extraído de las catacumbas, quienes convencerán al país de que son el cambio (yo diría la vuelta).

La revolución bolivariana enfrenta a una oposición cuyo poder real radica en aquel que la misma revolución le otorga. Cuando se deja de aprobar (por ejemplo) una reforma educativa porque 4 dueños de colegios privados lanzan sus alaridos y para no crear ruidos deja de aprobarse, se le otorga poder a quien no lo tiene.

El bolivarianismo ha demostrado sobradamente ser la mayoría aplastante y eso hay asumirlo. Esperamos que la renovación de las «3-R» sea una orden que los actores con responsabilidades administrativas cumplan con eficacia. De lo contrario, seguirán teniendo espacios, espectros de AD, Copei y sus ramificaciones.